Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 72. Insistencia.

Solange no se iba a quedar tranquila con lo que había pasado con Elijah. Su amor enfermizo se estaba volviendo tenaz. Lo esperó en el aparcamiento y lo siguió hasta el coche, insistiendo en que Zoé no le convenía.

—¡Es una zorra que se ha vendido a tu padre por dinero! —gritó, llena de rabia. — ¿Cómo puedes querer a una mujer así, tan vaga y vacía?

Elijah la miró, atónito.

—Solange, por favor, basta.

—No, escucha —continuó ella, acercándose más. —Te ofrezco un camino diferente. He guardado mi virginidad para ti. ¿No lo entiendes?

Las palabras de Solange estremecieron a Elijah. Comprendió que definitivamente había perdido la razón y que se estaba volviendo peligrosa.

—¡Aléjate de nosotros! —le gritó, y su voz resonó en el aire. —Si no lo haces, lo lamentarás.

Con esas palabras, Elijah se metió en su coche, dejando a Solange sola, aferrada a su tormento.

Solange, atrapada en el estacionamiento, se dejó llevar por una oleada de emociones que la consumían. Las lágrimas caían por sus mejillas, mezclándose con la rabia que hervía en su interior. Cada grito que salía de su boca resonaba en el aire, como un eco de su desesperación. «¡Te juro que me las pagarás, Elijah!», exclamó, con un tono lleno de furia y resentimiento. «Tú y esa estúpida de Zoé no serán felices mientras yo viva». Cada palabra que pronunciaba era un juramento, una promesa de que no se detendría hasta que su venganza se cumpliera. La ira la envolvía como una tormenta, y en su mente, las imágenes de su traición se repetían una y otra vez, alimentando su deseo de hacerles pagar por el dolor que le habían causado. En ese momento, Solange se sintió más viva que nunca, impulsada por una determinación oscura que la guiaba hacia un camino peligroso.

*****

Días después, aprovechando sus vacaciones, Linda decidió visitar la nueva mansión de Elijah y Zoé. Junto a ella estaba su novio Mark, un noviazgo que había surgido de la nada, pero que con el tiempo se había fortalecido. Ambos estaban felices y serenos, disfrutando de la compañía del pequeño Joshua, que crecía rápidamente y se parecía mucho a su madre; era igual de hermoso que ella.

—¡Mira qué grande está Joshua! —exclamó Linda, sonriendo mientras acariciaba la cabeza del niño.

—Sí, parece que fue ayer cuando nació —respondió Zoé, con una mirada llena de amor hacia su hijo. —No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo.

—Es increíble —dijo Mark. —Cada vez que lo veo, me recuerda lo importante que es disfrutar del momento.

Elijah se unió a la conversación, sonriendo mientras observaba a su familia.

—Y pensar que todo esto comenzó con una simple reunión. Ahora tenemos a este pequeño milagro—dijo, señalando a Joshua, que jugaba con un juguete en el suelo.

—Definitivamente, la vida nos sorprende —agregó Linda, sintiéndose agradecida por la amistad y la felicidad que compartían en ese momento.

De pronto, Linda sintió la necesidad de hablar con Zoé y limar asperezas. Al principio, Linda le hacía la vida imposible en la mansión porque no soportaba que Lucas, su padre, se hubiera casado con una mujer tan joven, prácticamente de su misma edad, a la que también catalogaba de «zorra» y «mujerzuela». Sin embargo, consideraba que era el momento oportuno para dejar las fricciones a un lado, ya que Zoé era la madre de sus sobrinos y la mujer que su hermano Elijah había elegido como compañera.

—Zoé, ¿podemos hablar un momento? —Preguntó Linda, acercándose con un tono más suave.

—Claro, Linda. ¿Qué necesitas? —Respondió Zoé, un poco sorprendida, pero dispuesta a escuchar.

—Quiero disculparme por cómo me he comportado contigo. Sé que no ha sido fácil para ti estar en esta familia y yo he sido parte del problema —admitió Linda, sintiendo que era hora de dejar atrás el resentimiento.

—Aprecio que lo digas, Linda. La verdad es que a mí también me ha costado adaptarme, pero quiero que podamos llevarnos bien por el bien de mis hijos—respondió Zoé, sonriendo con sinceridad.

—Sí, eso es lo más importante. Quiero que mis sobrinos crezcan en un ambiente armonioso—dijo Linda, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros.

—Entonces, empecemos de nuevo —propuso Zoé, extendiendo su mano en señal de reconciliación.

Linda tomó su mano y sonrió, sintiendo que finalmente podían construir una relación más positiva.

Elijah y Mark se sentaron en un banco del parque, disfrutando de la brisa suave, y recordaron sus días en el seminario.

—¿Recuerdas aquella vez que casi nos ordenan sacerdotes? —preguntó Elijah, riéndose al recordar la anécdota.

—Sí, cómo olvidarlo. Estábamos tan convencidos de que era nuestro camino —respondió Mark, con una sonrisa nostálgica. —Pero al final, la vida nos llevó por otros caminos.

—Es curioso pensar en cómo nuestras experiencias allí nos moldearon —dijo Elijah. —Aprendimos mucho sobre la fe, pero también sobre nosotros mismos.

—Exactamente. A veces me pregunto qué habría sido de nosotros si hubiéramos seguido ese camino —reflexionó Mark. —Pero creo que, de alguna manera, todo sucede por una razón.

—Tienes razón. Cada decisión nos ha llevado a donde estamos hoy, y eso también tiene su valor —concordó Elijah, mirando al horizonte con una expresión pensativa.

—Sí, y aunque no seamos sacerdotes, seguimos buscando un propósito en nuestras vidas —dijo Mark, con una mirada decidida. —Eso es lo que realmente importa.

Elijah, sintiendo la necesidad de desahogarse, se volvió hacia su cuñado y comenzó a hablarle con rapidez.

—No sabes lo que pasó el otro día —dijo con la voz entrecortada. — Solange estaba fuera de sí y decidió ir hasta mi oficina. Comenzó a hablar mal de Zoé, como si eso fuera lo más importante en el mundo. Pero lo más extraño fue que, en medio de todo, me confesó su amor.

Su cuñado lo miró con sorpresa.

—¿Qué? ¿Solange? ¿Te confesó su amor? —preguntó, incrédulo.




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