Al escuchar el ruido, el esposo de Zoé, preocupado, se apresura a salir de la cama y se dirige hacia el baño. Encuentra a Zoé, pálida y temblorosa, inclinada sobre el inodoro. Sin dudarlo, se acerca a ella, le sujeta el cabello y le da suaves palmaditas en la espalda, tratando de ofrecerle algo de consuelo en medio de su malestar.
—¿Estás bien? ¿Quieres que llame a un médico? —pregunta con voz suave, lleno de preocupación.
Zoé, aún recuperándose, niega con la cabeza, intentando hablar entre susurros.
—No, no creo que sea necesario. Tal vez fue algo que comí.
Su marido no está completamente convencido, pero la respeta.
—Está bien, pero si no te encuentras mejor pronto, deberíamos ir al médico. No quiero que te pase nada malo.
Después de unos minutos, cuando Zoé se siente un poco mejor, él la ayuda a levantarse y la acompaña de vuelta a la cama, asegurándose de que esté cómoda y cubierta. Antes de volver a su lado de la cama, va a la cocina por un vaso de agua y algo de medicina para el estómago, esperando que eso ayude a aliviar su malestar.
Una vez de vuelta en la cama, él se queda despierto un momento para observar a Zoé mientras duerme, asegurándose de que esté bien. La preocupación por su salud y bienestar lo mantiene alerta, aunque poco a poco el cansancio lo vence y se queda dormido, siempre atento a cualquier signo de que Zoé necesite nuevamente su ayuda.
*****
Al día siguiente...
Zoé, con el corazón acelerado y la mente llena de pensamientos, decide que es momento de tomar medidas. Sabe que la preocupación no desaparecerá hasta estar segura, así que planea comprar una prueba de embarazo tan pronto como sea posible. Aunque una parte de ella siente una mezcla de emociones, desde nerviosismo hasta una chispa de ilusión, sabe que lo primero es confirmar sus sospechas antes de sacar conclusiones.
Mientras espera el momento adecuado para ir a la farmacia, Zoé intenta mantenerse ocupada y distraída, pero su mente sigue volviendo al mismo tema. Se pregunta cómo cambiaría esto su vida y la de su esposo, qué estaría pensando él al respecto y cómo podrían afrontar juntos esa nueva etapa, si sus sospechas son correctas.
Finalmente, con la prueba de embarazo en la mano, Zoé se enfrenta a un momento decisivo. Respira hondo y busca en su interior la calma para aceptar cualquier resultado.
Minutos más tarde…
Zoé mira a su madre, sorprendida por la revelación, pero antes de que pueda decir algo, Grace comienza a hablar con firmeza, aunque con un tono de preocupación que rara vez muestra.
—Zoé, sé que no siempre estamos de acuerdo y que a veces nuestras discusiones pueden parecer interminables. Pero quiero que entiendas algo muy importante. Lucas es un hombre con muchos recursos y, aunque confío en su amor por ti, el mundo en el que vivimos exige precauciones. No es desconfianza hacia él, sino una medida para protegerte.
Zoé, aún procesando las palabras de su madre, intenta encontrar las palabras adecuadas para responder.
—Mamá, entiendo tu preocupación y sé que solo quieres lo mejor para mí. Pero esto... esto es algo que Lucas y yo deberíamos haber discutido juntos. No sé cómo se sentirá él al saber que has intervenido de esta manera.
Grace coge las manos de Zoé entre las suyas y la mira directamente a los ojos.
—Querida, en este mundo a veces tenemos que tomar decisiones difíciles por las personas a las que amamos. No dudo de Lucas, pero tampoco puedo permitir que mi hija quede desprotegida. Es mi deber como tu madre asegurarme de que estés bien, sin importar qué. Y, en cuanto a Lucas, él entenderá que esto procede de un lugar de amor y preocupación, no de desconfianza.
Zoé asiente lentamente, aún no completamente convencida, pero agradecida por la preocupación de su madre.
—Gracias, mamá. Aunque no estoy segura de cómo manejar esto con Lucas, entiendo de dónde vienes. Solo espero que podamos encontrar una manera de que todos estemos de acuerdo y seamos felices.
Grace sonríe suavemente y abraza a Zoé.
—Lo resolveremos, querida. Lo importante es que estamos juntas en esto. Ahora, ve y haz lo que tengas que hacer. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.
Con un reconfortante abrazo, Zoé se siente un poco más aliviada al saber que, independientemente de los desafíos a los que se enfrente, no está sola. Con el apoyo de su madre, se siente más preparada para hacer frente a lo que se avecina con la fortuna de Lucas.
*****
Inesperadamente…
La noticia del embarazo marca un punto de inflexión en la vida de Zoé. A solas en el baño, con la prueba de embarazo en mano, se encuentra en una encrucijada de emociones. La felicidad de llevar dentro a un hijo de Elijah, el hombre por quien su corazón late fuerte, se mezcla con la complejidad de su situación. Estar enamorada del hijo de su esposo y ahora esperar un hijo suyo, añade capas de complejidad a su ya complicada vida matrimonial.
Zoé se mira al espejo, intentando encontrar en su reflejo las respuestas a las preguntas que ahora la asaltan. ¿Cómo enfrentará esta nueva realidad? ¿Qué dirá Elijah cuando se entere? ¿Y su esposo? Las respuestas a estas preguntas son inciertas, pero lo que sí sabe es que este bebé, fruto de su amor prohibido, merece ser amado y protegido, independientemente de las circunstancias.
Con determinación, Zoé seca las lágrimas que amenazaban con caer. Sabe que el camino por delante será difícil, pero también entiende que este bebé podría ser la luz en medio de sus penumbras, un símbolo de su amor verdadero en una situación complicada. Con el apoyo incondicional de su madre, Grace, y la esperanza de que Elijah comparta su felicidad, Zoé se siente lista para enfrentar lo que viene.
Decidida, sale del baño y comienza a planear cómo y cuándo dará la noticia a Elijah, consciente de que este momento definirá el futuro de su relación y el bienestar de su familia. A pesar de los desdenes, en su corazón hay un atisbo de esperanza, una luz que la guía hacia adelante, hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.