Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 21: Lo indebido sucede…

Cae un fuerte aguacero en medio de una noche oscura y fría, y no hay nadie en casa. Linda ha empezado la universidad y Lucas sigue de viaje. Zoé y Elijah se encuentran solos en la mansión con el deseo en su máximo apogeo. Es Zoé quien desea poseer al ingenuo y temeroso Elijah y entra en su habitación.

El sonido de la lluvia golpeando con fuerza contra la ventana hace que Zoé se toque el rostro y sienta cómo el álgido e intenso deseo la envuelve por completo. Elijah estaba a punto de dormirse, perdido en sus pensamientos, cuando de pronto siente la presencia de ella en la habitación. Levanta la mirada, sorprendido, mientras ella se acerca a él lentamente con un brillo depredador en los ojos.

Al percibir sus intenciones, el corazón de Elijah se acelera rápidamente con fuerza, sintiendo una mezcla trémula de emoción y miedo que lo domina. Zoé no dice ni una sola palabra, se sienta en la cama y cruza la línea de la intensa barrera que los separaba. Roza sus dedos en su cara y traza una suave línea en su mandíbula.

Elijah se paraliza e inmuta, sin saber qué hacer ni qué decir, sintiendo un intenso escalofrío que recorre todo su cuerpo, cargado de sentimientos perturbadores y pecaminosos.

Ella inclina la cabeza para encontrarse con sus labios. Su exigente beso encendió un fuego que ninguno de los dos podía ignorar. Mientras tanto, el torrencial aguacero seguía haciendo estragos fuera, el sonido era un telón de fondo relajante para su apasionado encuentro.

En ese momento solo estaban ellos dos, consumidos por un hambre que no podían negar. Zoé se apartó y lo miró con dulzura, mientras él seguía sintiendo que todo era muy extraño. Cuando sus cuerpos se disponían a entrelazarse, la cordura hizo acto de presencia y Elijah la apartó de su lado con sutileza. Seguía muy conmovido con la escena.

—Zoé, por Dios, ¿qué haces? Sal de aquí, te lo imploro.

—No me ruegues que me aparte de ti, porque no lo haré. Es algo más fuerte que yo. Te deseo, Elijah. Eres todo lo que imaginé en un hombre —acentúa con firmeza.

—Seré un sacerdote. Eso es un sacrilegio. Eres la mujer de mi padre, vete, te lo ruego.

—No me pidas que me vaya, no te pienso obedecer.

Una impetuosa tormenta se gestaba en su interior, sus fuertes deseos alcanzaban un punto peligroso. En lo único que podían concentrarse era en la intensa unión que compartían, perdidos en un abismo colosal que parece no tener fondo.

Zoé comienza a acariciar su pecho y a llenar su cuerpo con besos, mientras Elijah cierra los ojos, confusamente, al tiempo que siente placer. Para el pobre Elijah el sexo nunca fue una prioridad, ahora se halla atado y envuelto en una flagrante pasión que parece no detenerse. Murmura enseguida con la voz entrecortada:

—Para— Zoé no le presta atención a su advertencia.

Ella, al tener un poco más de experiencia, domina la situación, llega hasta su abdomen y lo roza con sensualidad, luego baja la cremallera de su pantalón con delicadeza. Esto hace que Elijah se ponga rígido de golpe. La lluvia comienza a ceder instantáneamente, pero ya es demasiado tarde para Elijah, que ya había sucumbido al deseo desenfrenado y peligroso que ella desató en él.

Zoé había encendido un gran fuego en el interior de Elijah que ya no podía extinguirse. Recordó las advertencias del padre Tomás en medio del acto y las apartó de su mente. Sus pensamientos racionales se vieron nublados por la intensa y devoradora pasión que ella despertaba en él. Sabía que se adentraba en aguas peligrosas, pero no pudo evitar sentirse aún más atraído hacia las profundidades de ese ardiente deseo.

Se detiene frente a ella, con el corazón acelerado y la mente consumida por la culpa, y se da cuenta ágilmente de que había llegado demasiado lejos. La belleza de Zoé y su atractivo físico habían demostrado ser lo suficientemente poderosos como para resistirse a sus delicados encantos. Zoé lo mira a los ojos después de haber terminado su encuentro y se da cuenta de que no hay vuelta atrás, ya han sucumbido a la temida pasión que ambos han estado evitando todo este tiempo; en realidad, más Elijah que ella. Zoé siente que es capaz de arriesgarlo todo por la emoción de esa pasión prohibida.

—Esto no debió pasar—dijo Elijah.

—Fue realmente maravilloso.

—Zoé, no sabes lo que dices. Nuestra realidad es muy dura, Dios mío, ¿qué hice? — la duda y el remordimiento aparecieron.

—No te atormentes. Yo lo disfruté muchísimo. También fue mi primera vez con un hombre tan puro como tú.

—Zoé, seré sacerdote.

—Fuiste muy dulce, Elijah— le dice, ignorando sus palabras.

—Basta, Zoé. Abre los ojos.

—Déjame disfrutar de este momento, siento que todo el sufrimiento ha valido la pena.

—¿De qué sufrimiento hablas? —pregunta él desconcertado.

—No digas nada, Elijah, solo déjate llevar.

—Ya no más, sal de mi cuarto.

—Hoy no, Elijah, hoy no.

Zoé ignora su súplica, no concibe apartarse de su lado esa noche. Lo único que quiere es hacer el amor con Elijah de mil maneras. En este punto, alejarse de él no es una opción que pueda considerar. Lo único que desea es sentirse amada entre sus brazos. Con Lucas jamás había sentido lo mismo que con su hijo. En este momento, poco le importa la prohibición que se cierne sobre su relación.

*****

—¡Elijah! —exclamó alterada.

Solange se despertó sobresaltada después de haber tenido una pesadilla. Había soñado con Elijah, el hombre del que estaba secretamente enamorada. Mientras yacía en la cama, con los recuerdos de su sueño todavía frescos en su mente, Solange no podía quitarse de encima la sensación de temor que la había invadido. Elijah siempre era el centro de sus pensamientos, pero verlo en su pesadilla la inquietó más de lo habitual. Se preguntó si lo que había soñado obedecía a sus ansias y temores por amar al hombre equivocado y si, por su investidura religiosa, Elijah jamás la vería como mujer. Solange desconocía lo sucedido hacía pocas horas con su madrastra.




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