Finalmente, Elijah recibió la mitad de la fortuna que le correspondía de la herencia de su madre. Linda insistió tanto en que debía aceptar su parte que, al final, logró hacerle ver la realidad, especialmente ahora que se convertirá en padre de nuevo. Zoé, Elijah y el pequeño Joshua viven en la mansión que Linda compró para ellos, rodeados de los lujos a los que estaban acostumbrados. Tienen servicio a su disposición, lo que permite que Zoé no tenga que realizar labores domésticas. Ahora se encarga de gestionar al personal con respeto y cariño, a diferencia de antes, cuando trataba a los sirvientes con deprecio y arrogancia. La nueva Zoé es una mujer bondadosa y serena, y de alguna manera, Elijah ha influido en su transformación y mejora de carácter.
—¿No es precioso el jardín? Nunca pensé que podría disfrutar tanto de este lugar—comenta Zoé mientras mira por la ventana.
—Me alegra que te guste. Linda siempre decía que la naturaleza tiene un poder especial para calmar el alma—dice Elijah sonriendo.
—Tienes razón. A veces me pregunto cómo pude ser tan diferente antes. Ahora me siento más en paz.
—Eso es porque has decidido abrirte al cambio. Todos merecemos una segunda oportunidad, Zoé.
—Gracias por tu paciencia conmigo. No sé qué haría sin ti. Eres un gran padre y un compañero increíble.
—Y tú serás una madre maravillosa. Juntos, podemos crear un hogar lleno de amor para Joshua y el nuevo bebé.
—Sí, juntos. Estoy lista para enfrentar este nuevo capítulo de nuestras vidas.
Se miran con esperanza, dejando atrás todo el dolor que vivieron en el pasado. Ahora, sus corazones laten al unísono, llenos de optimismo por el futuro que les espera. Cada día, el entorno que los rodea parece más brillante y lleno de posibilidades, impulsado por su hijo y la niña que está por venir. La barriga de Zoé crece con el paso de los días y, con cada patadita que siente, una oleada de alegría la envuelve, recordándole que la felicidad ha decidido quedarse en sus vidas para siempre.
El hogar que están construyendo juntos se llena de risas y sueños, mientras imaginan un futuro donde sus hijos crezcan rodeados de amor y seguridad. Elijah, a su lado, la mira con admiración, sintiendo que cada momento compartido es un paso hacia un nuevo comienzo. Juntos, han aprendido a valorar lo que realmente importa: el amor incondicional que se tienen el uno al otro y la familia que están formando. En este nuevo capítulo, cada día es una celebración de la vida y la promesa de un futuro brillante se dibuja en sus corazones.
*****
Lucas se sentó en su oficina y miró por la ventana mientras los recuerdos de lo que había sucedido entre él, Zoé y Elijah inundaban su mente. A pesar de sus esfuerzos por negarlo, la noticia del embarazo de Zoé y el éxito empresarial de Elijah le resultaban difíciles de asimilar. Sentía que la vida le había jugado una mala pasada y un ligero rencor se estaba apoderando de su corazón.
Linda, que estaba de vacaciones en la universidad, entró en la oficina con una sonrisa, pero al ver la expresión de su padre, su rostro se tornó serio. Se acercó a él y le puso una mano en el hombro.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó con preocupación.
Lucas suspiró, tratando de ocultar sus sentimientos.
—Sí, solo estoy pensando en algunas cosas... —respondió, evitando su mirada.
—No me engañes, sé que no es solo eso. ¿Es por Zoé y Elijah? —Linda se sentó frente a él, cruzando los brazos.
Lucas se quedó en silencio por un momento, luchando contra sus emociones. Finalmente, habló con voz cargada de frustración:
—Es difícil, Linda. Ver cómo ellos siguen adelante mientras yo me siento atrapado en el pasado. A veces pienso que la vida es injusta.
Linda lo miró con empatía.
—Papá, entiendo que te sientas así. Pero aferrarte a ese rencor solo te hará daño. Ellos han tomado sus propias decisiones, pero tú también tienes el poder de decidir cómo quieres vivir tu vida.
Lucas la miró, sintiendo el peso de sus palabras.
—Tienes razón, pero es complicado. A veces, me siento como si hubiera perdido todo.
—No has perdido todo. Tienes a tu familia y a mí. Y siempre estaré aquí para apoyarte. Quizá ha llegado el momento de dejar ir ese rencor y centrarse en lo que realmente importa —dijo Linda, sonriendo con ternura.
Lucas asintió lentamente, con la sensación de que, aunque el camino sería difícil, había esperanza para el futuro.
—Gracias, hija. Aprecio que estés aquí —respondió, con un ligero alivio en el corazón.
Linda sintió pena por su padre y trató de ablandar su corazón recordándole que ya era abuelo y que pronto llegaría una niña. Sin embargo, sus palabras solo hicieron aflorar la frustración y las inseguridades en Lucas, quien aún se negaba a ver a los hijos de Elijah y Zoé como sus nietos.
—Papá, piensa en lo que significa ser abuelo. Tienes una nueva generación que te necesita—dijo Linda con suavidad, intentando transmitirle esperanza.
Lucas frunció el ceño, cruzó los brazos.
—No puedo simplemente olvidar lo que ha pasado. Ellos no son mis nietos. No puedo aceptarlo —respondió, su voz cargada de desasosiego.
Linda suspiró, sintiendo el peso de la tristeza en el ambiente.
—Entiendo que sea difícil, pero ellos son parte de nuestra familia. Merecen tu amor y tu apoyo. No dejes que el rencor te aleje de lo que realmente importa —insistió, mirándolo con ternura.
Lucas bajó la mirada, luchando con sus emociones.
—No sé si podré, Linda. Me siento perdido en todo esto —admitió, con la voz temblorosa.
—Papá, siempre estaré aquí para ayudarte a encontrar el camino. No estás solo en esto —dijo ella, acercándose para abrazarlo con calidez.
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Portland.
De manera inesperada, Solange apareció en la nueva oficina de Elijah. Ahora, Elijah era un empresario de éxito en el sector de las compañías navieras. Había formado una empresa con el marido de Emily y, juntos, estaban ampliando horizontes en el ámbito empresarial y llevando su compañía a la cúspide de los negocios. Además, estudiaba economía financiera y negocios a tiempo parcial, lo que lo mantenía muy atareado. A pesar de su apretada agenda, nunca dejaba de estar presente para Zoé y su hijo.