Los meses transcurrían y el sol dorado de Erial bañaba la tierra con su luz, anunciando cada día el paso del tiempo. Inísel, quien había estado esperando ansiosamente algún signo de embarazo, comenzó a notar unos pinchazos en su barriga. Estos pequeños dolores, aunque molestos, la llenaban de esperanza. Con cada día que pasaba, la posibilidad de estar embarazada parecía más real. Sin embargo, antes de decírselo a Theodric, decidió que debía estar completamente segura. Una mañana, con el sol apenas asomando en el horizonte, decidió visitar a la Sanigi del templo para una confirmación oficial.
Acompañada por su doncella más querida, Isra, emprendió el camino hacia la sección médica del templo. El aire fresco de la mañana y el murmullo de la ciudad despertándose a su alrededor le dieron una sensación de paz. Sin embargo, su mente estaba llena de pensamientos y preocupaciones. Mientras caminaban por un pasillo, pasaron por un patio exterior donde un grupo de celadores estaba entrenando con la espada. Inísel, aunque siempre mantenía una actitud distante y respetuosa con los soldados, no pudo evitar notar a uno de ellos que siempre parecía mostrar un interés especial en ella.
Era el mismo soldado de siempre, un hombre alto, de piel blanca y robusto, llamado Kaelan, nombre que Inísel había descubierto meses atrás. El joven le dirigió una sonrisa mientras hablaba con su compañero, apartados del entrenamiento que practicaban los otros. Cuando pasaron cerca de Kaelan, Inísel se percató de que estaban hablando en el idioma usual de los tres continentes. La Valkúr comprendía perfectamente lo que decían. Kaelan, con una expresión admirada, comentaba a su amigo…
—He estado mirándola durante años y cada vez la encuentro más hermosa. En los Cardinales no había mujeres así. Todas eran flacas y débiles. Cuando me destinaron aquí, me dijeron que solo encontraría mujeres feas. Pero es una bendición poder verla todos los días. Por Omnilum, me vuelve loco. ¿Crees que tengo alguna oportunidad con ella?...
Su compañero, un hombre más viejo y curtido por las batallas, negó con la cabeza.
—Kaelan, no aprendí usual para que me hables de tus asuntos amorosos. Además, ni se te ocurra. Ella es la Valkúr, el Shántruk te matará si le pones un dedo encima...
Inísel, que había escuchado las palabras de Kaelan, lo miró por unos segundos. Debía reconocer que el hombre era atractivo, con su porte fuerte y su mirada intensa. Si no fuera porque estaba casada y porque no quería tener problemas con su esposo, probablemente habría considerado encuentros fugaces con él. Theodric era su esposo y, aunque conseguía satisfacerla, Inísel sentía que a veces no era suficiente para ella. Theodric era un hombre mayor y, a medida que Inísel fue creciendo, se dio cuenta de que tenía más necesidades que las demás de tener relaciones sexuales.
Alejando esos pensamientos, Inísel volvió su atención al camino. Junto a Isra, continuaron hacia la sala médica de la curandera. El interior del templo era un edificio imponente, con sus altas columnas y sus muros decorados con relieves de los dioses de Erial. Al llegar a la sala de la Sanigi, el aroma a hierbas y el ambiente tranquilo le dieron una sensación de seguridad.
La Sanigi la recibió con una sonrisa y una inclinación de cabeza.
—En kune: Via Valkúr, estas honoro akcepti vin. Kiel mi povas helpi vin hodiaŭ? (Su Valkúr, es un honor recibirla. ¿En qué puedo ayudarla hoy?).
Inísel, con una mezcla de determinación y esperanza, le explicó sus síntomas.
—En kune: Mi sentis kelkajn svingojn en mia ventro. Mi pensas, ke mi eble estas graveda, sed mi volas esti certa antaŭ ol diri al Su Shantruk (He estado sintiendo unos pinchazos en mi barriga. Creo que podría estar embarazada, pero quiero estar segura antes de decírselo a Su Shántruk).
La curandera asintió con comprensión e indicó a Inísel que se tumbara en una camilla. Inísel obedeció, sintiendo la frialdad del lino contra su piel mientras se recostaba. La Sanigi, con manos expertas y movimientos gentiles, comenzó a examinarla.
Las manos de la curandera se movieron con precisión, palpando las zonas bajas del abdomen de Inísel, buscando cualquier signo revelador de embarazo. Sus preguntas eran delicadas, pero directas, indagando sobre los síntomas que Inísel había experimentado. Inísel respondió con sinceridad, describiendo los pinchazos y su convicción de que algo estaba creciendo dentro de ella.
Sin embargo, mientras la Sanigi continuaba con su examen, su expresión cambió sutilmente a una de preocupación. Su tacto se volvió más meticuloso y sus ojos se entrecerraron, concentrándose en algo que había notado. Finalmente, decidió examinar más a fondo, palpando las zonas íntimas de Inísel con mayor detenimiento.
—En kune: Via Valkúr, mi rimarkas ion strangan (Su Valkúr, noto algo extraño)… —dijo la curandera, su voz cargada de seriedad. Inclinándose, profundizó su exploración en las zonas privadas de Inísel, y allí sintió, por unos segundos, una masa extraña que parecía estar incrustada en el tejido. La masa, como si supiera que era detectada, desapareció en el interior de Inísel.
—En kune: Via Valkúr, ŝi ne estas graveda (Su Valkúr, no está embarazada)… —declaró la Sanigi con temor en sus palabras, levantando la vista para encontrarse con los ojos de Inísel.
Inísel, sorprendida y desconcertada, se incorporó ligeramente, sus ojos llenos de dudas y preocupación.
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Editado: 14.01.2025