Enamorado de la embarazada de Crossville - Libro (1) -

Capítulo 4

—Sabes que no es lo mismo. — le dijo Danny sirviéndose también una taza de chocolate.

Las dos se quedaron mirándose.

Su hermana menor la conocía bastante bien, no tanto como su mejor amigo pues la diferencia de edad había logrado que una línea se creara entre ambas.

Sin embargo, aunque esa línea se había creado entre ellas dos, Sarah siempre había procurado estar para su hermana menor, siempre había procurado ser eso que a su hermana le habían arrebatado, eso que la vida había decidido quitarle: una madre. Una que la cuidara, que la escuchara, que estuviera ahí para cuando ella la necesitara. 

Sarah no quería que su hermana se sintiera desprotegida, por eso se había esforzado tanto a lo alegro de los años,  por eso había trabajado con tanto ahínco para darle todo lo que necesitara, para que cuando entrara a la universidad nada le hiciera falta. 

Sus padres se encargaron de dejar la casa a nombre de las tres y su hermana Penélope jamás había reclamado ni un ápice de la herencia.

Quizá más que nada por eso Sarah seguía guardandole  cierto grado de respeto y aprecio pero la practicidad siempre iría primero en la vida de Sarah

Podría perdonarle que en tan poco tiempo luego de la muerte de sus padres su hermana se desentendió de ellas dos. Sarah era demasiado joven como para comprender lo que estaba pasando como para entender que sus padres jamás volverían a la casa. Joven, dieciocho años, apenas decidiendose por qué carrera optar en la universidad.

Y su hermana Penélope no hizo nada para calmar esa desesperación y esa angustia que se había ocupado de arrebatarle la felicidad.

Su madre no volvería, su padre no volvería y su hermana se había largado de la ciudad para completar  su angustia.

 Si tan solo Penélope supiera lo que ella había sufrido en su ausencia, las cosas hubieran sido diferentes.

—Ella nunca se ha encargado de nosotras.

—No es una cuestión de encargarse. 

—¿Y entonces qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que quieres que ella haga? ¿Quieres irte a vivir con ella?

Su hermana puso cara de asco y después de ofensa.

Sarah si de algo estaba segura es que Danny jamás querría ir a vivir con Penélope.

Por más que ella se esforzara en que Sarah le contara sobre su embarazo a su hermana mayor,  la verdad es que una cosa no despintaba la otra. 

La verdad estaba allí, su realidad era que su hermana mayor las había abandonado a ambas.

—¿Cómo has podido preguntar eso?

—Lo siento, sé que no quieres...

—Jamás voy a dejar de estar contigo, ni siquiera cuando te cases, ni siquiera cuando ese bebé nazca y quieras sacarme a mi de la casa.

—No seas ridícula. —le dijo.  Sarah  colocó la taza en la encimera y se acercó hacia su hermana, le quitó la taza de las manos y la abrazo con efusividad, con fuerza, transmitiendole seguridad.  Acarició su cabello y le susurro palabras de aliento, su hermana lentamente comenzó a bajar la guardia. —No vas a irte. No quiero que lo hagas. 

—¿Nunca?

—Nunca. Eres mi primera hija. Fuiste mi conejillo de indias. No voy a aceptar que te marches ahora. 

Su hermana dejó escapar un par de lágrimas y Sara se las secó con el pulgar derecho. 

Con eso en mente ambas se sentaron frente al televisor y terminaron de pasar la noche. Las preocupaciones se olvidaron escasamente por eso segundos.

En un instante ni siquiera recordó que estaba embarazada de un hombre que le había sido infiel, tampoco se acordó del sufrimiento que era para ella el saberse alejada de su hermana mayor.

28 años. 

Esa era su edad. Se había esforzado tanto por hacer una carrera, por hacer un buen perfil laboral, por trabajar en la constructora día y noche, tanto que se había olvidado de lo que era tener una familia, se había olvidado de darle amor a su hermana, quizás si lo hubiese hecho más, quizás si hubiese tenido otra perspectiva de la vida se habría dado cuenta de lo arisca que se estaba volviendo Danny. 

Pero se enfrascó en darle un mejor futuro económico  sin darse cuenta que estaba perdiendo lo más importante: el presente de ambas. 

—Sabes que debes contarle. —le dijo su hermanita una vez que ambas subieron a sus respectivas habitaciones y antes de ella entrar a la suya su hermana la detuvo. —si no se lo cuentas tú otra persona lo hará, ya sabes cómo es este pueblo.

—Eres muy joven para saber cómo es este pueblo.

Danny enarcó una de sus cejas y le miró con cara de idiota, la misma cara que ponía cada vez que se daba cuenta que Sarah le estaba mintiendo.

—Tengo catorce, no es que soy ciega. —y Sarah eso lo sabía, se estaba dando cuenta que su hermanita estaba creciendo. — la señora Benson no pasó a dejarte solo un budín, pasó para ver si estabas aquí y confirmar que sabes lo que están diciendo en el pueblo.

Sarah no tenía idea de cuál era el chisme actual. Se esforzaba demasiado en el trabajo, sobrecargándose con todos los problemas de la empresa con cada queja de los clientes de la constructora escuchando cada petición, intentando conseguir cada material al mejor precio y a bajo costo, dando los mejores números a Pierre...¡Siempre queriendo ser la mejor opción!



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En el texto hay: traicion, jefe, amor

Editado: 25.10.2022

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