Los días han transcurrido a toda velocidad y la boda de Elijah y Zoé se aproxima rápidamente. Mientras tanto, Lucas continúa su aventura con la joven rubia, cuya belleza y juventud lo tienen embobado. De hecho, ya le ha comprado un penthouse moderno y un lujoso coche de último modelo.
Al entrar en la habitación que comparten, la encuentra hablando por teléfono con una amiga. Lucas se queda al margen, escuchando sin que ella lo note. La joven dice con entusiasmo:
—No te imaginas lo bien que me va con este multimillonario que conocí en el crucero. Es como tener un cajero automático a mi disposición las 24 horas. ¡Es increíble!
Lucas siente un nudo en el estómago al escucharla. Ella continúa, ajena a su presencia:
—La verdad, solo lo veo como una oportunidad. El amor no es lo que busco, sino un mundo lleno de posibilidades.
Finalmente, Lucas decide intervenir, con voz temblorosa pero firme:
—¿Así que solo soy un cajero automático para ti?
Ella se sorprende al verlo y, tras un breve silencio, responde con una risa nerviosa:
—Lucas, no es lo que parece...
—¿No? Porque eso es exactamente lo que escuché. ¿Acaso no hay nada más entre nosotros?
La joven lo mira y su expresión cambia de la sorpresa a la incomodidad.
—Yo... no quería que lo tomaras así.
—¿Y cómo debería tomarlo? —replica Lucas, sintiendo que su corazón se quiebra un poco más.
Ella baja la mirada, incapaz de responder.
La realidad golpea a Lucas con una fuerza abrumadora, como un rayo que ilumina la oscuridad de sus pensamientos. En ese instante, una voz interna le susurra con sensatez que ha llegado el momento de dejar atrás su papel de «sugar daddy». La ilusión de conquistar a jóvenes deslumbradas por su experiencia y sus recursos comienza a desvanecerse, revelando la cruda verdad: esas relaciones superficiales no le devolverán la juventud que ha perdido.
Debe enfrentarse a la realidad de su edad y reconocer que, en su búsqueda de compañía, ha estado buscando en lugares equivocados. Las jovencitas que lo rodean, aunque encantadoras, no son más que un reflejo de sus propias inseguridades y anhelos. Lucas se da cuenta de que, al aferrarse a esta imagen de amante veterano, ha estado ignorando las señales de que su corazón y su mente necesitan un cambio.
Es hora de poner en orden sus ideas y dejar que la razón prevalezca sobre los instintos que lo han llevado a este punto de confusión. Debe aprender a valorar las conexiones auténticas, aquellas que trascienden lo material y que le permitan redescubrirse a sí mismo, sin depender de la aprobación de los demás. En este proceso de reflexión, Lucas comienza a entender que el verdadero amor y la compañía genuina no se encuentran en la juventud efímera, sino en la madurez y la sinceridad de las relaciones que realmente importan.
*****
Zoé está de compras con su madre, Grace, y su mejor amiga, Emily. Sin embargo, está más pendiente del reloj que de sus compras. Zoé, una madre abnegada que solo vive para sus hijos, se muestra nerviosa por regresar a casa y ver a sus pequeños. La mirada de Grace es de recelo, y le dice:
—Zoé, relájate un poco. Recuerda que antes lo que más te complacía era salir de compras.
Zoé suspira y responde:
—Eso era antes, mamá. Ahora lo único que me interesa en la vida es que mis hijos estén bien y a salvo.
Emily, que ha estado escuchando, interviene:
—Entiendo lo que sientes, Zoé. Pero también es importante que te tomes un tiempo para ti. ¡No está mal disfrutar de un día de compras!
Zoé sonríe levemente, toma una respiración profunda y finalmente aparta la vista del reloj.
—Tienes razón, mamá. Y tú también, Emily. Tal vez un poco de tiempo para mí no haría daño.
Emily sonríe, animada.
—¡Eso es! Además, ¡la boda se acerca y tienes que estar lista! ¿Qué te parece si buscamos ese vestido que tanto te gusta?
Zoé asiente, sintiendo un ligero alivio.
—Sí, he estado pensando en eso. Quiero que todo sea perfecto para el gran día.
—Y lo será, pero primero ¡vamos a disfrutar de este momento! —dice Emily, guiándola hacia una tienda.
—De acuerdo, pero solo un par de horas. Mis hijos me estarán esperando —responde Zoé, aunque su tono es más alegre.
—¡Perfecto! Un par de horas de diversión y luego a casa para preparar todo —añade su madre, sonriendo.
Mientras caminan, Zoé siente que, aunque sus prioridades han cambiado, también es importante encontrar un equilibrio.
—Gracias por recordarme que también debo cuidar de mí —dice Zoé, mirando a sus dos compañeras.
—Siempre estaremos aquí para ti —responde su madre, dándole un suave apretón en el brazo.
—Y ahora, ¡a buscar ese vestido! —Exclama Emily, emocionada.
Zoé sonríe, sintiendo que, aunque la vida ha cambiado, aún hay espacio para la alegría.
Elijah estaba de visita en Los Ángeles por negocios. Antes de regresar a Portland, decidió visitar la iglesia del padre Tomás, quien había sido su mentor y amigo íntimo durante su época de seminarista. Al entrar, sintió una mezcla de nostalgia y tristeza.
—Padre Tomás —comenzó Elijah, mientras se sentaba en un banco. —Ha sido muy duro para mí estar lejos de mi padre. Su rechazo me oprime el corazón. Hoy fui a la empresa a visitarlo y mi padre ni siquiera me dejó llegar a la puerta. Me echó como si fuera un perro.
El padre Tomás lo miró con compasión.
—Elijah, a veces las heridas familiares son profundas. ¿Qué es lo que más te preocupa de esta situación?
—Siento que mi padre jamás me perdonará por haberme enamorado de mi joven madrastra. Esa situación me preocupa mucho y me impide encontrar la paz. No sé cómo sanar esta relación.
El padre Tomás asintió, reflexionando sobre las palabras de Elijah.
—El amor puede ser complicado, pero también es un camino hacia la sanación. Tal vez sea hora de que hables con tu padre, aunque sea difícil. La comunicación puede abrir puertas que creías cerradas.