Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 18. Tergiversaciones.

Amanecen nuevamente con la misma sintonía, en la casa solo se hallan ellos en compañía de algunos sirvientes, con la presencia de Elijah en la mansión Zoé decidió suspender las terapias, concibe que se siente mucho mejor, y más lejos de su madre.

Deciden desayunar en el jardín, se les hace un lugar apacible y sereno. Nadie intuye todavía nada raro entre ellos, determinado por la fiel conducta del joven.

Un ligero destello de luz dorada ilumina en sus rostros, el cálido resplandor hace un hermoso contraste con el color profundo de sus ojos verdes, Zoé y Elijah se quedan mirándose fijamente el uno al otro, el entorno está lleno de sensaciones placenteras mientras intercambiaban palabras, el corazón de Zoé se agita cuando mira a Elijah con detenimiento, sintiendo amargas sensaciones al detallarlo mientras el platica.

Su presencia de alguna forma u otra la seguía martirizando y hacia que se sacudiera a gran profundidad, podía sentir el calor de su aliento cuando hablaba sin detenerse, provocando escalofríos en su columna vertebral.

Su conexión parecía transcender las palabras, sintiéndose contenta con el simple hecho de estar ahora juntos así sea conversando como unos grandes amigos.

De la nada, se cruzan en sus pensamientos extrañas conmociones que la inmovilizan concibiendo como su luz interior se desvanecía de alguna forma u otra, cayendo en cuenta que Elijah es el hijo de su marido y aspirante a sacerdote. El tiempo en ella pareció detenerse envolviéndose por un momento de pura conexión y cruda emoción.

—Estás muy callada, mientras yo no dejo de parlotear, ja, ja, ja—señala en tono jocoso.

—No puedo evitar notar lo sereno y observador que eres.

Para ella su presencia exuda una sensación de calma e introspección que no encuentran comúnmente en los demás. Si bien algunos pueden confundir la naturaleza tranquila de Elijah con desapego y desinterés, ella lo ve como alguien que es muy observador y reflexivo.

—Podría pasar horas platicando contigo, eres muy agradable e inspiras mucha paz.

—Tu compañía también me es muy grata.

—Qué bueno ya no existen fricciones entre los dos.

—Eso quedó en el pasado.

—Tus palabras pueden ser pocas, pero cuando hablas, expresas gran sabiduría que atraen a los demás—sus palabras conmueven a Elijah.

—Para algunos puedo ser un ser extraño, absurdo y hasta aburrido, en un mundo que a menudo se valora el ruido por encima de la sutileza.

Su comportamiento tranquilo lo percibe como un oasis de paz en un mundo lleno de ruidos y caos, no cabe duda que se siente atraída hacia él, se muestra anhelante e impaciente por descubrir las profundidades de sus pensamientos y emociones.

—¿Cómo van tus terapias? —pregunta cambiando radicalmente el tema.

—Ya no las necesito, por lo pronto seguiré con los ejercicios en casa.

—También te vendría bien salir de vez en cuando.

—Mi única amiga es Emily, y está próxima a casarse. También se acaba de graduar y está muy saturada ahorita.

—Puedes salir con Linda y Solange—sugiere.

—Con Linda, nos llevamos más o menos ahora, pero con Solange, no creo que tenga nada en común, ella solo es una simple sirvienta—esta afirmación la pronuncia con frialdad y a Elijah se le desdibuja la sonrisa de su rostro.

De repente, su madre llega a la mansión y se dirige al jardín, donde Zoé está desayunando con Elijah. Sin dudarlo, pide que la atiendan e insiste en acompañarlos para interrumpir así la conversación de manera abrupta.

—Hace calor, ¿dónde están Lucas y los demás? —preguntó mirando a su alrededor con recelo, sin embargo, prefiero mantener la calma ya que tenía varias exigencias que hacerle a su hija.

—Es un placer verte en la mansión, Grace—dice Elijah con la voz tenida de inquietud—ahora debo de retirarme para continuar con mis oraciones diarias—ante de irse Grace detalla lo siguiente:

—Ruega por mí querido y por todos los pecadores que habitan en esta casa—apunta sarcásticamente. Y Elijah asiente con su cabeza y se retira.

—Siempre tan grosera, mamá, no fue apropiado hablarle a Elijah de esa manera.

—Elijah para allá, Elijah para acá, me estoy hartando de ese tonto curita.

—Respeta—se levanta enojada.

—Tranquilízate, hija, siéntate no me dejes aquí sola.

—Qué raro tu indisponiendo a los demás—dice y vuelve a sentarse.

—Basta, Zoé. Vengo con una larga lista de exigencias. Las migajas que me da Lucas no son suficientes para mis gastos. El presupuesto no se ajusta a la inflación—describe con ironía.

—Es lo único que sabes hacer bien, exigir.

—Además de eso, también me aburro mucho en esa casa tan pequeña, hija. Nada que ver con la mansión Hamilton, extraño toda la comodidad que disfrutas diariamente—dice mientras toma un sorbo de su jugo de naranja.

*****

Elijah se sentía emocionado y sereno mientras se preparaba para partir al seminario. Sin embargo, su ansiedad fue rápidamente reemplazada por alegría cuando su tía Emma se presentó en su puerta:

—Vine a ver al santo más hermoso de esta esta familia.

—Cada vez que me comparan con un santo me incomodan, tía.

—Lo decimos por cariño.

—Lo sé, sin embargo, no deja de incomodarme.

—Lo siento, querido.

—No te preocupes, tía, no soy de lo que se molesta con facilidad—se asoma Emma por la ventana del cuarto de Elijah y percibe la visita de Grace.

—Grace está aquí, hijo.

—Si hace rato me topé con ella en el jardín—advierte con desgano.

—Lo dices, como si no te agradara su presencia.

—Sé que todos somos hijos de Dios, pero Grace me parece una mujer muy desagradable.

—A mí también, hijo, solo la tolero por tu padre y para mantener la armonía familiar.

—¿Cómo van tus cosas, tía?

—A mis atelieres y tiendas gracias a Dios les va de maravilla, lo malo que es que todavía permanezco sola, después de la muerte de Albert, así me siento.




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