Lucas, ajustándose el cuello del pijama, mira a Zoé con una mezcla de preocupación y cansancio. Sabe que hablar del tema de Elijah es delicado y, aunque parte de él desea evitar la conversación, entiende la necesidad de enfrentarse a ella.
—Elijah dejó el seminario. ¿Por qué? Bueno, tú sabes, ¿por qué lo hizo? —pregunta con cautela.
—Al parecer, lo hizo por una mujer. Por los sentimientos que empezó a desarrollar hacia ella. Es un tema complicado y sé que no es fácil de manejar.
Zoé, con la mirada baja, juega nerviosamente con el borde de su camisón. Aunque ya conoce la respuesta, escucharla en voz alta hace que se le acelere el corazón.
—Pero, Lucas, ¿cómo podemos manejar esto? No es justo para él... ni para nosotros. Estoy... Estoy confundida—asiente esquivando sus verdaderos sentimientos.
En este momento, ella se debate entre lo que siente y lo que tiene. En todo este lujo y comodidades que su marido le ofrece, se pregunta a sí misma: «¿Cómo puedo ponerlo en la balanza contra lo que siento por Elijah?».
Lucas suspira profundamente y se acerca a Zoé. Toma sus manos entre las suyas, buscando mirarla a los ojos, buscando una conexión que les permita superar este obstáculo juntos.
—Pero, ¿cómo puede estar enamorado de alguien si no tiene nada que ofrecer? Elijah ha vivido prácticamente toda su vida haciendo el bien y parte de ella en el seminario. No tiene una profesión o un trabajo real con el que ganarse la vida, así que dudo que pudiera mantener una relación—enfatiza Zoé.
—Zoé, el amor es complicado. Y sí, el lujo y las comodidades son atractivos, pero no son lo que llena el alma. En cuanto a Elijah, también debemos pensar en las consecuencias, en cómo esto afectaría a nuestra familia y a nuestro entorno.
Zoé, con lágrimas formándose en los bordes de sus ojos, asiente lentamente. Sabe que Lucas tiene razón, pero el miedo a tomar una decisión que podría cambiarlo todo la paraliza.
—Tienes razón, Lucas. Necesitamos pensar en todo, no solo en nosotros. Pero es tan difícil... —se vuelve a preguntar internamente: «¿Cómo puedo renunciar a uno sin anhelar lo que pierdo?»
Lucas, con un gesto de ternura, la abraza, ofreciéndole consuelo en medio de la tormenta de emociones.
—Lo haremos juntos, Zoé. Mi hijo no tiene que tomar esta decisión solo. Lo importante es que, sea lo que sea que decidamos, estaremos juntos en esto. Y sí, habrá cosas que perderemos, pero también habrá mucho que ganaremos. Lo importante es mirar hacia adelante y saber que, pase lo que pase, mi amor de padre guiará a Elijah y a esa mujer.
Zoé, sintiendo un poco de alivio en medio de su tormenta emocional, mira a Lucas con una mezcla de gratitud y afecto.
—Gracias, Lucas. No sé qué haríamos sin ti. Es solo que... Tengo miedo de que Elijah pueda arrepentirse, de tomar una decisión y luego darse cuenta de que fue un error.
Lucas, mirándola a los ojos con una firmeza que transmite seguridad, responde:
—Es normal tener miedo, Zoé. Pero recuerda, no hay decisiones perfectas. Lo importante es que tomemos una decisión con amor y con la mejor intención. Y si en el camino encontramos obstáculos, los superaremos como familia, como siempre lo hemos hecho. Lo que importa no es la perfección de nuestras elecciones, sino el amor y el apoyo que nos tenemos el uno al otro.
Zoé, ahora con lágrimas de esperanza mezcladas con sus miedos, asiente y se acurruca más en los brazos de Lucas, sabiendo que, pase lo que pase, no estará sola ante lo que venga.
*****
Al día siguiente...
En la oficina de Elijah en la fundación, él estaba revisando algunos correos en respuesta a solicitudes de ayuda, cuando Zoé entra y lo mira fijamente. Como de costumbre, trata de convencerlo, pero está perdida y no quiere perder a ninguno de los dos. Comprende que Elijah la ama, pero que también desea con la misma fuerza la fortuna de Lucas Hamilton.
Elijah se levanta de la silla y se pone de pie frente a ella con los brazos cruzados, visiblemente frustrado y molesto. Entonces, Zoé se acerca a él con una preocupación palpable.
—Elijah, ¿podemos hablar un momento? Es evidente que algo te preocupa—pregunta con suavidad.
—¿Tenemos algo de qué hablar, Zoé? Ayer todo quedó aclarado en la mansión, preocúpate por tu crucero por el Caribe, con eso de que amas viajar —apunta con ironía y decepción.
—Entiendo que te sientas mal y confundido después de lo sucedido ayer en la mansión. Pero entiéndeme tú a mí, tengo que guardar las apariencias delante de tu padre. Ni Lucas ni nadie puede enterarse de lo que ocurre entre nosotros, moriría en el acto—lo encierra.
—En eso tienes razón, pero finges muy bien, se veía todo tan real, Zoé. Para ti es fácil decirlo de esa manera, nunca has tenido que ocultarte delante de mi padre. Es muy difícil para mí fingir que no ocurre nada. Es mejor que no nos veamos más, vete de mi vida, Zoé. Te lo ordeno—enfatiza Elijah con firmeza.
—Eso nunca. Te amo. Nuestra relación es extraña, es secreta, tú bien sabes cómo es todo entre nosotros, Elijah. No tienes derecho a ponerme contra la pared cuando está en juego la salud de tu padre. Si Lucas se entera de lo nuestro, te juro que no lo soportaría.
—Basta, no me confundas más, por favor—siente culpa y suplica.
—Tranquilízate, cariño. Aquí estoy para hacerte entender cómo es nuestra relación. No estás solo en esto, Elijah. Me doy cuenta de que lo que estamos experimentando juntos es un reto para ti, pero distanciarte de mí no es lo apropiado para ninguno de los dos—. Se le acerca, le susurra al oído y Elijah se derrite rápidamente.
—Zoé, detente —murmura con la respiración entrecortada.
—Yo he visto y he sentido quién eres realmente, Elijah. Tu intimidad y tu piel me han hablado, tus deseos me pertenecen, al igual que tu amor. Sé profundamente quién eres, puedo sentir tu pasión a kilómetros de distancia.