Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 25. Insistencia.

Zoé espera pacientemente a que Elijah salga de la fundación. «Es ahora o nunca», se repite a sí misma y llega hasta donde tiene aparcado su coche. Lo enfrenta nuevamente.

—Elijah, necesito que dejes el seminario y vengas conmigo.

—Zoé, estás perdiendo la cabeza y también a mí. Me he comprometido con el sacerdocio y las nobles causas, no puedo dimitir y marcharme ahora. Entiende que lo nuestro no puede ser y que lo que pasó fue un completo error que no me deja en paz —expresa con tristeza.

—Pero, ¿qué pasará con nosotros? Tú no eres el único que sufre, Elijah —dice con emotividad.

—Yo también me preocupo por ti, Zoé. Tampoco quiero que tú sufras, pero creo que no está bien que estemos solo aquí. Vamos por un taxi para ti, te acompaño—se revela sereno y benevolente con ella.

—¿Estás eligiendo tu vocación en lugar que a mí? Hace solo una noche fui mujer entre tus brazos —lo confunde.

—También eres la mujer de mi padre, no hagas esto más difícil. No es justo hacernos daño. No se trata de elegir una cosa en detrimento de la otra. Se trata de hacer lo correcto para ambos.

—No puedo creer que estés sacrificando nuestro amor por el seminario. Tú ya no tienes vocación. Me hiciste el amor con pasión, Elijah. Ese día no estuve con un seminarista.

—Cállate, lo que dices es perverso—le horrorizan sus palabras.

—Eres un hipócrita y un falso. Me usaste y pretendes desecharme como si fuera un trapo viejo que no sirve para nada.

—Ser sacerdote siempre fue mi sueño. Es muy importante para mí hacerlo realidad, no puedo abandonarlo, Zoé. Ni siquiera por ti. Vamos por el taxi.

—Espera, por favor —le suplica—no quiero creer que es un adiós definitivo. Te juro que te amo, dejaré a Lucas si me lo pides.

—No, lo siento, Zoé. Espero que puedas entenderlo algún día.

—No creo que lo haga. No concibo perderte, Elijah. Un adiós no está contemplado para mí—insiste en sus pretensiones.

Elijah se da la vuelta por un momento y es atormentado por su insistencia. Él tampoco sabe cómo dejar de lado ese oscuro sentimiento que lo desequilibra y lo convierte en prisionero de un amor imposible. Mira al cielo buscando hallar respuesta a su santo pecado.

Mientras tanto, Zoé se mantiene firme en su petición y, rápidamente, comienza a llorar desesperadamente y le cuenta a Elijah el supuesto horror que supone para ella estar casada con su padre.

Zoé, con lágrimas corriendo por sus mejillas, mira a Elijah con una mezcla de desesperación y súplica. Inmediatamente le dice:

—No entiendes lo que es vivir así, Elijah. Es un horror, un verdadero horror—dice con voz temblorosa por la emoción.

Elijah, cuyo rostro refleja una mezcla de preocupación y duda, se acerca a ella y trata de ofrecerle consuelo:

—Zoé, cuéntame exactamente qué está pasando. ¿Cómo te trata mi padre? —se contradice, conmovido ante su sufrimiento.

Zoé, tomando una profunda respiración, intenta componerse, pero las palabras parecen derramarse de ella como un río desbordado:

—Tu padre... Él no me ve como su esposa, Elijah. Me ve como un objeto, un trofeo que puede exhibir. No hay amor, solo posesión. Me siento atrapada, como si estuviera en una jaula de oro.

Elijah, frunciendo el ceño, se sienta junto a ella en la cajuela del coche, mientras su mente lucha por asimilar lo que Zoé le está contando.

—¿Por qué no me dijiste esto antes, Zoé? ¿Por qué esperar hasta ahora? —le cuestiona él.

—Porque tenía miedo —admite Zoé, secándose las lágrimas. —Miedo de lo que él podría hacer si se enterara de que te lo conté. Miedo de que nadie me creyera. Pero no puedo soportarlo más, Elijah. Necesito que me ayudes, por favor. También mi madre me atormenta con su vanidad. Tienes que creerme, te lo suplico.

Elijah, tomándola de las manos, le asegura con firmeza:

—Te creo, Zoé. Y te prometo que encontraré la manera de ayudarte. Nadie merece vivir así. Juntos encontraremos una salida.

El hecho de que Zoé le cuente a Elijah que se casó con Lucas por obligación y la dinámica tóxica que tiene con su madre añaden profundidad a su entorno y complican aún más la decisión de Elijah de alejarla definitivamente de su vida. Zoé, atrapada en un matrimonio que parecía ser su salvación, se ve en una realidad donde la opresión no solo viene de su esposo, sino también de su propia madre. La madre de Zoé, con su codicia y excentricidades, ejerce una forma de control y abuso emocional, viendo a su hija no como un ser querido, sino como una fuente de riqueza y estatus social. Zoé, atrapada entre las comodidades que le ofrece Lucas con su fortuna y su deseo de libertad personal, se ve obligada a navegar un camino lleno de sacrificios y compromisos.

*****

Tiempo después...

En la mansión, Lucas se acerca rápidamente a Zoé, con una mezcla de preocupación y alivio, y la mira con atención, tratando de entender la situación sin pronunciar palabra. Luego dirige la mirada a su hijo Elijah. Finalmente, rompe el silencio.

—Zoé, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? — su voz denota una profunda inquietud.

Zoé, con la vista baja y la voz temblorosa, apenas logra articular palabras, y responde:

—Estoy... Estoy bien, Lucas. Solo ha sido un día difícil. —Evita mirar directamente a su marido, consciente de la tormenta de emociones que la embarga.

Lucas, desconcertado, se acerca con una mirada comprensiva hacia su esposa y luego hacia Elijah.

—Gracias, Elijah, por cuidar de ella. Zoé, cariño, ¿quieres hablar?

Elijah, sintiendo la necesidad de protegerla y, al mismo tiempo, de explicarle a su padre, interviene diciendo:

—Papá, te aseguro que Zoé está bien. Hoy fue un día complicado para ella y pensé que lo mejor era traerla personalmente a casa. Deja que se retire a descansar, tenemos que hablar, papá.

—Está bien, hijo, pero me estás preocupando.

Zoé mira a su esposo, luego a Elijah, desde lo alto de la escalera. La carga de mantener en secreto lo sucedido la noche anterior pesa sobre ella, pero al mismo tiempo, siente un vínculo inquebrantable con Elijah, quien le ha mostrado un cariño y un apoyo incondicional hoy día.




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