La noche había caído sobre el vasto océano, envolviendo el mar en un manto de estrellas y oscuridad. Las aguas estaban calmadas, reflejando el cielo nocturno en un espejo de tranquilidad. El mercader Reynard Zendel, con la mirada fija en el horizonte, se desplazaba con su barco de comercio hacia una isla cercana del continente desértico de Erial. La brisa marina soplaba suavemente, meciendo las velas del navío y llenando el aire con el olor salado del mar.
Reynard, un hombre de aspecto imponente, con una barba bien recortada y ojos oscuros que brillaban con la astucia de un comerciante experimentado, estaba acompañado por su esposa, Diara Zendel. Diara, una mujer de porte noble y mirada melancólica, observaba las olas desde la cubierta, sus pensamientos perdidos en el dolor de una reciente pérdida. Habían enterrado a su hijo hacía solo unas semanas, una herida aún fresca en sus corazones.
—Diara —comenzó Reynard con voz suave, rompiendo el silencio de la noche—. En kune: Mi scias, ke nenio povas konsoli la malplenon, kiun ni sentas, sed ni devas kredi, ke la dioj tion volis tiel. Ray, nia filo, estis prenita al nia terdio, Herbos, kaj nun staras apud li. Ĉi tiu komerca vojaĝo povus esti nia ŝanco resti distrita (Sé que nada puede consolar el vacío que sentimos, pero debemos creer que los dioses lo quisieron así. Ray nuestro hijo, fue llevado hacia nuestro dios de la tierra, Herbos, y ahora está junto a él. Este viaje de negocios puede ser nuestra oportunidad de mantenernos distraídos).
Diara asintió lentamente, sus ojos se encontraron con los de Reynard, llenos de comprensión y tristeza compartida. Sabía que su marido había decidido llevarla con él a Haveno de la Suno, donde se reuniría con otros comerciantes de los tres continentes, para distraerla y que no pensara en su reciente pérdida.
—En kune: Mi scias, Reynard. Mi nur esperas, ke Inísel Sea Island alportos al ni la bonŝancon, kiun ni tiom bezonas. Ĉi tiu intertraktado povus pliigi niajn profitojn kaj doni al ni la ŝancon establi novajn rilatojn kun la tri kontinentoj (Lo sé, Reynard. Solo espero que la Isla del Mar de Inísel nos traiga la suerte que tanto necesitamos. Esta negociación podría aumentar nuestros beneficios y darnos la oportunidad de entablar nuevas relaciones con los tres continentes).
El mercader miró a su esposa con una mezcla de esperanza y determinación.
—En kune: Mi fidas, ke estos tiel. Mi scias, ke Thiobad ne mensogus al mi, li estas ruza kaj sukcesis eksporti tre aviditajn erojn de Erial al la Kardinaloj. Se ni povas certigi ĉi tiun pakton, niaj vivoj povus ŝanĝiĝi al pli bona (Confío en que así será. Sé que Thiobad no me mentiría, él es astuto y ha conseguido exportar artículos muy codiciados de Erial hacia los Cardinales. Si logramos asegurar este pacto, nuestras vidas podrían cambiar para mejor).
Mientras las palabras de Reynard se desvanecían en la quietud de la noche, un sonido inesperado cortó el aire. Era un lamento suave, casi imperceptible al principio, pero claramente distinguible como el llanto de un bebé. Reynard frunció el ceño y se giró hacia los marineros que estaban en la cubierta.
—En kune: Maristoj! Ĉu vi aŭdis tion?( ¡Marineros! ¿Habéis oído eso?) —preguntó, su voz llena de alarma y curiosidad.
Los hombres asintieron, sus ojos buscando en la oscuridad la fuente del misterioso sonido. El capitán del navío, un hombre curtido por años de navegar los mares, salió de su camarote ante el revuelo en cubierta y se acercó a Reynard.
—En kune: Mia sinjoro, mi rekomendas, ke vi retiriĝu al via kajuto. Ni povus esti en danĝero (Mi señor, recomiendo que se retire a su camarote. Podríamos estar en peligro).
Reynard miró hacia el frente, intentando identificar de dónde venía el llanto del bebé. Sintiendo como una fuerza extraña lo guiaba, Reynard dio una rápida instrucción al capitán.
—En kune: Instruu virojn esplori de kie venas ĉi tiu plorado (Instruye a los hombres para que investiguen de dónde proviene ese llanto).
El capitán rápidamente negó con la cabeza e intentó convencer a su superior.
—En kune: Sinjoro bonvolu (Mi señor, por favor)... —Pero sus palabras fueron cortadas cuando el mercader lo miró con firmeza.
—En kune: Obeu, kapitano (Obedezca, capitán).
Tragando saliva y sabiendo que no podría contradecir las órdenes de Reynard, el capitán asintió y se dirigió a sus hombres con voz firme.
—En kune: Maristoj! Direktu la boaton al la fonto de la bruo kaj tenu viajn okulojn malfermitaj. Ĝi povus esti kaptilo (¡Marineros! Dirigid el barco hacia la fuente del ruido y mantened los ojos abiertos. Podría ser una trampa).
La tripulación se movió con rapidez y precisión, sus movimientos sincronizados por años de experiencia en el mar. El barco viró lentamente, avanzando con cautela hacia la espesa niebla que cubría las aguas. A medida que se acercaban, el llanto se hacía más fuerte, resonando en la quietud de la noche.
De repente, a través del velo de niebla, apareció una forma oscura. Era otro barco, apenas visible en la penumbra. Los marineros se pusieron en alerta, sus manos yendo instintivamente a las empuñaduras de sus armas, pensando en piratas, una amenaza constante en esas aguas.
—En kune: Fek, mi sciis, ke ĉi tio estas kaptilo. Preparu viajn armilojn! (Mierda, sabía que esto era una trampa. ¡Preparad las armas!) —ordenó el capitán, su voz resonando con autoridad mientras se posicionaba frente al mercader y su esposa, adoptando una posición defensiva.
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Editado: 14.01.2025