Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 14. Extrañezas.

Tiempo después...

Lucas y Zoé se encuentran en Italia en su recorrido por el Viejo Continente. Esta pareja vive en una eterna luna de miel.

—¡Cariño! —Exclama Lucas, maravillado.

—Dime.

—Has estado muy retraída en todo el viaje, no me digas que echas de menos a Grace.

—A pesar de todo, es mi madre— disimula.

—Claro, mi vida, y tú eres su única hija.

En realidad, los pensamientos de Zoé estaban puestos en Elijah. Ya deseaba que los días transcurrieran a toda velocidad para regresar a la mansión y volver a verlo.

—Querida, Elijah está en un retiro espiritual.

—¿Cómo? ¿Tardará mucho allá? —preguntó con desconcierto, y Lucas la miró con aprensión.

—Veo que te has encariñado mucho con mi hijo. Si representara algún peligro, me pondría celoso.

—No digas eso ni en broma, Lucas. Jamás te sería infiel y menos con tu hijo. Es absurdo. Si te quiero —finge.

—Lo sé, amor, solo bromeaba.

—Mejor voy a cambiarme, quiero ir a la Torre de Pisa.

A Zoé le aterroriza la situación, debe proteger su reputación y tratar de ser menos obvia cuando hablen de Elijah. Al igual que su madre, tampoco está dispuesta a perderlo todo por una pasión prohibida.

—Zoé, querida, mira lo que te compré— y le entrega unos hermosos pendientes de perlas.

—Son bellísimos, Lucas. Adoro las perlas.

—Son auténticas.

—Lo sé.

—Quiero verte siempre regia y feliz.

—Gracias, mi vida.

*****

Seminario americano, Los Ángeles.

Tras el retiro espiritual, los aspirantes a sacerdote regresan al seminario con el monseñor. El padre Tomás nota que Elijah es diferente; presiente que algo va mal con él:

—Hijo, ¿puedes venir un momento?

—Sí, padre.

—Te noto distinto, ¿te sucede algo?

—Realmente sí, padre, quiero confesarme.

—Vamos a la sacristía.

Al llegar, el hermoso Elijah comienza a narrarle lo que acaba de sucederle:

—Padre, no sé cómo empezar. Me siento avergonzado— dijo conmocionado.

—Ahora sí que me preocupas, Elijah. Tú eres uno de los pocos que tiene vocación.

—La esposa de mi padre me perturba— dijo directamente.

—Explícate mejor.

—Es una mujer muy joven, prácticamente de mi edad. Creo que tengo que alejarme de la mansión porque pienso que ella puede ser una tentación para mí y para mi vocación.

—Lo que dices es muy grave. En este mundo estamos rodeados de demonios que quieren desviarnos de nuestro camino. Te entiendo y no te juzgo, hijo. Solo te sugiero que hagas lo correcto y por tu bien: pon tus pensamientos en orden y aleja a esa mujer de tu vida, ella no es cualquier mujer.

—Lo sé, padre, soy consciente de la gravedad del asunto.

—¿Te sientes atraído por ella?

—Zoé es bellísima, aún lo sé. Nunca antes había deseado a ninguna mujer.

—¿Acaso ves con deseo a tu madrastra?

—Me temo que sí.

—¡Santo cielo! Tienes que alejarte de la mansión, Elijah, antes de que sea demasiado tarde. Tú también eres un hombre muy joven y puedes cometer una locura en cualquier momento. Y justo ahora estás tentado por la belleza de una mujer y lo peor de todo es que es la esposa de tu padre.

Confesarlo al padre hizo que se atormentara aún más. La algarabía que sentía hace unos días se esfuma por completo y el joven siente mucha ambigüedad en su entorno. No acepta lo que su subconsciente le insinúa equivocadamente.

*****

Días después, en la mansión Hamilton.

Llegan de su viaje con muchos obsequios para todos. Zoé los acomoda en el sofá y los etiqueta antes de entregarlos. También le habían traído algunos regalos a los empleados, pero, a diferencia de Grace, Zoé es un poco más diplomática con ellos. Elijah estaba en la casa con su hermana, que lo miraba de reojo para medir su reacción ante la presencia de su madrastra. Rápidamente, Elijah la encaró:

—¿Qué tanto me miras, Linda? Llevo tiempo notándote muy rara.

—Así como temes por Mark, yo también temo por ti, hermanito— contestó sarcásticamente.

—Elijah, este es para ti —dijo Zoé, y le dio un fuerte abrazo al joven. Linda, que era muy suspicaz, simuló tropezarse para evitar que Zoé siguiera abrazándolo.

—¿Y mi regalo, Zoé? —preguntó Linda y Elijah, se incomodó internamente.

—Aquí está, querida. Te compré esta bufanda, perfumes y una tableta.

—Yo quería unas carteras y bolsos, porque voy a empezar la universidad en unos días.

—No seas majadera, Linda —la regaña Lucas.

—Tranquilo, amor. Esta semana podemos ir de compras tú y yo, Linda.

—Me parece estupendo, Zoé. Al fin tienes una buena idea. Creo que el juntarte tanto con Elijah ha sido muy favorable para ti.

—Mi hijo es favorable para todo el mundo.

—Voy a la cocina por Salvador y los demás —advierte Zoé, huyendo de los cuestionamientos de Linda.

—Descuida, yo voy —se ofrece Elijah.

—Sí que es un santo, mi hermanito—apunta Linda nuevamente con ironía, antes de reírse de su comentario.

Los criados llegan velozmente, muy contentos con sus regalos. Zoé se le arrima a Salvador para darle su regalo en persona, pues le tiene un cariño muy especial, algo poco frecuente en ella:

—Esto es para ti, Salvador. Te lo doy con todo mi cariño. Realmente te tengo mucho aprecio —y le da un beso y un abrazo.

—Gracias, Zoé, sabes que eres como una hija para mí.

—Te quiero mucho—y lo vuelve a abrazar.

De repente, llega Grace por sorpresa a la mansión, ya se había mudado a su nueva casa:

—¿No compraron nada para mí? Vine por mis regalos —dijo mirando con recelo a Salvador.

—Claro que sí, mamá, te traje muchas cosas, pero las tengo arriba —dice Zoé y se retira con su madre.

Elijah tomó a Linda delicadamente de la mano y le dijo:

—Vamos fuera, tenemos mucho de qué hablar.

—De acuerdo.

—Te exijo que no insinúes cosas que no son. Mi padre no es tonto y puede pensar mal. Realmente no hacemos nada malo.




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