Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 49. Divorcio en puertas.

Fátima se enfrenta a su marido y lo recrimina por la conversación que este estaba manteniendo en el jardín con Grace. Sin conocer el motivo de su conversación, se centra solo en sus celos.

—¿Qué hacías hablando con ella? —pregunta Fátima con la voz temblorosa de indignación. — ¿No te das cuenta de cómo me hace sentir?

—Fátima, no es lo que piensas —responde él, tratando de calmarla. — Solo estábamos hablando sobre Zoé.

—¿Sobre Zoé? —replica ella, cruzando los brazos.— Eso suena a excusa. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Porque no quería que te preocuparas.

—Demasiado tarde para eso —responde Fátima, alejándose con un gesto de frustración.

—Tranquilízate por Dios.

—Salvador, esto no puede seguir así —dice Fátima, girándose bruscamente para mirarlo a los ojos. — No puedo estar en una relación donde sienta que tengo que competir con otra persona.

—Fátima, no estás compitiendo con nadie. Grace no significa nada para mí, solo es la madre de mi hija, te lo prometo —responde él, tratando de mantener la calma.

—¿La madre de tu hija? —interrumpe ella, levantando una ceja. — ¿Desde cuándo tienen conversaciones a escondidas?

—No era mi intención ocultártelo. Solo no quería que te sintieras mal —dice Salvador, sintiendo la presión.

—¿Y qué hay de mis sentimientos? —replica Fátima, con la voz temblándole de emoción. — Si esto sigue así, no sé si podré seguir. Necesito saber que soy la única en tu vida.

—Fátima, por favor, no digas eso. Eres muy importante para mí —responde él, acercándose un poco más.

—Entonces, necesito que me lo demuestres. No quiero más secretos ni más dudas. Si no puedes hacerlo, quizás deberíamos replantearnos nuestra relación—dice ella con firmeza.

—No quiero perderte, Fátima. Te prometo que seré más transparente—asegura Salvador, con urgencia en su voz.

—Espero que lo entiendas. No puedo seguir así. Necesito confianza, y si no la tienes conmigo, no sé si esto funcionará—concluye Fátima, dándole la espalda y sintiendo el peso de su decisión.

Tiempo después, Lucas llegó a la mansión y se dirigió directamente al dormitorio, donde Zoé estaba alimentando al bebé. Al entrar, le dio un beso en los labios a su mujer, un gesto que ella no pudo esquivar.

—Hola, amor —dijo Lucas, sonriendo mientras se sentaba a su lado. — ¿Cómo va todo?

—Bien, solo un poco cansada —respondió Zoé, mirando al bebé con ternura. —Pero me alegra verte.

—Yo también te extraño. ¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó Lucas, preocupado.

—No, estoy bien. Solo disfruto de este momento con mi bebé—dijo Zoé, sonriendo mientras acariciaba la cabeza del bebé.

Al cabo de un rato, el bebé se quedó dormido y Zoé se levantó de la silla con cansancio. La maternidad la había convertido en una mujer más abnegada y sensible. Al levantarse, Lucas le lanzó una mirada lasciva, imaginándola en un momento de intimidad. Se acercó a Zoé, pero ella, sutilmente, lo rechazó.

—Lucas, cariño, todavía estoy en periodo de postparto —dijo Zoé, con una sonrisa suave pero firme. —Necesito un poco más de tiempo.

—Lo entiendo, amor —respondió Lucas, tratando de ocultar su decepción. —Solo quería que supieras cuánto te deseo.

—Lo sé, y aprecio tu paciencia —contestó Zoé, acariciando su brazo. — Este momento con el bebé es muy especial para mí.

—Claro, lo entiendo. Estoy aquí para apoyarte en todo —dijo Lucas, sonriendo mientras la miraba con ternura.

No obstante, Lucas insiste en sus deseos y, al menos, quiere que lo colme de besos apasionados y caricias. Zoé se estremece, ya que no desea que su marido la toque nunca más. Lucas, al notar nuevamente su rechazo, reacciona con preocupación.

—Zoé, ¿estás segura de que no quieres que te toque? —preguntó Lucas, con voz llena de inquietud.

—Lucas, no es que no te quiera —respondió Zoé, con un susurro tembloroso. —Simplemente necesito espacio y tiempo para mí.

—Lo entiendo, pero me duele verte así. Solo quiero estar cerca de ti —dijo Lucas, con mirada llena de anhelo.

—Y yo aprecio eso, pero ahora mismo, lo que más necesito es cuidar de mí y del bebé —contestó Zoé, tratando de ser firme.

—Está bien, amor. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin importar lo que necesites —respondió Lucas, intentando ocultar su decepción.

—Lucas, por favor, no lo entiendas mal —dijo Zoé, apartándose un poco y con la voz temblándole de emoción. —No es que no te quiera, pero esto... esto no es lo que necesito ahora.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Lucas, confundido y preocupado. —Solo intento mostrarte que estoy aquí para ti.

—Pero eso es precisamente el problema —respondió Zoé, con la voz entrecortada. —Siento que estoy atrapada en esta situación. No puedo seguir ignorando lo que siento. Necesito espacio y no puedo soportar que me toques.

—Zoé, yo... —Lucas comenzó, pero ella lo interrumpió.

—No, Lucas. No quiero que me digas que todo estará bien. No quiero promesas vacías. Solo quiero que entiendas que necesito tiempo para mí, para pensar en lo que realmente quiero —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.

—Entiendo que estés frustrada, pero yo solo quiero ayudarte. No quiero perderte —dijo Lucas con voz llena de angustia.

—Y yo no quiero perderme a mí misma en este matrimonio —respondió Zoé, con firmeza. —Necesito encontrarme antes de poder pensar en nosotros.

—¡Lucas, ya no puedo más! —exclamó Zoé, con la voz temblándole de emoción. —Estoy agotada de esta situación, de vivir en una constante lucha interna.

—¿De qué estás hablando, Zoé? —preguntó Lucas, confundido. — ¿No podemos hablar de esto? Estoy aquí para ti.

—No, ya no quiero más charlas frívolas y seguir como si nada —respondió ella, con lágrimas en los ojos. —He estado guardando todo este dolor, y ya no puedo seguir así. No quiero compartir mi vida contigo si no puedo ser yo misma.

—Pero, ¿qué estás diciendo? —insistió Lucas, sintiendo que el suelo se desvanecía bajo sus pies. — ¿De verdad quieres esto? ¿Un divorcio?




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