Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 39. Duro consuelo.

Zoé llega a la casa en silencio y, en lugar de entrar, se dirige a su rosal. Al verla cabizbaja y con apariencia llorosa, Salvador deja lo que está haciendo para brindarle el consuelo de un verdadero padre. Un secreto que Zoé todavía desconoce.

—Zoé, ¿pasa algo? Te veo un poco... ¿Todo está bien?

Zoé, intentando esconder su tristeza, le bosqueja una sonrisa forzada.

—Ah, no es nada, solo un día pesado, eso es todo.

—Un día pesado puede significar muchas cosas. Si quieres hablar, aquí estoy. A veces, compartir lo que pesa alivia un poco el corazón.

—Es solo que... a veces siento que no encajo, como si me faltara algo. No sé, es raro.

—Zoé, a veces la vida nos pone en situaciones que parecen no tener sentido, pero todas nuestras experiencias, buenas o malas, nos moldean. Y, en cuanto a sentir que algo falta, tal vez sea porque hay historias no contadas, historias que forman parte de ti.

—¿Historias no contadas? ¿A qué te refieres?

—Todos tenemos un pasado, historias que nos han llevado a ser quienes somos.

—¿Mi familia? ¿Sabes algo sobre mi familia que yo no sepa?

—No, Zoé. Lo que voy a decirte no es importante y solo quiero brindarte consuelo ante la melancolía que brota de tus ojos. Quiero que confíes en mí como tu padre.

—¿Mi padre? Me hace tanta falta justo ahora que me siento tan sola. Salvador traga saliva ante su comentario.

Grace, desde su posición elevada, observa con creciente inquietud la conversación entre Zoé y Salvador. La tensión en su rostro es evidente, temiendo que Salvador, en un impulso de sinceridad, termine por revelar más de lo debido. La posibilidad de que él confiese ser el verdadero padre de Zoé la llena de ansiedad, consciente de las complicaciones y posibles consecuencias que esa verdad podría desencadenar en la ya compleja trama de sus vidas.

*****

Al día siguiente...

Zoé recibe un mensaje de Elijah para verse. Aún estaba triste y enfadada por haberlo visto ayer con Solange. Sin embargo, respira hondo antes de contestarle:

—¿Qué necesitas, Elijah? Ayer te vi con Solange.

—Zoé, por favor, necesito que hablemos. No es lo que piensas.

—¿Ah, no? ¿Y qué es lo que debería pensar? Ayer parecía bastante claro.

—Te entiendo, pero te aseguro que las cosas no son como parecen. ¿Podemos vernos y hablarlo?

—No sé si quiero escuchar más excusas, Elijah.

—No son excusas, te lo prometo. Solo dame la oportunidad de explicártelo. Es importante.

—Está bien, pero esto no significa que te crea. ¿Dónde y a qué hora?

—Gracias, de verdad. ¿Qué te parece si nos encontramos en el lugar de siempre en una hora?

—De acuerdo, una hora. Pero espero que lo que tengas que decir valga la pena.

—Lo vale, te lo aseguro. Nos vemos pronto. Gracias, Zoé.

*****

Horas más tarde, Zoé llega a la granja, un lugar que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un escenario secreto para sus encuentros íntimos con Elijah. La granja, con su vasta extensión de tierras y el suave murmullo de la naturaleza, siempre ha sido un refugio para ambos, un lugar donde el mundo exterior parece desvanecerse y los envuelve en su propia burbuja de realidad.

Elijah la espera, su figura recortada contra el crepúsculo que tiñe de oro y púrpura el horizonte. A pesar de la belleza del entorno, Zoé puede percibir la tensión en el aire, una mezcla de expectativa y nerviosismo que parece emanar de Elijah. Este da un paso hacia adelante y sus ojos buscan los de ella, llenos de una sinceridad que Zoé no puede ignorar.

—Zoé—comienza Elijah, su voz firme pero suave—. Sé que lo que viste ayer no fue lo que parecía. Necesito que sepas que fue un malentendido. Solange y yo solo somos amigos. Amigos de verdad, sin nada más.

Zoé lo escucha, con la mirada fija en la suya, tratando de descifrar la verdad en sus palabras. La granja, con sus secretos y sus memorias, parece contener la respiración, esperando la respuesta de Zoé.

—¡Una bonita amistad! —repite ella lentamente, sopesando cada palabra con paciencia—Elijah, quiero creerte, realmente quiero. Pero necesito más que palabras. ¿Cómo puedo estar segura de que no hay nada más entre tú y Solange?

Elijah asiente, esperando esta pregunta.

—Lo entiendo, y haré lo que sea necesario para demostrártelo. No quiero perder lo que tenemos, Zoé. Lo que siento por ti... es más profundo de lo que jamás he sentido por nadie.

El silencio se extiende entre ellos, cargado de palabras no dichas y emociones a flor de piel. La granja, con su historia y su belleza, se convierte en testigo de un momento crucial en su relación.

—Te creo—dice Zoé finalmente, con un suspiro de alivio escapando de sus labios. —Pero vamos despacio, ¿de acuerdo? Necesito tranquilidad.

Elijah frunce el ceño, preocupado: —¿Por qué necesitas tranquilidad? —pregunta, su voz teñida de confusión y preocupación.

Zoé suspira y mira hacia el horizonte, donde el sol comienza a teñir el cielo de colores cálidos. —Es mi mamá —empieza, con la frustración y el cansancio evidentes en su voz. —Me tiene muy perturbada con tus reclamos y tonterías. No para de decirme que debería alejarme, que no eres bueno para mí. Y eso... eso me agota, Elijah. Me agota tener que defender lo nuestro todo el tiempo, incluso ante mi propia familia.

Elijah se acerca, toma las manos de Zoé entre las suyas.

—Lo siento, Zoé. No tenía idea de que mi presencia te causara tantos problemas. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? ¿Quieres que hable con tu madre? Tal vez si ella entiende que mis intenciones son serias...

Zoé sacude la cabeza y esboza una pequeña sonrisa a pesar de la situación.

—No, no creo que hablar con ella vaya a cambiar las cosas. Solo... necesito saber que estamos juntos en esto, que puedo contar contigo a pesar de todo.

Elijah aprieta suavemente las manos de Zoé, asintiendo con determinación.




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