¿enamorados? Imposible

CAPÍTULO 11

Walter.

24 de junio 2024.

«Si realmente la amas, lucha por ella o búscate a alguien más».

            Eso fue lo que dijo Christina el día en que le propuse el trato de ayudarme. Y eso hago, me armo de valor mientras estoy fuera de su casa. Nunca he sido el tipo de hombre que va detrás de la chica, por lo general son ellas las que me buscan o solo es suficiente enviar un mensaje para tenerlas rápido en la puerta de un hotel o, si la chica es muy influyente, de su casa para yo, como todo un caballero, llevarla al hotel y pasar un buen rato.

            En cambio, aquí estoy, porque no quería llamar la atención en la empresa. Salgo del auto y me encamino a la puerta, sin pensarlo demasiado, apreté el timbre y esperé. Sin embargo, abrió la persona que menos esperaba.

            —¿Sí?

            Me puse recto en mi lugar, dando un paso atrás. De acuerdo, ya estoy aquí, puedo matar dos pájaros de un tiro.

—Busco a… —comencé a decir, pero él sonríe y me interrumpe.

—Tú eres el nuevo novio de Christina, ¿no? No está aquí —avisa.

—Lo sé, no vengo por ella —Jorge cambió su expresión en tan solo un segundo. Su pose ya no es amigable. Levanta la barbilla y sus ojos se oscurecen una tonalidad.

—Entonces tenía razón, eres tú. —Me mira de arriba abajo y sonríe de lado—. Es una bajeza utilizar a su amiga para acercarte a ella, y si la conocieras, sabrías que jamás se metería con alguien a quien Christina ama. Ella es como una hermana para Alison.

—Te hacía más idiota —admití cuando entendió porqué estoy allí y, posiblemente, también sospeche de mi asistencia en su fiesta de compromiso.

—Quiero a Alison y me voy a casar con ella. La perdiste, amigo, acéptalo.

—No soy tu amigo, y yo también la quiero.

—Lleva mi anillo, no el tuyo. Ese se lo pusiste a Christina. Ten un poco de corazón y aléjate de ambas para que no salgan lastimadas.

—No tengo motivos para hacer eso.

—Tienes, porque soy su prometido. Como jamás le pediría dejar su trabajo, debes mantener las cosas profesionalmente.

—Hace mucho dejaron de serlo.

Sé cuando debo alejarme de los problemas, así que di media vuelta al notar su mandíbula apretada y ver que cerró su mano en un puño.

—Lárgate de mi casa antes de que te rompa la cara —demandó y me limité a sonreír con satisfacción y volver sobre mis pasos. Así que él sabe de las fallas de Alison en su relación, y si lo sabe es porque, de alguna forma, ella cambió su comportamiento. Esto en vez de ser una mala noticia, me alegró bastante, porque será fácil romper ese compromiso.

 

 

Observé el movimiento que hay en la ciudad. Todos corren a sus trabajos luego de la hora de comida mientras yo me limito a verlos desde la ventana, con el anillo que Christina me lanzó a la cara dando vueltas por mis dedos.

¿Ahora cómo voy a enamorar a Alison? Después de mi visita a su casa, sé que las cosas serán sencillas, pues su relación ya pende de un hilo, sin embargo, así como una infidelidad debilita una relación, a veces la vuelve más fuerte, pero es rara la ocasión y espero que esta sea en donde ambos se comen con sus inseguridades.

O quizás sea una señal para que me olvide de la rubia y encuentre a otra chica. Eso me recuerda que debo resolver esto antes de que mi madre se dé cuenta que volví a ser soltero y quiera quitarme mi puesto en la revista y enviar lejos a Verónica.

Aunque ellos sigan a cargo, Amadeus y yo tenemos ciertos puestos importantes. De hecho, estamos en la presidencia y co-presidencia. Nuestros padres nos guían y supervisan. Pero sino me caso y "compongo mi vida", todo cambiará, y no habrá valido la pena ningún sacrificio hecho en el pasado.

—¿Señor? —Tomé el interfono.

—¿Qué pasa, Víctor?

—Su madre está aquí. Entró con su hermano, pero le aviso para que se prepare.

—Gracias, Víctor. Continúa con tu trabajo.

Cuelgo el teléfono y regreso mi atención al anillo descansando en el escritorio. Oliver lo eligió para ella; se me hace muy sencillo con solo una flor y un pequeño diamante en el centro, con dos finas líneas que hacían la función de rodear su dedo, pero él estaba seguro de que le gustaría. Al menos es de un oro rosado para compensar la sencillez. Quizás no fue de su agrado o no lo habría regresado. No habría detonado una pelea.

La puerta es abierta y vislumbro la sonrisa de una adolescente. Trae dos coletas y su vestido favorito junto a unas zapatillas negras de piso. Eché el anillo en el cajón para poder recibir a mi hermana.

—¡Hermanote! ¿Tan temprano y ya estás trabajando? En definitiva, Christina te ayudará a relajarte —ríe y le lancé una mirada severa—. Me cayó bien.

Se lanza al sofá y acomoda sus gafas en el proceso.

—¿Dónde está?

Me acerco a ella. Suspiré dejándome caer a su lado. Pasó la mano por mi cabello, revolviéndolo.




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