Elijah y Zoé están experimentando una inmensa felicidad tras recibir la inesperada noticia de su embarazo. Este acontecimiento no solo les llena de alegría, sino que también les brinda la oportunidad de que sus hijos crezcan juntos, prácticamente sin diferencia de edad, lo que fortalecerá su vínculo fraternal desde el principio. Además, Elijah ha sido reconocido por su dedicación y compromiso en el trabajo, lo que le ha valido un ascenso en la empresa. Este avance profesional no solo supone un aumento significativo de su salario, sino que también promete mejorar notablemente su calidad de vida. Con estos cambios, la pareja se siente optimista y emocionada por el futuro, ya que están construyendo un hogar lleno de amor y estabilidad para su creciente familia.
Elijah mira el teléfono, su corazón late más rápido al ver el nombre de su hermana en la pantalla. Con un suspiro profundo, decide contestar.
—Hola, Linda. ¿Cómo estás?
—Hola, Elijah. No esperaba que contestaras.
—Sí, bueno... no estoy seguro de qué decir. Ha pasado mucho tiempo.
—Lo sé, y lamento cómo terminaron las cosas entre nosotros. Quería hablar contigo.
Elijah mira a Zoé y a su hijo, que juegan en la distancia.
—¡Estoy en medio de una celebración familiar, pero...! ¿Qué es lo que quieres decir?
—Solo quería disculparme. Sé que las cosas se pusieron difíciles y que no he estado ahí para ti. Me duele que nuestra relación se haya fracturado.
—También me duele, Linda. Pero hay cosas que no puedo olvidar. La forma en que gestionamos la situación...
—Lo sé, y entiendo por qué te sientes así. Pero quiero que sepas que estoy aquí, dispuesta a escuchar y a intentar arreglar las cosas.
—No sé si será tan fácil. Pero aprecio que quieras intentarlo.
—¿Podríamos reunirnos? Solo tú y yo, sin rencores. Quiero que hablemos de esto cara a cara.
—Está bien, podemos intentarlo. Pero necesito tiempo para asimilarlo todo, todavía me siento avergonzado.
—Gracias, Elijah. Eso significa mucho para mí.
—Solo espero que podamos encontrar una manera de sanar.
—Lo haremos. Te llamaré para coordinarnos. Cuida de Joshua.
—Cuídate, Linda.
La llamada se acaba y Elijah se queda mirando a Zoé y a su hijo, sintiendo una mezcla de esperanza y temor por lo que está por venir.
Con el corazón desesperado y lleno de angustia, Fátima logra comunicarse con su hija Solange. Se aterra al saber que está en Portland, la misma ciudad donde viven Zoé y Elijah. Fátima trata de localizarla a toda costa para evitar que cometa una locura.
—Solange, ¿dónde estás? Necesito que regreses a casa.
—Mamá, estoy bien. Solo estoy visitando a unos amigos.
—No es seguro, cariño. He oído cosas de Portland... No quiero que te pase nada.
—Mamá, no soy una niña. Puedo cuidar de mí misma.
—Por favor, confía en mí. Hay cosas que no sabes. Regresa a Los Ángeles, te lo ruego.
—Está bien, mamá. Pero necesito que me prometas que no te preocuparás tanto.
—Prometido. Solo quiero que estés a salvo. Te espero en casa.
Solange cuelga la llamada de su madre con brusquedad. En ese momento, Salvador entra en la habitación y ve la angustia en el rostro de Fátima, quien está claramente preocupada por su hija.
—¿Qué ha pasado, Fátima? Estás muy alterada.
—Es Solange. No sé cómo hacerle entender lo peligroso que puede ser vivir en otra ciudad lejos de nosotros, sus padres.
—¿Te refieres a lo que está pasando en la ciudad?
—Sí. Ella cree que puede manejarlo sola, pero es solo una niña.
—Es normal que quiera demostrar que puede cuidarse. Pero también tienes razón en preocuparte.
—No quiero que le pase nada. La llamé para hablarle, pero se puso a la defensiva.
—Tal vez deberíamos intentar hablar con ella desde otro ángulo. Hacerle ver que no es solo por nosotros, sino por su seguridad.
—Tienes razón. Necesito encontrar la manera de que entienda que no se trata de controlarla, sino de protegerla.
—Y yo estaré aquí para apoyarte. Juntos podemos ayudarla a ver la realidad de la situación.
—Gracias, Salvador. No sé qué haría sin ti.
Fátima miró a Salvador con una mezcla de preocupación y determinación.
—Salvador, no puedo quedarme callada. Estoy realmente asustada por Solange. Su amor por Elijah ha cruzado una línea peligrosa.
Salvador frunció el ceño, sorprendido por la intensidad de sus palabras.
—¿A qué te refieres, Fátima? ¿Qué locura crees que podría hacer?
—No lo sé, pero su obsesión está creciendo. Cada día que pasa, siento que se aferra más a él, como si su felicidad dependiera de él. Y lo que más me preocupa es que Zoé, su media hermana, podría salir lastimada en todo esto.
Salvador se quedó en silencio, procesando lo que Fátima había dicho.
—¿Crees que Solange podría hacer algo drástico? —preguntó con su voz llena de preocupación.
—Sí, lo creo. Si no intervenimos pronto, no sé hasta dónde podría llegar. Necesitamos encontrar una manera de ayudarla a ver la realidad, antes de que sea demasiado tarde.
Salvador asintió, sintiendo el peso de la situación.
—Tienes razón. Debemos hablar con ella, pero también debemos ser cuidadosos. No quiero que se sienta atacada.
—Lo sé, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Si la dejamos seguir así, podría arrepentirse de decisiones que no puede deshacer.
—Entonces, ¿cómo lo hacemos? —preguntó Salvador, decidido a encontrar una solución.
—Primero, debemos acercarnos a ella con amor y comprensión. Pero también debemos ser firmes. No podemos permitir que esta obsesión la consuma.
Salvador tomó la mano de Fátima y la apretó con fuerza.
—Estamos juntos en esto. Haremos lo que sea necesario para proteger a mis hijas.
Fátima se aferra a los brazos de su marido, buscando consuelo en medio de la tormenta de emociones que la abruma. En su interior, una profunda preocupación la consume al pensar en Solange y en las decisiones que ha tomado. La obsesión de su hija por Elijah la inquieta y no puede evitar imaginar las posibles consecuencias de esa fijación.