Transcurridos dos días después de la boda de Inísel con el Shántruk, el momento más temido por ella llegó. Ella se preparó para dejar la comodidad de su hogar y trasladarse al templo donde residían el Shántruk y sus consejeros. Con el corazón apesadumbrado y un nudo en el estómago, se despidió de su madre y su padre adoptivo, Reynard Zendel y Diara Zendel. Isra, su fiel doncella, se mantuvo cerca de ella, brindándole apoyo y consuelo con su mera presencia.
Un séquito de esclavas, asignadas para servir como nuevas doncellas de Inísel, la acompañó en el viaje. El camino hacia su nuevo hogar fue largo y tenso, con Inísel tratando de mantener una apariencia serena mientras su mente se debatía entre el miedo y la resignación. Sabía que su vida iba a cambiar de manera drástica y definitiva.
Al llegar al templo, Inísel fue llevada a su habitación, un amplio y lujoso espacio decorado con telas ricas y muebles de maderas exóticas. La belleza del lugar, sin embargo, no lograba consolarla. Sabía que estaba atrapada en una jaula dorada, obligada a cumplir con las expectativas de su nueva posición.
Por la noche, el temor de Inísel se hizo palpable cuando fue llevada a los aposentos del Shántruk. Varias esclavas, durante toda la tarde, prepararon su cuerpo con aceites y perfumes exóticos que hacían ver su piel más reluciente para seducir a su esposo. El largo pasillo parecía interminable y cada paso resonaba con un eco que aumentaba su ansiedad. Al llegar a la puerta de la recámara del Shántruk, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las puertas se abrieron lentamente y fue recibida por el Shántruk esperándola.
El Shántruk Theodric Elektita unu vestía una túnica blanca ricamente adornada con abalorios dorados y joyas de estalita. Su presencia emanaba una mezcla de poder y autoridad, y sus ojos recorrieron la figura de Inísel con una intensidad que la hizo estremecer. Pese a su edad, el soberano mantenía un porte imponente y un físico notablemente musculoso, evidenciado cuando comenzó a desabrocharse la túnica, revelando su torso desnudo.
Inísel, sintiéndose vulnerable y expuesta, intentó mantener la compostura. Recordó las palabras de su amiga y doncella más cercana, instándola a ser fuerte y a encontrar su propio camino dentro de esta nueva vida. Pero en ese momento, con el Shántruk observándola con una mezcla de deseo y posesividad, esas palabras parecían vacías y lejanas.
El Shántruk se acercó a ella; su sonrisa era una mezcla de satisfacción y dominio.
—En kune: Inísel, mia Valkúr (Inísel, mi Valkúr) —dijo, su voz suave pero firme—. En kune: Ĉi-vespere estos nia kaj ni komencos novan epokon por Erial kaj por ni. Hodiaŭ ni kuniĝos en korpo kaj spirito (Esta noche será nuestra y daremos comienzo a una nueva era para Erial y para nosotros. Hoy nos uniremos en cuerpo y espíritu).
Inísel asintió sin confiar en su voz para responder. El Shántruk levantó una mano y acarició su mejilla, un gesto que pretendía ser reconfortante, pero que solo aumentó su incomodidad.
— En kune: Vi estas bela (Eres hermosa) —continuó él—. En kune: Kaj mi certas, ke vi estos Valkúr inda je ĉi tiu regno (Y estoy seguro de que serás una Valkúr digna de este reino).
Ella sintió que sus palabras eran vacías, cumplidos premeditados que no lograban tranquilizarla. Mientras él hablaba, su mente se desvió, buscando un escape mental de la realidad inmediata. Recordó su hogar, su vida antes de este compromiso y la sensación de libertad que ahora parecía tan distante.
El Shántruk la guió hacia la cama, un imponente mueble cubierto de sedas y cojines. Inísel cerró los ojos por un momento, respirando hondo para calmar su agitado corazón. Cuando los abrió, encontró al Shántruk mirándola con una mezcla de deseo y aprobación. Theodric se había despojado por completo de la túnica, revelando su piel tersa bronceada.
Inísel miró el cuerpo del Shántruk, observando con una mezcla de satisfacción y resignación que Theodric, a pesar de su edad, no tenía un mal físico. Sus músculos bien definidos y su piel bronceada por el sol de Erial le daban un aire imponente, una apariencia que combinaba bien con su posición de poder. Mientras el Shántruk se aproximaba más hacia ella, Inísel sintió una mezcla de temor y aceptación. Sabía lo que iba a ocurrir y, aunque su mente luchaba contra la idea, su cuerpo se preparaba para lo inevitable.
Con suavidad, Theodric le agarró las manos a Inísel, sus dedos firmes pero no bruscos. La llevó sobre la cama con una seguridad que dejaba claro que estaba acostumbrado a ser obedecido. La sentó y comenzó a desatar con destreza la túnica blanca que cubría su cuerpo joven y puro.
— En kune: Mi estos honesta kun vi. Ĉi-vespere ni amoros, Inísel (Seré sincero contigo. Esta noche haremos el amor, Inísel) —dijo Theodric, su voz baja y profunda resonando en la habitación—. En kune: Mi ĝojas, ke virino tiel bela kiel vi nun estas mia edzino (Estoy contento de que una mujer tan hermosa como tú sea ahora mi esposa).
Inísel tragó saliva, un nudo formándose en su garganta mientras intentaba mantener la compostura. No había vuelta atrás. Con una mezcla de emociones que iban desde la resistencia hasta la sumisión, permitió que el Shántruk la empezara a desnudar, sintiendo el aire fresco de la noche tocar su piel expuesta.
Sin esperar permiso, el Shántruk la besó con una posesividad que le resultó inquietante. Inísel apenas le devolvió el beso, mientras las manos de su esposo hábilmente le bajaban la túnica que cubría su cuerpo, deseoso de explorar cada rincón con una devoción que a Inísel le pareció invasiva. Seguidamente, y maravillado ante la desnudez de Inísel, Theodric besó su cuello suavemente, descendiendo con lentitud y recorriendo con sus labios todo su cuerpo. La presión que ejercía él sobre ella le resultó asfixiante. Mientras tanto, el Shántruk disfrutaba de cada centímetro de su piel. Él no pudo evitar pequeños gemidos de placer, sin embargo Inísel permanecía resignada sabiendo que no tenía escapatoria.
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Editado: 14.01.2025