El tiempo transcurría implacable, y los años se sucedían uno tras otro. Inísel, ahora con dieciocho años, llevaba dos años casada con su esposo, el Shántruk Theodric.
Una noche, se encontraba en la habitación del Shántruk, tumbada cómodamente sobre la cama, con su marido a su lado. La luna iluminaba la estancia con su luz suave, filtrándose a través de las cortinas de terciopelo que ondeaban ligeramente con la brisa nocturna.
Inísel acariciaba con ternura el pecho de su marido, sus dedos deslizándose suavemente por su piel cálida. Las respiraciones de ambos se habían vuelto más sosegadas después de un momento apasionado entre ellos. La conexión entre los dos había crecido enormemente durante los últimos años, fortalecida por la intimidad y la confianza mutua.
Theodric, con una sonrisa juguetona, rompió el silencio.
—En kune: Vi estas tro pasia, Inísel. Je la dioj, estas pli kaj pli malfacile resti kun vi. Via pasio superfluas... (Eres demasiado apasionada, Inísel. Por los dioses, cada vez me cuesta más seguirte el ritmo. Tu pasión es desbordante…) —dijo en broma, sus ojos brillando con afecto y diversión.
Inísel se rió suavemente, su risa un sonido melodioso que llenaba la habitación.
—En kune: Ne malestimu vin mem, Teodriko. Vi eble estas pli maljuna, sed vi ankoraŭ havas vian veturadon. Mi amas kiel vi estas (No te menosprecies, Theodric. Puedes ser mayor, pero sigues teniendo tu ímpetu. Me encanta cómo eres) —le aseguró, inclinándose para darle un beso en la mejilla.
—En kune: Mi volis paroli kun vi pri io (Quería hablarte de algo…).
Luego, cambiando de tema, Inísel comentó sobre la reciente reunión del consejo. Durante los dos últimos años, el Shántruk había comenzado a confiar cada vez más en la aguda opinión de su esposa. Esta confianza creciente había llevado a Theodric a incluir a Inísel en las reuniones del consejo que celebraba cada día en su templo, un lugar de decisiones cruciales para el reino.
—En kune: Mi ĝojas, ke vi permesis al mi dum ĉi tiuj lastaj du jaroj helpi solidigi la kuniĝon de la kvin urboj de Erial (Me alegra que me hayas permitido durante estos dos últimos años poder ayudar a solidificar la unión de las cinco ciudades de Erial)—comenzó Inísel, su voz cargada de seriedad y reflexión.
—En kune: La aliaj urboj sekvis niajn leĝojn sen multaj malsukcesoj. Kunordigo inter soldatoj kaj civiluloj postulataj por trejni montris pozitivajn rezultojn. Ili lernas rapide (Las otras ciudades han seguido nuestras leyes sin muchos contratiempos. La coordinación entre los soldados y los civiles obligados a adiestrarse ha mostrado resultados positivos. Están aprendiendo rápidamente).
Theodric asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras de su esposa. La unificación había traído una mayor cohesión y un sentido de propósito común entre las diferentes ciudades de Erial, algo que antes parecía imposible de lograr.
Inísel continuó, su tono adquiriendo una nota de persistencia y decisión.
—En kune: Do mi pensas, ke ni devus malmunti kuraĝajn batalojn. Kiel vi scias, mi premas dum monatoj por ke la ludoj finiĝos. Nun kiam niaj soldatoj restas lojalaj kaj la homoj alkutimiĝis al siaj novaj devoj, mi konsideras nenecese daŭrigi la tradicion (Así que creo que deberíamos desmantelar los combates del valor. Como sabrás, he estado insistiendo durante meses para que los juegos terminen. Ahora que nuestros soldados se mantienen leales y el pueblo se ha acostumbrado a sus nuevas obligaciones, considero que es innecesario continuar con la tradición).
Inísel había luchado durante ese año con uñas y dientes para prohibir los combates del valor. Los juegos, que al principio se celebraban una vez al mes, con la perseverancia de la Valkúr, consiguió que se realizaran una vez al año. Inísel estaba determinada a deshacerse completamente de los combates del valor.
Theodric se recostó en la cama, sus pensamientos viajando a las reuniones y debates sobre los combates del valor.
El Shántruk debía admitir que Inísel tenía razón. Aunque los combates del valor habían logrado apaciguar las violencias en las calles y reducir las quejas de los ciudadanos, la brutalidad de los juegos estaba cobrando demasiadas vidas, algunas de ellas inocentes. El número de concursantes se había reducido a cuarenta, y, casi todos los participantes perecían en la sangrienta arena. Los juegos castigaban con la misma brutalidad a reclusos peligrosos, a soldados insubordinados y a ciudadanos que manifestaban su desacuerdo con las leyes impuestas. Inísel creía que el castigo no debería ser el mismo para cada perfil de delincuentes. El miedo a morir de forma brutal en las arenas consiguió disminuir la violencia en las ciudades. El pueblo era más sumiso y receptivo a las normas. Con este escenario, estaba determinada a convencer a su marido para que cancelara los combates del valor para siempre.
Theodric reflexionó en silencio, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Inísel. Los juegos, que alguna vez habían sido un símbolo de honor y entretenimiento, se habían convertido en una carnicería. Finalmente, levantó la vista y miró a su esposa, la luz de la luna iluminando sus rasgos delicados y decididos.
—En kune: Mi promesas, ke mi konsideros ĝin (Prometo que lo consideraré…) —dijo con sinceridad. —En kune: Vi harpis min ĉi tiujn lastajn monatojn kaj certe, fermi la bravajn batalojn povus esti bona ideo. Ni jam atingis tion, kion ni deziris, daŭrigi estus kontraŭproduktiva por ni longtempe (Has estado insistiéndome estos meses y ciertamente, cerrar los combates del valor podría ser una buena idea. Ya hemos conseguido lo que queríamos, continuar sería contraproducente para nosotros a la larga).
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Editado: 14.01.2025