Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 58. Los embates de una traición.

Es tarde cuando Lucas llega a la granja y, de repente, comienza a llover. Desde su coche ve que hay gente en la casa, ya que las luces están encendidas. Una mezcla de tristeza e ira se apodera de él, incapaz de creer lo que está a punto de descubrir.

Lucas, con un tono urgente, se dirige a su jefe de seguridad:

—Escucha, necesito que vigiles la zona, pero no me sigas al entrar. No quiero que se interponga nadie en lo que estoy a punto de hacer.

El jefe de seguridad asiente, preocupado:

—Entendido, jefe. Pero tenga cuidado. No sabemos quiénes están ahí.

Lucas lo mira fijamente, decidido:

—Lo sé. Pero esto es algo que debo enfrentar solo.

Lucas se puso el impermeable, sintiendo el peso de la decisión que estaba a punto de tomar. Con determinación, se acercó a la puerta y sacó su juego de llaves de la granja. Con un giro firme de la muñeca, introdujo la llave en la cerradura y, tras un leve clic, la puerta se abrió y dejó ver la oscuridad que lo aguardaba al otro lado.

Zoé se encontraba en la habitación con Elijah, haciendo el amor y entregándose a la pasión que cada día se les revelaba con mayor intensidad, sin sospechar que Lucas conocía toda la verdad. Pero lo que resultaba aún más inquietante es que él estaba dentro de la casa, decidido a enfrentarse a ellos por su traición.

Lucas llegó a la habitación y abrió la puerta con sutileza. Al escuchar los intensos gemidos que resonaban en el aire, una oleada de rabia y odio lo invadió. Sin poder contenerse, gritó:

—¡¿Qué demonios está pasando aquí?!

El eco de su voz llenó el espacio, interrumpiendo el momento y dejando a todos en silencio.

Elijah y Zoé saltaron sorprendidos de la cama, atónitos al hallar a Lucas de pie frente a ellos.

—Papá, espera, no es lo que parece —intentó explicar Elijah, levantando las manos en señal de paz.

—¿No es lo que parece? —replicó Lucas, con la voz temblorosa de furia. — ¿Y qué se supone que es, entonces?

Zoé, aún con el rostro pálido, se atrevió a hablar:

—Lucas, por favor, escúchame. No queríamos que te enteraras así.

—¿Así? —interrumpió Lucas, con la mirada fija en ellos. — ¿Y cómo queríais que me enterara? ¿Con una invitación?

El ambiente se tornó tenso y Elijah intentó calmar la situación.

—Solo estábamos... Por Dios, papá, qué vergüenza. —Te juro que pronto hablaré contigo.

—¿Hablar? —replicó Lucas, con voz cargada de incredulidad. — ¿Así es como le llaman ahora, a la traición?

Zoé dio un paso adelante, con la voz temblorosa:

—Lucas, por favor, no te enfades. Te prometo que no hay nada que temer.

Lucas respiró hondo, tratando de controlar su ira, pero su mirada seguía fija en ellos, en busca de respuestas.

Lucas, consumido por la rabia, golpeó la pared de un puñetazo antes de acercarse a Elijah, olvidando por completo el amor y el respeto que le había tenido alguna vez. Sin pensarlo, le dio un puñetazo en la cara y empezó a golpearlo e insultarlo con intensidad. Zoé palideció al ver la escena y el llanto del bebé resonó en el ambiente, intensificando la tensión. Todo se volvió un caos para la joven pareja.

—¡¿Qué demonios te pasa, Lucas?! —gritó Zoé, tratando de intervenir, pero su voz se perdió en el estruendo.

—¡No te metas, Zoé! —respondió Lucas, sin apartar la mirada de Elijah. — ¡Esto es entre él y yo!

Elijah, aturdido, intentó defenderse, pero las palabras de Lucas lo hirieron más que los golpes.

—¡Perdóname, papá! Soy un cobarde, pero amo a esta mujer. —exclamó, tratando de calmar la situación. — ¡Mátame si quieres, lo merezco!

—¡Eso es lo que dices! —replicó Lucas, con la voz llena de furia. — ¡Pero no me engañas!

Zoé, con lágrimas en los ojos, se interpuso entre ellos.

—¡Basta! ¡Por favor, detente!

Lucas, con la rabia a flor de piel, miró a Elijah y gritó:

—¡Eres un maldito traidor! ¡Siempre has estado ahí, acechando, esperando tu oportunidad para arruinarlo todo!

Elijah, tratando de mantener la calma, respondió:

—No estoy aquí para hacerte daño, papá. Solo quiero que entiendas que lo que hay entre Zoé y yo es amor.

—¡No me mientas, es un amor prohibido! —gritó Lucas, apretando los puños. — ¡Maldito miserable, mi propio hijo! ¡Eres un cobarde que se esconde tras una sonrisa y una fachada de puritano!

Lucas se acercó a Zoé lleno de rabia y dolor, la zarandeó con fuerza y le dijo:

—Eres una maldita zorra que solo le interesó mi dinero.

Zoé, aún entre ellos, intentó intervenir:

—¡Por favor, basta! Esto no es lo que necesito ahora.

Lucas la ignoró, con la mirada fija en Elijah.

—¡Si vuelves a acercarte a ella, te juro que te haré pagar! ¡No te atrevas a cruzarte en mi camino!

Elijah, con la voz firme, replicó:

—No tengo miedo de ti, papá. Pero si sigues así, solo empeorarás las cosas.

El llanto del bebé resonó en el aire, intensificando la tensión entre los tres.

El triángulo se rompe ante sus narices. Lucas, Elijah y Zoé se miran con incredulidad y dolor al ver cómo se desmoronan los lazos familiares por amor. Cuando la traición, la codicia, la lujuria, el hambre, el odio y el poder se entrelazan irremediablemente, lo que una vez fue sagrado se convierte en algo prohibido.

—¿Qué quieren decirme? ¡Ese bastardo no es mi hijo! —pregunta Lucas, con la voz temblándole de dolor y rabia.

Elijah, con la mirada baja, responde con pesar:

—Papá, lo siento. Las pruebas son claras. Joshua no es tu hijo, sino tu nieto.

Zoé intenta calmar la situación y añade:

—No es fácil para ninguno de nosotros, pero necesitamos enfrentar la verdad.

Lucas, con el corazón destrozado, grita:

—¡No puedo creer que esto esté sucediendo! ¡Todo lo que creía se ha desmoronado!

Elijah, con el peso de las palabras de su padre en los hombros, responde con voz temblorosa:

—Papá, no me resultó fácil. No elegí esto, pero la verdad siempre sale a la luz. No puedo cambiar lo que ha pasado.




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