En la fundación.
Zoé y Elijah trabajan arduamente en las entregas, se concentran en su labor, preparan con delicadeza cada detalle de las donaciones y revisan minuciosamente cada una de las cajas. El verla tan comprometida conmueve rápidamente a Elijah, que empieza a verla con otros ojos. Ya no la encuentra tan vanidosa como otras veces, ayuda en todo lo que puede y le revela su espíritu altruista.
—No dejas de sorprenderme, Zoé.
—Espero que gratamente.
—Muy gratamente—le toma de la mano y ella siente cómo, de repente, se le paralizan las piernas. Ella lo empuja con ligereza para mantener la distancia. Sin embargo, por accidente, se enreda su sandalia y cae de inmediato en los brazos de Elijah, quien la sujeta con precisión, la mira sin quitarle sus hermosos ojos de encima.
—Lo siento, qué torpe.
—Tranquila, estás a salvo.
Ambos se quedan muy confundidos en medio de ese cruce de miradas. Zoé suspira y Elijah se agita de repente y la mira como si fuera un conejito asustado. Ella, por su parte, entra en pánico.
—Es mejor que sigamos con el trabajo, nos estamos retrasando —advierte Elijah.
—Vamos.
*****
En la mansión, Ada informa a Grace de sus sospechas:
—Señora, creo que a Solange le gusta el joven Elijah.
—Es un peligro este curita.
—Ella lo niega, pero es evidente que le gusta.
—Puede ser, Elijah es apuesto y elegante. Además, aparte de eso, es rico, la tentación andante.
—¿Sigue creyendo que representa un peligro para el matrimonio?
—En este punto, creo todo, Ada.
De repente, Lucas llega a su habitación y pide a Ada que se retire, porque desea hablar a solas con Grace:
—Grace, ya tengo resuelto lo de tu nueva casa.
—Por lo visto, les urge deshacerse de mí.
—No digas eso, eres la madre de Zoé. Pero sé que necesitas tu espacio y, además, no te llevas muy bien con tu hija. Es mejor que cada una viva por separado.
—Muy bien, Lucas. Se hará todo como tú digas.
—Es una casa enorme, la que te acabo de comprar.
—¿Así como la mansión? —pregunta Lucas, y ella lo mira con recelo.
—Es bastante cómoda y confortable, querida. Ada y tú estarán muy bien en ella.
—Lucas, quiero también un coche y un chófer, si no es mucho pedir —exige con disimulo.
—Está bien, ahora mismo me ocuparé de eso. Me retiro, suegra. Nos vemos.
—Hasta pronto, yerno—imprime con ironía y mira todo el escenario con incredulidad.
*****
Al salir de la fundación, Zoé se detiene por un momento con Elijah para ir a tomar un café.
—Fue un día muy productivo, gracias por tu ayuda, fue de gran utilidad. Solo que a veces tu padre me prohíbe salir demasiado, según él, por mi seguridad—se queja muy sutilmente.
—Mi papá te quiere mucho y siempre quiere lo mejor para ti.
—Lo mejor para mí es hacer cosas y sentirme útil. Como me habría gustado terminar la universidad.
—Estás a tiempo.
—No creo que a Lucas le agrade la idea.
—Si quieres, puedo hablar con él.
—No te preocupes, Elijah, no quiero meterte en aprietos.
—Está bien.
—Me siento muy cómoda a tu lado, eres un gran amigo.
—Me alegra. Gracias a Dios, nos llevamos muy bien.
—En dos días es la graduación de Linda, ¿vas a ir?
—Por supuesto, sino quien la aguanta. Después de la graduación de Linda, estaré ausente unos días. Iré a un retiro espiritual.
—¿Te ausentarás mucho tiempo?
—Unos cinco días, más o menos.
—Es mucho tiempo.
—¿Por qué te alarmas tanto?
—No me lo tomes a mal, pero la mansión no sería lo mismo sin tu presencia.
—Creo que exageras. Estuve un año ausente y no pasó nada, pueden vivir muy bien sin mí—sonríe.
—No digas eso—se emociona y toma su mano, pero esta vez la presiona con más fuerza, hasta el punto de que parece que no quiere soltarla.
—Zoé, creo que es mejor irnos, el tiempo se puso oscuro—dice preocupado.
—Está bien.
Al levantarse de la mesa, Zoé se asombra de sus sentimientos. Es inevitable que sienta afecto por Elijah. Siente la necesidad de tenerlo cerca y cree que sin él su vida sería menos llevadera. Con el paso de los días, el joven se fue adentrando en su corazón y en su mente, y ya es imposible para ella no sentir esa pretensión indebida, que no deja de sorprenderla ingratamente.
*****
De nuevo en la mansión Hamilton, Mark está perdidamente enamorado de Linda. No encuentra la manera de tenerla cerca y de que ella lo acepte definitivamente:
—¿Te gustó el regalo? —pregunta, y le trae flores y bombones.
—Sí, está muy bonito, pero me hubieses comprado otra cosa. Deberías modernizarte.
—Dime, ¿qué quieres que haga y lo hago?
A Linda le gusta tener el control, por lo que ha olvidado por completo a su antiguo enamorado, Liam, y ha empezado a sentir empatía por Mark, a pesar de la poca experiencia del joven.
—Déjame pensarlo. Por lo pronto, vamos a ir a comprar unas cervezas —dijo ella sonriendo.
—¿Cervezas? Jamás he bebido alcohol —se asombra Mark.
—Tienes muchas cosas que aprender de la vida, querido amigo.
—A mí me gustaría ser más que eso.
—No tan rápido, tienes que cortejarme primero y hacer méritos.
—No sabía que fuera tan difícil conquistar a una mujer—se contraria.
—A una mujer como yo, seguro que sí.
Mientras ellos hablan, llegan Elijah y Zoé de la fundación. A Linda no le hace mucha gracia verlos juntos:
—¿De dónde vienen? —pregunta con suspicacia.
—Hola, Linda, ¿cómo estás, Mark? —saluda Zoé ignorando la dura mirada de Linda, a quien la tregua le duró muy poco.
—Mark, vives metido en la mansión—señala Elijah sonriendo ante lo obvio.
—Espero no te incomode, amigo.
—Descuida.
—Es un placer verlos, me retiro—advierte Zoé y sube a su habitación.
—Tu madrasta sí que es hermosa, Elijah.
—Cierra la boca, Mark. Vas por muy mal camino —lo reprende Linda.