Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 80. Amargo tormento.

Antes de volver a la ciudad de Los Ángeles, Emma le pidió a Salvador que se detuviera en un local para comprar un café, sin imaginar que era la misma pizzería donde trabajaba Solange. Salvador la miró y se asombró al verla tan diferente, demacrada y con ojeras, trabajando en una pizzería, cuando ella había tenido un futuro brillante como médico, carrera que había abandonado para ir a perseguir a Elijah a Portland. A Emma también le sorprendió verla, pero prefirió evitar acercarse y darle su espacio a Salvador para que conversara con su hija, mientras ella se sentaba en una de las mesas para tomar su café.

—Solange, ¿eres tú? No puedo creerlo. ¿Cómo has estado? —La saludó Salvador con asombro.

Solange palideció al mirar a su padre con una mezcla de sorpresa y tristeza.

—Papá... no esperaba verte aquí. He estado... sobreviviendo.

—¿Sobreviviendo? Pero, ¿por qué decidiste dejar la medicina? Tenías un futuro brillante.

—Lo sé, pero a veces las decisiones que tomamos nos llevan por caminos inesperados. Solo quería encontrar mi lugar en el mundo.

Emma los escucha desde la mesa y, con una expresión de preocupación, mira la escena que ambos protagonizan. Se conmueve y, de inmediato, le susurra a Salvador:

—Tal vez deberías hablar con ella, Salvador. A veces, un poco de apoyo familiar puede marcar la diferencia.

—Tienes razón, Emma. Solange, estoy aquí para ti. Siempre lo estaré— dice Salvador y se aparta un momento con su hija.

—Gracias, papá. Eso significa mucho para mí.

—Solange, necesito hablar contigo sobre tu futuro. He estado pensando en lo que dijiste sobre dejar la carrera de Medicina.

—Papá, no es tan simple. No me siento bien con eso. La medicina no es lo que quiero —advierte Solange con un fuerte suspiro.

—Entiendo que te sientas así, pero ser médico es un logro increíble. Tienes un talento y una pasión que no deberías dejar escapar. No quiero que te conformes con ser camarera —apunta Salvador con un tono más firme y serio.

—No es que no aprecie la medicina, pero no quiero pasar mi vida en un hospital. Quiero explorar otras cosas y encontrar mi propio camino.

—Explorar es importante, pero también lo es tener un plan. La medicina te ofrece oportunidades que quizás no veas ahora, pero ¿has considerado cómo te sentirías en unos años si no lo intentas?

—No lo sé... Tal vez me arrepienta, pero también tengo miedo de no ser lo suficientemente buena—menciona Solange con grácil nerviosismo.

—Escucha, todos tenemos miedo. Pero tienes que creer en ti misma. Te he visto trabajar duro y superar obstáculos. No quiero que te limites. La medicina puede ser un camino difícil, pero también puede ser gratificante.

—¿Y si no me gusta? ¿Y si me siento atrapada?

Siempre puedes cambiar de rumbo. La vida es un viaje, y a veces tomamos desvíos. Pero no te cierres a la posibilidad de ser la profesional que siempre soñaste con ser. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.

—Gracias, papá. Aprecio tu apoyo. Tal vez debería darle otra oportunidad a la medicina.

—Eso es todo lo que pido. Solo quiero que encuentres tu camino y, si decides que la medicina es parte de él, estaré a tu lado.

Solange se encontraba en una encrucijada emocional, luchando por persuadir a su padre, Salvador, quien aún estaba profundamente conmovido al ver el estado en el que se encontraba su hija. A pesar de sus esfuerzos por convencerla de que regresara a Los Ángeles con ellos, Solange se aferraba a su terquedad y se negaba rotundamente a dejar atrás su vida actual. La angustia de Salvador era palpable y su preocupación por el bienestar de Solange crecía con cada día que pasaba.

Emma, al notar la angustia de Salvador, decidió intervenir. Le había prometido a Solange que le pagaría la carrera en una universidad de Los Ángeles y le había ofrecido la oportunidad de vivir con ella en su lujosa mansión. Sin embargo, a pesar de estas ofertas tentadoras, Solange se negaba a aceptarlas. Su mente estaba atrapada en un enamoramiento enfermizo por Elijah Hamilton, un amor que la consumía y la mantenía atada a una realidad que, a los ojos de su padre y de Emma, parecía insostenible.

La obsesión de Solange por Elijah la llevaba a rechazar cualquier posibilidad de un futuro más brillante y prometedor. A pesar de las oportunidades que se le presentaban, su corazón estaba decidido a permanecer en un camino que, aunque incierto, le ofrecía la ilusión de estar cerca de quien amaba. Salvador, desgarrado entre el deseo de proteger a su hija y la frustración que le producía su obstinación, se sentía impotente ante la situación. Emma, por su parte, intentaba hacerle ver a Solange que el amor no debería ser una prisión, sino un impulso hacia el crecimiento y la realización personal.

En medio de esta tensión, Solange se debatía entre el amor que sentía por Elijah y la vida que podría construir en Los Ángeles, rodeada de apoyo y oportunidades. La lucha interna de Solange se intensificaba, y cada conversación con su padre y Emma se convertía en un recordatorio de las decisiones que debía tomar: ¿debería seguir su corazón o escuchar a la razón? La respuesta no era sencilla y el tiempo parecía correr en su contra.

Minutos más tarde...

Emma se sentó junto a Salvador en el avión y notó la tristeza en su rostro. Con voz suave, intentó consolarlo.

—Salvador, sé que esto es difícil para ti. Pero recuerda que Solange está tratando de encontrar su camino. A veces, las decisiones que parecen malas pueden llevarnos a lugares inesperados.

—Lo sé, Emma, pero no puedo evitar sentir que he fallado como padre. Dejar la carrera... ¿Cómo le voy a explicar eso a su madre? Ella tenía grandes expectativas para Solange.

—Las expectativas son pesadas, y a veces lo que queremos para nuestros hijos no es lo que ellos realmente necesitan. Solange está buscando su propia felicidad, y eso es lo más importante.




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