Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 57. El peso del engaño.

—¡Presiento que Zoé puede estar en peligro! —exclamó Grace, con preocupación reflejada en su rostro y un palpitar acelerado en el pecho.

Ada, al escucharla, respondió de inmediato:

—¿Qué le hace sentir eso, señora?

—No lo sé, es una corazonada.

—Entiendo, señora. A veces, esas sensaciones pueden ser confusas. ¿Le gustaría hablar más sobre lo que siente? —preguntó Ada con empatía.

—No estoy segura, Ada. Es como si algo me estuviera presionando por dentro, y no sé cómo explicarlo —respondió Grace, frunciendo el ceño.

—Quizás podríamos intentar identificar qué podría estar causando esa sensación. A veces, hablar sobre lo que nos preocupa ayuda a aclarar las cosas —sugirió Ada, tratando de tranquilizarla.

—Puede que sea el estrés por todo lo que ocurre con Zoé o quizás algo más personal. No lo sé —dijo Grace, mirando hacia el suelo.

—Es completamente normal sentirse así. ¿La situación de Zoé le está causando ansiedad? —preguntó Ada, manteniendo un tono suave y comprensivo.

—Claro que sí, estoy segura. A veces siento que todo se acumula y no sé cómo manejarlo —admitió Grace, sintiendo que la conversación la ayudaba a desahogarse.

—Podemos encontrar maneras de manejar ese estrés. ¿Le gustaría que exploráramos algunas técnicas de relajación o estrategias para hacer frente a esos sentimientos? —propuso Ada con una sonrisa alentadora.

*****

«Sobre advertencia no hay engaños». Lucas llegó a su oficina y, sin perder tiempo, se sentó a revisar su correo. Pronto, llamó su atención un mensaje anónimo enviado por Solange; la curiosidad lo impulsó a abrirlo, a pesar de ser un remitente desconocido. Sin embargo, al leer su contenido, un horror indescriptible lo invadió. Se echó hacia atrás en la silla, sintiendo una punzada en el corazón que lo paralizó por completo.

Musitando para sí mismo, Lucas pensó: «Esto tiene que ser una broma». La incredulidad lo envolvía mientras intentaba asimilar el contenido del mensaje.

Su mente se nubló. Era inverosímil creer que su propio hijo lo estuviera engañando de esa manera, y menos aún con su joven esposa, Elijah, a quien consideraba un santo y que siempre lo había apoyado incondicionalmente en su carrera de seminarista. La idea de que él le estuviera clavando un puñal por la espalda era un golpe devastador que lo dejaba atónito.

Sin dudarlo, levantó el teléfono móvil y le ordenó a su secretaria que solicitara a uno de los conductores de la empresa y al personal de seguridad que prepararan su coche para salir. Imprimió el correo para leerlo con mayor detenimiento durante el trayecto y, impulsado por el coraje que lo invadía, salió decidido a comprobar si lo que decía el anónimo era cierto.

*****

En la universidad, Solange se mostraba más nerviosa de lo habitual y no paraba de moverse en el salón de clases. Mark, que también estudiaba medicina con ella, la observaba desde la distancia con recelo, pero no se atrevía a acercarse, recordando cómo Solange lo había tratado mal el día anterior.

Minutos más tarde, Mark se sentó junto a su novia, Linda, en un rincón del aula. Linda, notando que su pareja parecía distraído, le preguntó:

—Oye, Mark, ¿qué te pasa? Pareces perdido en tus pensamientos.

Mark suspiró y miró hacia donde estaba Solange.

—Es que... estoy pensando en Solange. Ayer tuvo un mal día y me trató de una manera que no esperaba.

Linda frunció el ceño, interesada.

—¿Qué pasó? ¿Te dijo algo?

—No exactamente. Solo fue muy fría y distante. Me dejó confundido. No sé si debería acercarme o dejar que se enfríe la situación.

Linda lo miró con comprensión.

—A veces la gente tiene días difíciles. Tal vez solo necesita un poco de espacio.

Mark asintió, aunque aún dudaba.

—Sí, lo sé. Pero no quiero que se sienta incómoda.

—Entiendo, pero también es importante que tú te sientas bien. Si decides hablar con ella, hazlo con sinceridad. Estoy aquí para apoyarte, sea cual sea tu decisión.

Mark sonrió, agradecido por el apoyo de Linda.

—Gracias, Linda. Tu compañía significa mucho para mí. Te amo.

—Yo también te amo, cariño. Yo también necesito hablar con ella. Tiene que explicarme muchas cosas y una de ellas es por qué tardó tanto ayer en mi coche.

—Sí, mi amor, mejor vamos a comer —propuso Mark, y se levantaron para ir juntos a la cafetería.

Camino a la granja Hamilton, Lucas siente cómo su mente se distorsiona, como si una enorme cortina de humo gris se hubiera instalado en su cabeza. Han pasado años desde la última vez que visitó la granja de su exmujer y cada rincón de ese lugar está impregnado de recuerdos que preferiría olvidar. No puede creer que Elijah haya elegido precisamente este sitio para ocultar su amorío con Zoé, una traición que lo hiere profundamente. La rabia y el desasosiego lo envuelven por completo, como un manto pesado que le dificulta la respiración. Cada paso que da hacia la granja es un recordatorio de lo que una vez fue y de lo que ha perdido, y la mezcla de emociones lo consume. La nostalgia se entrelaza con la ira, creando un torbellino en su interior que lo empuja a cuestionar no solo la lealtad de su hijo y Zoé, sino también su propia capacidad para seguir adelante. A medida que se acerca a la entrada de la granja, el peso de su pasado se hace más palpable y Lucas se pregunta si realmente está listo para enfrentar lo que le espera dentro.

*****

Mientras tanto, en la granja, Zoé y Elijah deciden dar un paseo por los alrededores del pueblo acompañados de su hijo. Van juntos sin sentir culpa alguna, disfrutando de su felicidad. José, el nuevo capataz de la granja, los observa con cariño y les sonríe. En este lugar no hay servidumbre, solo algunos campesinos de la zona que trabajan en los cultivos y en el mantenimiento de la granja, labores que Lucas se encarga de remunerar religiosamente cada mes.

—¿Ves qué rápido ha crecido? Es como si estuviera descubriendo el mundo por primera vez—señala Zoé con orgullo mientras mira a su hijo.




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