Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 16. Alegría ausente.

Días después…

Seminario americano, Los Ángeles.

Un ligero murmullo se cuela por la ventana de Elijah, junto con los feroces gritos silentes de la culpa. Es imposible para él ver a su padre a los ojos, se siente culpable de aquel sencillo beso que Zoé le propinó, considera que ha traicionado su confianza. A pesar de ser un joven ecuánime y centrado, es un hombre sencillo que todavía desconoce lo complicado del mundo, donde el deseo y las bajas pasiones se ciernen equivocadamente hasta aturdirlo por completo.

Llega el padre Tomás y le dice:

—Elijah, tienes visita.

—No quiero ver a nadie, padre.

—Es tu madrastra—asienta el padre con seriedad, debido a que conoce todo lo que acontece entre ellos.

—A ella menos que a nadie quiero ver, padre.

—Recíbela, hijo. Y aclara tus sentimientos, es mejor tomar el toro por el cuerno y no huirles a los problemas. Como futuro sacerdote, tienes que armarte constantemente de valor para enfrentar situaciones complicadas, no dejes que un desliz te desvíes de tus propósitos, ya lo hablamos, Elijah.

—Tiene razón, padre. Necesito acabar con esto de una vez.

—Ve, hijo.

Elijah se siente muy contrariado, sintiendo como la tristeza y el dolor se internalizan en su interior. Por lo que se le acerca a Zoé con muy sobriedad y pregunta:

—¿Qué haces aquí?

—Sé que huyes de mí, pero no tienes por qué hacerlo. Todos están muy preocupados por tu ausencia, vuelve a la casa. Sino notarán que algo muy extraño te pasa—se muestra anhelante.

—Tu sabes muy bien que es lo que me pasa, no debiste besarme, Zoé. Confundiste enormemente las cosas, cuando solo quise ser amable contigo, nada más.

—Lo sé, Elijah, también vine para que me perdones, jamás volverá a pasar. Haré como si ese beso nunca hubiera existido. Tienes mucha razón en estar molesto conmigo. Voy a ir a terapias, como te dije, necesito sanar mi mente—suplica.

—Está bien, Zoé, yo te perdono. Ora, pídele a Dios que sane tu mente, es el único que puede aliviar tus penas. Como te dije en una oportunidad, sino amas a mi padre déjalo o sino intenta ser feliz con él, tan solo no lo lastimes. Así como me besaste a mí, puedes hacerlo con alguien más, justo ahora eres una mujer muy vulnerable.

—Lo sé y lamento tanto haberte ofendido. Pero, vuelve a la casa como antes, por favor.

—Lo pensaré, ahora es mejor que te vayas. Necesito pensar y orar mucho por los dos.

—¿Por los dos?

—Vete, Zoé.

Zoé jamás había imaginado que Elijah se metería en su mente tan profundamente. Siempre pensó que estar casada con Lucas sería la garantía de una vida plena y próspera. Ahora, simplemente, un furtivo error le puede costar todo aquello que le proporciona seguridad.

Para Elijah ese beso continúa siendo una mancha en sus labios y un grave error que no se puede volver a repetir por nada del mundo.

*****

Mansión Hamilton.

Lucas se desespera al no hallar a Zoé por ningún lado, va hasta la cocina para preguntar a los criados por ella, pero tampoco le contesta el móvil. Se preocupa y entra en pánico rápidamente:

—¿Dónde se habrá metido, Zoé? —pregunta.

—No lo sé, señor. Ella salió con Salvador—responde Sarah una de las empleadas.

—Está bien, Sarah. Voy a seguir insistiendo con Salvador.

—Con permiso, señor.

Al cabo de unos minutos, Salvador contestó al teléfono. Zoé se había ido a ver a Elijah a escondidas y le dijo a Salvador que la esperara en un parque cerca del centro comercial. Este simplemente accedió sin preguntar. Su hija secreta le había pedido que lo hiciera.

—Salvador por fin contestas, ¿dónde está mi esposa?

—Está aquí conmigo, Lucas. Fuimos al psicólogo y luego la trae al parque, para que viera el paisaje—responde con tranquilidad y Lucas respira más sereno.

—¿Me dices la verdad?

—Jamás te metería, Lucas y lo sabes—afirma.

—Pero, ¿por qué ella no me responde?

—Seguramente apagó su celular cuando entró en la sección. Si quieres, te la paso para que te cerciores de lo que te digo.

—Está bien, pásemela.

—Zoé, Lucas quiere hablarte—Zoé accede y toma el celular:

—Amor me tenías muy preocupado, te estuve marcando y nada que contéstate.

—Lo siento, querido, apagué el teléfono en la sección, olvidé encenderlo.

—¿Cuándo vuelves?

—Ahora mismo vamos a la mansión, solo vine al parque a respirar aire fresco.

—Ven pronto, querida. No puedo estar alejado tanto tiempo de ti, necesito tenerte cerca.

—Voy cariño.

—Te espero con ansias.

Aunque Lucas lo oculte, él sigue sintiendo esa hostilidad y esos celos disimulados. En el fondo, no confía ciegamente en la joven, pero su juventud lo envuelve tanto que estaría dispuesto a todo por ella.

La aleja de todo lo que, para él, represente un peligro e, incluso, no le importa dañar su salud mental, idea que, con su fortuna, podría pagar todas las terapias que necesita, ya que no está dispuesto a cederle espacio. Zoé es suya y de nadie más. En el fondo, la ve como si fuera un objeto de su propiedad.

*****

Al llegar a la mansión, sus fútiles pensamientos la acompañan y no la dejan. Cree que solo se sentirá liberada cuando tenga de vuelta a Elijah en casa. Las terapias, al parecer, no surten ningún efecto positivo en ella, que sigue clavada en su desgracia interna, y su rostro muestra demacración y tristeza.

Lucas la mira al pie de la escalera con detenimiento y piensa que para quitarle esa amargura planificará otro viaje, esta vez por el Caribe. Cree que tiene el dinero suficiente para contrarrestar su tristeza y cambiar el panorama. Lo único que se mantiene intacto en su mente es el deseo de poseerla.

—Querida, me asusté mucho, cuando no me contéstate.

—En las secciones nos exigen apagar el celular.

—¿Y cómo te fue?

—Creo que bien, toda esta semana debo de asistir con regularidad.




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