Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 30. Ya nada importa.

En la mente de Elijah nada es imposible. Acuerda con Zoé y la busca en la mansión con mucho sigilo. Ella sale aprovechando que todos se han ido y entra en su auto a toda velocidad. Elijah le tenía preparada una sorpresa, la llevaría hasta la granja de los Hamilton, que tienen a las afueras de California. Por lo general, casi nunca van porque la madre de Elijah murió allí.

—Espero que te gusten las sorpresas, porque hoy te tengo preparada una muy especial—advierte Elijah, arrancando el coche con una sonrisa emocionada.

—Me encantan las sorpresas, sobre todo si vienen de ti. ¿A dónde vamos?

—A un lugar muy especial para mí, la granja de los Hamilton, a las afueras de la ciudad. No hemos ido mucho desde que mamá... bueno, desde que mamá nos dejó. Pero creo que es hora de crear nuevos recuerdos, ¿no crees? —Apunto y dice con una mirada llena de nostalgia, mezclada con una chispa de alegría.

—Elijah, eso suena maravilloso. Estoy aquí para compartir esos nuevos recuerdos contigo. Gracias por dejarme ser parte de algo tan personal.

—Gracias a ti, por estar dispuesta a compartir esto conmigo. La granja siempre ha sido un lugar de paz y serenidad para mí. Y quiero que tú también lo experimentes.

El viaje hasta la granja se desarrolla entre risas compartidas y conversaciones profundas. Al llegar, la luz del atardecer baña la estructura rústica de la granja, dándole un aspecto casi mágico. Al abrir la puerta del coche para Zoé, Elijah dice:

—Bienvenida a la granja Hamilton. Espero que este lugar te hable tanto como me ha hablado a mí a lo largo de los años.

—Es hermoso aquí, Elijah. Siento una paz increíble. No puedo creer que nunca hayas mencionado este lugar antes.

—Supongo que guardaba este lugar en mi corazón, como un refugio personal. Pero ahora me alegro de poder compartirlo contigo.

Se dirigen hacia la granja, con Elijah mostrándole a Zoé los alrededores. Su unión se hace más profunda mientras exploran el lugar, comparten historias y sueños para el futuro. La granja, con su belleza serena, se convierte en el escenario perfecto para fortalecer su vínculo.

Elijah, con la respiración aún entrecortada por la intensidad del momento, mira profundamente a los ojos de Zoé en busca de algún indicio de arrepentimiento, pero solo encuentra un reflejo de su propia pasión. Consciente del peso de sus acciones, rompe el silencio con una voz temblorosa, pero decidida.

—Zoé, lo que acabamos de hacer... sé que está mal a tantos niveles, pero no puedo negar lo que siento por ti. Esto... esto no puede seguir, pero tampoco puedo arrepentirme. —Se emociona y se atormenta.

Zoé, aún bajo el hechizo del momento, acaricia suavemente la mejilla de Elijah, cuyos ojos brillan con una mezcla de deseo y tristeza.

—Elijah, yo... esto es una locura. Eres el hijo de mi esposo y tú... tú estás a punto de tomar un camino que te alejará de cualquier posibilidad de estar conmigo. Pero este momento, este error, si es que podemos llamarlo así, será un tesoro que guardaré en lo más profundo de mi corazón.

—Elijah toma las manos de Zoé entre las suyas, siente el calor y la conexión que parecen desafiar toda razón y moral.

—Hagamos un pacto, Zoé. Un pacto de amor oculto. Guardaremos este secreto, este sentimiento, entre nosotros. Sin importar lo que el futuro nos depare, este momento será nuestro y solo nuestro. Pero no podemos permitir que esto vuelva a suceder. No solo por lo que está en juego, sino porque no quiero que ninguno de los dos sufra más de lo necesario.

Zoé asiente con lágrimas en los ojos, consciente de la magnitud de su promesa.

—Un pacto de amor oculto. Lo guardaré conmigo para siempre, Elijah. Tienes razón, esto no puede volver a suceder. El precio sería demasiado alto para todos los involucrados—razona.

Hasta entonces, viven con la promesa de lo que compartieron, un pacto de amor secreto que, a pesar de las adversidades, les da la fuerza para enfrentar cada nuevo día. Porque, aunque están separados en sus corazones, Zoé y Elijah nunca han estado más cerca.

*****
Horas más tarde.

Mansión Hamilton.

En la penumbra de la habitación, con Lucas a su lado, Zoé se debate en un torbellino de emociones. La presencia de su esposo, aunque constante y familiar, no logra llenar el vacío que Elijah ha dejado en su corazón. A pesar del tiempo y la rutina, cada día le pesa más la máscara de felicidad que debe mantener.

Lucas, percibiendo la distancia emocional que se abre entre ellos, rompe el silencio con una voz teñida de preocupación.

—Zoé, ¿estás bien? Últimamente pareces estar en otro mundo.

Zoé, sorprendida por la pregunta, se debate entre la sinceridad y la necesidad de mantener su secreto a salvo. Después de un momento de vacilación, decide responder con cuidado:

—Sí, estoy bien. Solo estoy un poco cansada, eso es todo.

Lucas la mira con una mezcla de duda y comprensión.

—Si hay algo que necesitas, o si hay algo que te preocupa, sabes que puedes contarme. No tienes que enfrentarlo sola.

Zoé asiente, agradecida por la oferta, pero consciente de que hay verdades que Lucas no está preparado para escuchar.

—Lo sé, y te lo agradezco. Solo necesito descansar un poco.

El silencio vuelve a resultar pesado y lleno de palabras no dichas entre ellos. Zoé se da la vuelta y mira hacia la ventana, donde la luz de la luna se filtra a través de las cortinas. En su mente, las imágenes de Elijah vuelven una y otra vez, un recordatorio constante de lo que ha elegido ocultar por amor, por miedo, por la necesidad de proteger lo poco que le queda de felicidad.

Mientras Lucas se duerme a su lado, Zoé se queda despierta, contemplando la complejidad de sus emociones y las decisiones que la han llevado hasta este momento de su vida. En la oscuridad, se permite soñar despierta con un mundo donde no tenga que elegir, donde el amor no sea un secreto que pesa sobre su alma. Pero al amanecer, la realidad se impone una vez más y Zoé se prepara para enfrentar otro día, armada con la promesa de un amor secreto que le da fuerzas para seguir adelante.




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