Capítulo 37. Envueltos y atados.

Zoé no está dispuesta a perder la pasión y la complicidad que ha ganado con Elijah. En este momento, está en la granja con él, dejándose llevar por su prohibido amor.

Con un profundo suspiro, lo mira con una mezcla de frustración y deseo, le dice:

—No sé cómo manejar esto, Elijah. Mi madre... ella sabe sobre nosotros. Sobre lo nuestro.

Elijah, tomando las manos de Zoé entre las suyas, la mira con una mirada intensa y pregunta sorprendido: —¿Cómo? ¿Cómo se enteró tu madre?

—No lo sé. Pero ahora que lo sabe, siento que todo se complica aún más. No solo estamos desafiando las expectativas del destino, sino que también estamos lidiando con mi madre, que es... bueno, ya sabes cómo es.

—Zoé, desde el principio sabíamos que esto no sería fácil. Pero lo que siento por ti... eso no cambia, no importa quién esté en contra.

Ella sigue muy agitada con su situación y mira al suelo. Luego, levanta la vista hacia Elijah y dice:

—Pero mi madre es capaz de...

—Entonces lucharemos juntos. Juntos, tu madre, los rumores, nada de eso puede dañar lo que tenemos. Lo que siento por ti es más fuerte que cualquier secreto o cualquier complicidad perdida.

Zoé, con una pequeña sonrisa, aún insegura pero reconfortada por las palabras de Elijah, señala: —¿Crees que podemos hacerle frente a todo esto? A mi madre y a todo lo demás...

—Juntos, podemos enfrentarnos a cualquier cosa. La pasión y la complicidad que tenemos... eso es lo que nos hace fuertes. No dejemos que nadie, ni siquiera tu madre, nos quite eso.

Ella se recuesta en el abrazo de Elijah y, finalmente, se permite sentir un poco de esperanza. Agradece:

—Gracias, Elijah. No sé qué haría sin ti.

—Nunca tendrás que averiguarlo. Estoy contigo, pase lo que pase.

Ambos se quedan abrazados, encontrando consuelo en la presencia del otro, decididos a seguir dándole rienda suelta a su pasión prohibida.

*****

Después de pasar un rato agradable con Elijah, Zoé llega a la mansión feliz y serena, sintiendo que su amor secreto se afianza con el paso de los días. Lucas, por tanta carga laboral con sus nuevos proyectos en empresas Hamilton, ha estado los últimos días ausente de casa. Al verla llegar, Grace comienza a molestarla, pues se había instalado cómodamente de nuevo en la mansión.

Zoé, entrando a la mansión con una sonrisa serena en su rostro, aún envuelta en la calidez del momento que había compartido con Elijah, no se había percatado de la presencia de su madre, y esta, de repente, con una mirada inquisitiva, le pregunta:

—Ahí estás, Zoé. ¿Dónde has estado? Pareces... diferente.

—Solo estuve dando un paseo, madre. Necesitaba despejar mi mente. —Responde Zoé, intentando mantener su serenidad.

—Espero que ese «paseo» no te haya llevado a ciertas compañías... inapropiadas. —asevera con un tono de voz que esconde una amenaza innegable.

—¿No puedo salir a tomar el aire fresco? No veo por qué debería evitar ciertas compañías. —responde con ironía.

—Porque yo lo digo, Zoé. No quiero que te involucres con gente como Elijah, por ejemplo. No es bueno para nuestra familia ni para ti. Ya estoy harta de repetir lo mismo.

Zoé siente cómo la ira crece dentro de ella, pero intenta no perder la compostura.

—Elijah ha estado ahí para mí más que nadie últimamente. No puedes elegir con quién me relaciono.

—Puedo y lo haré, Zoé. Si sigues viéndote con él, tomaré medidas. No pongas a prueba mi paciencia.

—No puedes controlar todo, madre. No puedes controlar con quién quiero estar.

—Veremos, Zoé. Ya veremos. Recuerda que en esta familia las apariencias y los vínculos lo son todo. No cometas un error del que te arrepientas.

—Entiendo lo que dices, madre. Pero mi corazón... mi corazón no puede obedecer órdenes —respira hondo, tratando de mantener la calma.

—Cuida tus pasos, Zoé. No todos en esta familia estarán dispuestos a aceptar tus elecciones —advierte Grace, dando media vuelta y dejando la amenaza en el aire. Zoé se queda sola, contemplando el espacio vacío que deja su madre al irse.

Tiempo después...

Zoé se enfurece de repente, decide echar a su madre de la mansión y obligarla a que se vaya a su casa. Con una furia incontenible, le grita:

—¡Fuera de aquí, madre! ¡No quiero verte más en mi casa!

—¿Cómo te atreves, Zoé? ¿Esto es lo que has decidido ser? —le cuestiona Grace con una mezcla de sorpresa y desdén, intentando mantener su dignidad.

—¡Sí! ¡Estoy harta de tus manipulaciones y de tus juegos de poder! ¡Esta es mi vida, y tomaré mis propias decisiones! —advierte, acercándose a su madre con los ojos llameantes de ira.

—Te arrepentirás de esto, hija. No sabes las consecuencias que traerán tus actos.

—¡Las consecuencias serán mi libertad! ¡Ahora vete antes de que pierda completamente el control!

Grace le da un último vistazo lleno de desprecio, antes de girarse sobre sus talones y salir de la mansión. La amenaza:

—Esto no quedará así, Zoé. Recuérdalo.

Zoé, que ahora está sola en el gran vestíbulo, siente cómo la adrenalina abandona su cuerpo, dejando un vacío y una incertidumbre sobre lo que está por venir. Pero en lo más profundo, una chispa de liberación empieza a brillar con fuerza.

Grace, una vez que sube por sus cosas al piso de arriba, estrepitosamente, se enreda en las alturas con sus sandalias, cayendo por las escaleras y luego lentamente al suelo. Zoé se altera al contemplar la escena. Al ver a su madre desmayada, llama rápidamente a los sirvientes para que la auxilien.

En el caos que se ha apoderado de la situación, los sirvientes se apresuran hacia el vestíbulo, sus rostros marcados por la confusión y el miedo al ver a Grace inmóvil al pie de la escalera. Zoé, con el corazón latiendo desbocado, intenta mantener la calma mientras da órdenes; su voz se escucha temblorosa, pero firme.

—¡Rápido, llamen a un médico! ¡Y alguien que traiga agua y mantas! —grita Zoé mientras se arrodilla junto a su madre y revisa sus signos vitales con manos temblorosas, pero decididas. La respiración de Grace es débil pero presente, y Zoé suspira aliviada al notar que, aunque inconsciente, su madre está viva.