Mientras caminaban hacia el dispensario, Lucas empezó a hablar con Salvador sobre su hijo Elijah.
—¿Sabes, Salvador? He notado que Elijah y yo hemos estado distantes estos últimos meses. No entiendo bien qué ha pasado entre nosotros—comentó Lucas con un tono de preocupación en su voz.
Salvador lo miró con empatía y respondió:
—A veces, los jóvenes pasan por etapas complicadas. Quizás está lidiando con cosas que no te ha contado. ¿Has intentado hablar con él?
Lucas suspiró, rascándose la cabeza.
—He intentado de todo, pero parece que se cierra cada vez que trato de acercarme. Me duele no saber qué le pasa.
—Tal vez deberías encontrar un momento tranquilo para sentarte con él y expresarle cómo te sientes. A veces, un simple gesto puede abrir la puerta a una conversación más profunda —sugirió Salvador con una mirada comprensiva.
—Sí, tienes razón. No quiero que esta distancia se convierta en un abismo entre nosotros— respondió Lucas, decidido a hacer un esfuerzo por reconectar con su hijo.
Lucas suspiró, sintiendo el peso de sus recuerdos.
—No solo es mi hijo... También está el vacío que dejó mi mujer. Se fue tan repentinamente, como si todo lo que construimos no significara nada para ella.
Salvador lo miró con empatía.
—Debe de ser muy doloroso. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Me siento abandonado, como si no hubiera sido suficiente. A veces me pregunto si podría haber hecho algo diferente para que se quedara —confesó Lucas, con un ligero temblor en la voz.
—Es natural buscar respuestas, pero a veces las decisiones de los demás están fuera de nuestro control. ¿Has hablado con ella desde que se fue? —preguntó Salvador.
—Solo una vez, y fue breve. Ella parecía tan decidida, tan segura de su elección. Me dejó con más preguntas que respuestas —dijo Lucas, mirando al suelo.
—Quizá, al igual que con tu hijo, deberías considerar la posibilidad de abrir un diálogo. No para cambiar su decisión, sino para entender su perspectiva—sugirió Salvador.
—Tal vez tengas razón. Necesito cerrar ese capítulo, no solo por mí, sino también por mi hijo. No quiero que esta herida nos afecte más de lo que ya lo ha hecho—respondió Lucas, sintiendo una chispa de esperanza en medio de su dolor.
Antes de cruzar el umbral del dispensario, Salvador se detuvo un momento, sumido en un torbellino de pensamientos que lo envolvían como una densa niebla. La culpa lo asediaba, un peso que se instalaba en su pecho y le dificultaba la respiración. Sabía que el dolor que Lucas sentía no era solo el resultado de una traición, sino que también se veía alimentado por la verdad que él guardaba celosamente: la relación secreta entre Zoé y Elijah. Esa revelación, que había permanecido oculta en las sombras, lo atormentaba.
Salvador se preguntaba si había hecho lo correcto al no revelar lo que sabía. La lealtad hacia su amigo chocaba con la necesidad de ser honesto, y esa lucha interna lo desgastaba. Recordaba las risas compartidas, los momentos de camaradería y cómo Lucas le había confiado sus momentos más vulnerables. Ahora, al ver el sufrimiento de su amigo, se sentía atrapado entre el deseo de protegerlo y la obligación de ofrecerle la verdad.
*****
Mientras tanto, Zoé y Elijah disfrutaban de una felicidad tranquila, alejados del bullicio del mundo exterior. Nadie sabía dónde se encontraban, y mucho menos que vivían juntos como una familia. Su relación se fortalecía día a día, especialmente al contemplar el rostro inocente de su hermoso hijo. Las fricciones del pasado parecían desvanecerse y, por un momento, olvidaban que su amor había surgido de una gran mentira.
Una tarde, mientras disfrutaban en el jardín, Elijah miró a Zoé y sonrió.
—¿Sabes? A veces me pregunto cómo sería nuestra vida si todo hubiera sido diferente —dijo, acariciando la cabeza de su hijo.
Zoé lo miró, su expresión era seria pero estaba llena de amor.
—Quizás no estaríamos aquí, juntos, disfrutando de esto —respondió, señalando al pequeño, que reía mientras ellos observaban el revoloteo de las aves.
—Tienes razón. A veces, las mentiras nos llevan a verdades inesperadas—reflexionó Elijah, sintiendo una mezcla de nostalgia y gratitud.
—Y aunque nuestro comienzo fue complicado, lo que hemos construido juntos es real y hermoso —dijo Zoé, acercándose a él y entrelazando sus dedos.
Elijah sonrió, a pesar de todo, sintiendo que habían encontrado su camino hacia la felicidad.
*****
Al entrar en la farmacia, Lucas se sumergió en una conversación con el director y el personal. Mientras tanto, Salvador aprovechó la oportunidad para acercarse a su hija Solange, que parecía distante y diferente. Con un tono suave, le preguntó:
—Solange, ¿qué te ha pasado? No eres la misma chica tranquila y amable que eras cuando trabajabas en la mansión con nosotros.
Solange lo miró, con un destello de tristeza en sus ojos.
—Papá, las cosas han cambiado. He visto y vivido muchas cosas desde entonces. No es fácil adaptarse a todo lo que ha sucedido.
Salvador asintió, con una mezcla de preocupación y amor por su hija.
—Entiendo que la vida puede ser dura, pero siempre estaré aquí para ti. ¿Quieres hablar de lo que te preocupa?
Solange suspiró, sintiendo el peso de sus emociones, pero también la calidez del apoyo de su padre.
—Quizás, papá. Solo necesito un poco de tiempo para procesarlo todo.
Salvador sonrió con ternura, sabiendo que lo más importante era estar a su lado. De pronto, Salvador miró a Lucas y asintió con la cabeza para indicar que era hora de irse. Luego se volvió hacia Solange, con una expresión amable en el rostro.
—Solange, cuídate mucho. Recuerda que estoy aquí si necesitas hablar —dijo, acercándose para darle un abrazo.
—Gracias, papá. Lo sé —respondió Solange, quien sintió un poco de consuelo en el abrazo de su padre.