7 de junio 2024.
Mierda.
Alison sonríe esplendorosa, iluminando su rostro por la alegría y con un brillo de orgullo adornando sus ojos, al mostrarnos —a Emilia, Jazmín y yo, sus tres mejores amigas— el hermoso anillo de compromiso que adorna su dedo anular.
Nos embobamos observando la joya, por mi parte, imaginando lo divertido y estresante que será ayudarle a organizar su boda. ¡La primera de nosotras en casarse! Eso debe celebrarse a lo grande.
—¡Qué maravilla! —chilla Emilia saltando de su lugar para abrazar a Alison. La rubia y sensual del grupo. A simple vista sería la típica chica que siempre se queda con el chico guapo y que su suerte es de las mejores en el mundo; una princesa de cuentos de hadas, pero la realidad es que ha pasado por muchas cosas para llegar hasta dónde está ahora. Como cada persona.
Aunque no puedo negar que, al lado de mí, sí parece la chica perfecta, pues mi vida, tanto cotidiana como amorosa, sin querer sonar como una mártir, está llena de desgracias.
Con decir que la última cita que tuve —una que mis amigas amablemente no se esforzaron en conseguir y conocer—, me robó mi cartera y el celular. Una ya no puede ir a tomar un licuado en paz sin que le digan: «no actúes raro y dame todas tus cosas», mientras te ponen algo puntiagudo en la cintura frente al local donde habían quedado.
Así que, desde esa vez, trato de evitar verme tan sola para que mis amigas no sientan la necesidad de emparejarme con alguien más; decidí que el chico correcto llegará cuando ni siquiera esté buscando uno. Como mi compañero de trabajo en la heladería.
—Pero, ¿qué pasó con el chico de tu trabajo? —preguntó Jazmín bajando la voz—, creí que tenían algo.
«Uh, esto suena como un buen chisme».
—Nada especial, solo fue un ligue de medianoche. Además, es hijo de mis jefes, ni loca me puedo meter con él.
Frunzo el ceño y aparto la mirada del anillo para enfocarla en ella, que aún observa su dedo, fascinada.
—¿Qué no te acostaste ya con él?
—Shh —las tres se llevan el dedo índice a su boca, mandándome a callar. ¿Dije algo malo?
—Eso fue hace un mes, Christina —responde la rubia moviendo su mano, como si no fuera algo importante.
«Un segundo...»
Ella lleva siete meses saliendo de manera formal con Jorge... Oh, ahora entiendo el «shh».
—¿Es de quién me hablaste? —pregunté bajando también la voz, mirando hacia la puerta para verificar que ninguno de sus novios haya llegado aún al establecimiento.
Alison sonrió, quitando su atención del anillo en todo el tiempo que llevamos ahí. Soltó un suspiro y asintió, pero después negó y se encogió de hombros.
—Él tiene citas cada fin de semana con diferente chica; no es el tipo de hombre que necesito. Él no bajaría la luna por nadie y, definitivamente, no es el tipo que se casa para que tengas un final de cuento de hadas.
—Y como Jorge es todo eso y, sobre todo, muy moral —menciona Emilia bebiendo de su naranjada. La miramos mal, para después, soltar una carcajada.
—Correcto —cedió—, pero entre Carlton y yo nada puede pasar porque yo amo a Jorge, y él ama su libertinaje.
—Eso no me pareció cuando me hablaste de su salida al cine —murmuré sugerente. La mirada de Alison se perdió nuevamente en su anillo, en un claro aviso de que no quiere seguir con el tema.
—Bueno, hablando de problemas amorosos —«Ay, no. Por favor, Tierra, trágame y escúpeme en Vancouver»—, ¿qué tal el galán, Chris?
—¿Qué tal la familia, Jazmín? —Abro mis ojos, sorprendida de la facilidad con la que salieron mis palabras en un modo de defensa—. No lo dije —aseguro.
Emilia se acerca a mí y susurra—: Lo hiciste.
Ay, no, soy una mala amiga. Hace más de un año que Jazmín no ve a su familia, ya que esta no le habla porque rompió su compromiso con Ramón, el hijo del comisario del pueblo, por Imanol —un ultra mejor amigo de Jorge, prometido de Ali—, profesor de la universidad donde estudiábamos. En mi humilde opinión, a Jazmín se le ve más feliz con Imanol que con Ramón, pero mi humilde opinión no le interesa a su familia.
—Jaz, lo siento mucho.
—Tranquila, Chris, sé cómo eres.
El silencio que se hace se torna incómodo y lo único que se me ocurre hacer es estirar mi mano para tomar un totopo y bañarlo en guacamole mientras Emilia comenzaba a hablar sobre su nuevo trabajo en la capital. Poco después llegaron los chicos, saludaron y no pude evitar sentirme incómoda cuando Pedro —novio de Emilia—, me ignoró por completo.
Intentaba hacer como si nada pasara cuando él estaba cerca, pero su mera presencia hacía que la culpa en mi corazón creciera y una vieja herida se abriera, convivimos más que nada por tener a Emilia en común.
—¿Ya les dio Alison la buena nueva? —preguntó Jorge abrazando por los hombros a su prometida.
—Felicidades —Le sonreí y levanté mi vaso en su dirección.
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Editado: 20.04.2024