¿enamorados? Imposible

CAPÍTULO 5

—Volviste. —Cerró la carpeta en su escritorio, echándose hacia atrás en su silla, para mi desgracia, su mejilla estaba como nueva otra vez.

—Quiero que sepas que no voy a trabajar aquí. Solo lo hago porque creo que es lo correcto y Alison estará feliz contigo.

Walter asiente, seguro de mis siguientes palabras. Deja su asiento para recargarse en la orilla de su escritorio, frente a mí.

Cierro los ojos y suelto el aire retenido lentamente. Espero no arrepentirme de esto después.

—Te ayudaré a enamorar a Alison.

 

 

No sé si aceptar la propuesta de Walter fue lo correcto, pero ya no hay marcha atrás, hace unos momentos le confirmé a Alison las palabras de mi supuesto prometido, por suerte no tuve que hacerlo mirándola a los ojos, porque no estoy segura de haber podido mentirle bien.

Por esa misma razón estoy sentada frente a él en un lindo restaurante de comida rápida. Elección mía, por supuesto.

—Bien, ¿por qué cambiaste de opinión? —Cruza los dedos de su mano por encima de su ensalada y debajo de su barbilla.

Ni siquiera sabía que aquí vendían eso, siempre pensé que era el paraíso de la comida grasa en donde solo se venden hamburguesas, papas fritas, hot-dogs... en fin, muchas cosas con grasa.

—En definitiva no por ti; lo hago por mi amiga.

—Eso ya lo dijiste, pero... ¿qué te hizo cambiar de opinión?

Bajo la mirada a mi comida. No puedo decirle que Jorge engaña al amor de su vida. Aunque siendo justos, ella lo hizo primero.

Espero.

—No lo sé —miento con un encogimiento de hombros—. Solo quiero que sea feliz.

—De acuerdo. —Suelta un suspiro largo—. ¿Cuál es el plan?

Lo miré, dejando mi hamburguesa a un lado.

—¡¿Yo tengo que hacer el plan?! Mis planes jamás han salido como quiero. El último que tuve fue hacerte mi novio falso y ahora estoy en un falso compromiso contigo.

Walter sonríe mínimamente y asintió—: Tus planes apestan.

Lo miré mal y me negué a seguir hablando con él en lo que mi comida se terminaba.

—¡Mierda!

—¿Ahora qué? —pregunté con desgana, pero me puse en alerta cuando la preocupación tiñó su rostro.

Por inercia miré detrás de mí, buscando un peligro inminente, pero solo había niños corriendo por todos lados, padres tratando de detenerlos y meseros con rostros irritados mirándolos. No hay nada fuera de lo normal. Me fijo en esos extravagantes ojos esperando a que me explique el motivo de su mala palabra.

No lo hace. Únicamente tiene el ceño fundido mientras pica su ensalada, pensativo.

—¿Me dirás qué sucede?

Me mira como si se volviera a percatar de mi presencia.

—No tienes anillo —puntualizó.

Observé el dedo que tiene toda su atención ahora.

—Bueno, es que mi compromiso no es como los normales —contesté con ironía, llevándome una papita a la boca.

—Debes tener uno —Walter levanta sus ojos hasta posarlos en los míos— para que los de la prensa no piensen cosas equívocas.

¿La prensa? ¿Por qué tiene que estar ella en todo esto?

—No entiendo. ¿Por qué la prensa?

Curvó una ceja. De acuerdo, por lo general no se me hace difícil captar lo que a las personas se les hace obvio, porque es algo obvio, pero no entiendo qué tiene que hacer la prensa en medio de este lío.

—¿Jamás me has buscado en internet?

—Hasta hace unos días ni siquiera sabía que existías —admití.

—Auch. Eso me dolió. —El melodramático se lleva una mano al pecho. Ruedo mis ojos.

—Tú tampoco sabías de mi existencia. Así que estamos a mano.

Al menos espero que eso sea cierto y no conozca de mi existencia. Ríe. ¿Por qué suena tan melodiosa si es un poco ronca? No he llegado a entender las maravillas de Dios.

—Pero hablo en serio. Debo conseguirte un anillo. Mi madre preguntará por él en cuanto se entere.

—¿¡Tu madre!? ¡Ella no estaba en el plan!

Muchas cosas no estaban en el plan de hacerlo pasar como mi novio y ahora estamos aquí, sentados en un restaurante de comida rápida, pactando los pasos a seguir para enamorar a Alison.

—Baja la voz —susurra—, ¿o quieres que todos se enteren de nuestro arreglo?

Extiendo mis brazos a mi alrededor y miré a ambos lados.

—Por si no lo has notado, todos están muy entretenidos intentando controlar a sus hijos o en sus charlas. Para ellos ahorita no existes y eres solo un comensal; conozco el lugar, únicamente les importa que comas, pagues y te largues.

»Además, ni siquiera tenemos un plan —terminé murmurando, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Simplemente baja la voz —pide—. Por eso estamos aquí: diseñaremos uno infalible, que ni siquiera tú puedas arruinar.




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