A la mañana siguiente las cosas estaban mejor, cuando bajé el señor Francisco estaba en el comedor con Cesar, ambos me saludaron, pero él trataba de esconder su rostro del mío; María le llevó unas píldoras para la tos.
- ¿Tos? Pregunté
- Anoche se dio una ducha de agua helada porque tenía mucho calor y se resfrió. Respondió María mientras él se ruborizaba.
En ese momento él se levantó y fue a su despacho, entonces lo seguí.
- ¿Por qué le da vergüenza? Le pregunté estando a su frente - Si es algo que ambos estábamos haciendo.
- Ana por favor.
- Sé que estábamos haciendo mal, pero la culpa no es toda suya.
- Sí lo es. Contestó
Al fin sus ojos se posaron en los míos
- Ana, no quiero hundirte en este lodo, no desde que te conocí.
- Parece usted la virgen y no yo. Le dije
Ambos sonreímos
- Quiero hacerte el amor, pero cuando estemos ya casados, llámame anticuado si quieres, pero cuando tu llegaste a mi vida regresaron los valores que mis padres me enseñaron
- “Nadie ensucia el agua que se va a tomar” mi padre siempre me lo decía. Respondí
- ¿Y qué significa eso? Preguntó él.
- El hombre que te amé te va a respetar antes y después de casados.
Me miró y me dio un abrazo. Y luego añadió:
- Y… tampoco podrás entrar a mi cuarto ni yo al tuYo
- Bien. Respondí, sabía que el señor Francisco estaba cambiando, su alma ya no era negra ni oscura, estaba comenzando a tomar el color de la mañana. Ya no quedaba ni el menor rastro del hombre vengativo que conocí al principio.
Él se quedó en el despacho, entonces fui a la cocina, allí estaba Cesar, así que le pedí que fueramos al jardín y comenzamos a jugar con los perros, en un momento Cesar me tomó cargada dando vueltas, me mareé entonces me solté y tomé una manguera de agua y lo mojé. Parecíamos niños jugando y corriendo uno de tras de él otro; tal vez no éramos hermanos genéticamente, pero nos queríamos como si lo fuéramos.
En un momento Cesar me quitó la manguera para mojarme así que corrí. El jardín ya estaba todo mojado y pantanoso, y cuando el señor Francisco salió para ir a trabajar choqué con él; ambos caímos al suelo, lo miré a los ojos y le sonreí, mi pierna derecha estaba entre sus piernas y su mano estaba en mi cintura; sentía como su corazón latía, y en un momento miré sus labios.
Cesar me ayudó a levantar y el señor se levantó sin decir una palabra, pero con un rostro que nunca había conocido. De inmediato y sin decir una palabra entró de nuevo para cambiarse; después de reírme con Cesar por lo sucedido subí a ducharme; cuando bajé pregunté por el señor y me dijeron que aún estaba en su habitación. Esperé unos minutos pero aún no salía, así que decidí entrar a la habitación, pensé que se había lastimado.
Cuando entré él había salido de la ducha, y se notaba que había tomado una ducha fría.
- Si sigue así, se va a enfermar. Le dije
- Ana, por favor sal de mi habitación, ya no puedo estar tan cerca de ti.
Vi en su mirada desesperación, así que salí; después fue a la compañía y no se despidió. Cesar notó que mi actitud había cambiado.
- Que tal si vamos a la ciudad e inauguramos tu auto, ¿Sabes conducir? Me preguntó.
- Sí, mi padre me enseñó cuando cumplí 16.
Así que me organicé, me puse un vestido de Jean con botones adelante y algo acampanado, y unas sandalias en plataforma, recogí mi cabello en una coleta y bajé, le dije a María que no nos esperará para almorzar.
Los guardias sacaron el auto; cuando me senté en el asiento del conductor me sentí mucho mejor, recordé la sensación que sentía cuando tenía a mis padres cerca. Fuimos a la ciudad mientras un carro lleno de guardias nos seguía; entramos a cine, fue muy divertido; después de la película entramos al restaurante de un hotel donde almorzamos, Cesar me comentó que allí hacia un postre delicioso, así que nos quedamos a probarlo; recuerdo lo dulce de ese momento, pero no disfruté lo suficiente como para recordarlo en la amargura que se me venía encima.
Cuando estábamos saliendo del hotel, vi que por una de las entradas traseras salía el señor Francisco y a su lado una mujer; cuando lo vi no lo creía. El señor también me vio, y cuando me vio su rostro cambió, fue entonces cuando mi pesadilla se tornó realidad y lo que mi corazón no creía se volvió cierto.
El señor Francisco corrió hacia mí; y cuando lo vi corrí hacia el carro, Cesar me siguió. Entré al carro y subí la velocidad, solo pensaba en que no me alcanzara; estaba como en shock porque no recuerdo cómo fue que salí de la cuidad mientras Cesar me gritaba que parara el carro. Después de unos minutos me detuve a la orilla de la carretera, salí del carro y caí al suelo sin pronunciar una palabra, por mis ojos brotaban grandes lágrimas que bañaron mi rostro.
En un momento vi a Cesar que movía sus labios en dirección a mí, estaba llamándome, pero yo no lo escuchaba; fue entonces cuando desperté y pegué un grito de dolor, Cesar me abrazó y fue allí cuando entendí que me había enamorado de una forma que jamás lo había hecho ni lo volvería hacer; y el hombre al que yo amaba había roto mi corazón en tan solo un par de minutos, había clavado un puñal tan profundo que en ese instante pensé que moriría.