Con Joshua en brazos, Elijah y Zoé sellan su pacto de unión y deciden poner fin a su amor prohibido para dar cabida a un amor justo para su bebé.
Elijah, mirando a Joshua, dice:
—Sabes que esto no ha sido fácil para nosotros, ¿verdad?
Zoé, acariciando la cabeza de Joshua, responde:
—Lo sé, Elijah. Pero ahora lo que más importa es su bienestar.
—Sí, debemos ser responsables. Nuestro amor no puede depender de su felicidad.
—Prometámosle que siempre haremos lo mejor para él, sin importar lo que pase entre nosotros.
—Te lo prometo. Este es el final de nuestro amor prohibido, pero el comienzo de algo nuevo y hermoso para Joshua.
—Siempre seremos una familia, aunque de una manera diferente.
Con el niño en medio de ellos, sellan su compromiso con un tierno y delicado beso. Zoé y Elijah se miran con amor, a pesar de las dudas que aún existen en su relación. Saben que el camino no será fácil, pues las sombras del pasado y las decisiones difíciles que han tomado los persiguen.
Sin embargo, en ese instante, el amor que sienten el uno por el otro brilla con fuerza, iluminando la incertidumbre que los rodea. Se dan cuenta de que, aunque su amor ha tenido que transformarse, la conexión que comparten es inquebrantable.
Juntos, están dispuestos a hacer frente a los desafíos que se les presenten, siempre priorizando el bienestar de Joshua. Con cada mirada y cada gesto, se prometen que, a pesar de las dificultades, seguirán siendo una familia unida, dispuesta a construir un futuro lleno de amor y esperanza.
De repente, Solange llega y, al ver a Elijah y a Zoé besándose, se queda asombrada. Ahora, no solo Salvador conoce su relación, sino que Solange también es consciente de su amor secreto. Con rabia y frustración, Solange piensa para sí misma: «Juro que esto no se quedará así. Esta monstruosidad la pagarán muy cara». Internaliza que es Zoé quien ha llevado a Elijah a la perdición y hará lo que sea necesario para alejarlo de ella, cueste lo que cueste. «Lo prometo», se dice, llena de celos y temor.
*****
Horas más tarde, Zoé se reencuentra con su mejor amiga Emily, después de varios meses de ausencia. Se sorprende al ver a la nueva Zoé, una mujer más amorosa y menos vanidosa. Se da cuenta de que la maternidad le ha sentado de maravilla. Ambas se encuentran en una cafetería cerca de la mansión. Lo que menos quiere Zoé es estar lejos de su bebé.
—¡Zoé! —exclama Emily con una sonrisa radiante. — ¡Qué alegría verte! Te he extrañado mucho.
—Yo también te he extrañado, Emily —responde Zoé, abrazándola con cariño.
—No puedo creer cuánto has cambiado. Te ves increíble.
—Gracias, la maternidad me ha transformado de muchas maneras.
—Pero cuéntame, ¿cómo has estado? ¿Y el bebé?
—Él es lo mejor que me ha pasado—dice Zoé, iluminándose al hablar de su hijo. —No puedo imaginar mi vida sin él. A veces me siento un poco abrumada, pero cada sonrisa suya lo vale.
—Eso es hermoso, Zoé. Estoy muy feliz por ti. ¿Y Lucas? ¿Cómo va todo entre ustedes?
—Es complicado... —suspira Zoé. —Pero estoy tratando de centrarme en lo que realmente importa: mi bebé y mi felicidad.
Emily asiente, comprendiendo la profundidad de sus palabras. Ambas se sumergen en una conversación sobre la vida, la maternidad y los desafíos a los que se enfrentan, disfrutando de su reencuentro en la acogedora cafetería.
—Emily, hay algo que necesito contarte —dice Zoé, mirando a su amiga con seriedad.
—¿Qué pasa, Zoé? Te veo preocupada—responde Emily, inclinándose hacia ella.
—Mi hijo... no es de Lucas. Es de Elijah.
Las palabras salen de su boca como un susurro, pero pesan como una tonelada.
Emily se queda en silencio por un momento, asimilando la revelación. Después, con una mirada comprensiva, dice:
—Wow, es mucho. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Estoy confusa. No sé si hice lo correcto al mantenerlo en secreto, pero no quería hacerle daño a Lucas.
Zoé se pasa una mano por el cabello, frustrada.
—Entiendo. No es fácil. Pero lo más importante es que tu bebé esté bien y que tú seas feliz.
Emily le toma la mano y le da apoyo.
—Gracias, Emily. No sé qué haría sin ti. A veces siento que estoy atrapada entre dos mundos.
—Solo recuerda que no estás sola en esto. Estoy aquí para ti, sin juzgar.
Emily sonríe, tratando de aliviar la tensión.
—Eso significa mucho para mí. —Zoé respira hondo y se siente un poco más ligera. —Solo espero que Elijah y yo podamos encontrar la manera de manejarlo.
—Lo lograrás. Tienes una gran fortaleza, Zoé. Y tu felicidad es lo que realmente importa.
*****
Después de la agradable charla que mantuvo con su amiga Emily, Zoé regresó a la mansión, donde la esperaba su pequeño hijo al que llenó de mimos en la sala. De repente, Lucas irrumpió en la sala y ambos se miraron.
—Hola, Zoé. ¿Cómo ha estado tu día? —preguntó Lucas, con una sonrisa que intentaba ocultar la tensión en el ambiente.
—Ha sido un buen día, gracias. Solo he podido disfrutar de un tiempo con mi pequeño —respondió Zoé, sintiendo una mezcla de alegría y nerviosismo al verlo.
—Me alegra escuchar eso. —Lucas se acercó un poco más, mirando al niño. — ¿Puedo unirme a ustedes?
—Claro, ven —dijo Zoé, intentando mantener la conversación ligera mientras notaba cómo se le aceleraba el corazón. —Siempre hay espacio, Lucas, hay algo de lo que necesito hablar contigo —dijo Zoé, tomando aire profundamente.
—¿Qué sucede? Te veo un poco seria —respondió Lucas, frunciendo el ceño.
—No quiero que esto se alargue más. He tomado una decisión. Me voy a divorciar de ti —dijo Zoé con voz firme, aunque temblorosa.
—¿Divorciarte? ¿Por qué de repente? —preguntó Lucas, sorprendido, dando un paso atrás.
—Porque ya no puedo seguir así. He intentado que funcionara, pero siento que hemos ido en direcciones diferentes. No soy feliz, y creo que tú tampoco lo eres—explicó Zoé, sintiendo que las palabras se le resistían.