Inísel, acompañada por algunos guerreros indígenas, el líder Zaidan, Kaelan, su doncella Isra y el caballero Garath, emprendieron el arduo viaje hacia la montaña de los dioses mencionada por Tahiro, el Afentikó. Se desplazaban sobre robustos camellos que soportaban el abrasador sol del desierto, avanzando a través de dunas y terrenos rocosos que parecían interminables. El calor era implacable, haciendo que cada paso se sintiera como una prueba de resistencia.
Zaidan, el líder de los guerreros, cabalgaba junto a Inísel, sus cicatrices resaltando en su piel oscura, recordatorio de las duras circunstancias y peligros del desierto. Durante una de las breves pausas en su viaje, Zaidan se volvió hacia Inísel, con su mirada severa pero preocupada.
—En dýnami: Ílio ifaísteio, aftó eínai to ónoma tou vounoú sto opoío katefthynómaste, to Valkoúr tou (Ílio ifaísteio, ese es el nombre de la montaña a donde nos dirigimos, su Valkúr) —dijo Zaidan, utilizando el título de reina que Inísel obtuvo en Sabla Urbo —. En dýnami: Polloí échoun chatheí prospathóntas na ftásoun sto esoterikó tou. Den eínai aplós éna vounó, eínai sýmvolo tis thélisis ton theón kai dokimasía gia ósous anazitoún tin évnoiá tous. Oi dýnamis tha tin anagnorísoun os tin kóri tis fotiás kai pithanós ti néa tous Ánapse, an apoktísei ta antikeímena, tha kerdísei ton sevasmó tou laoú mou. Allá sas proeidopoió, kaneís, se perissótera apó exakósia chrónia pou prospathoúme na diekdikísoume ta antikeímena pou áfisan oi theoí, den katáfere na ftásei stin kámara ton theón, kai os ek toútou, na vgei zontanós (Muchos han perecido intentando llegar a su interior. No es solo una montaña, es un símbolo de la voluntad de los dioses y una prueba para aquellos que buscan su favor. Los dýnamis la reconocerán como la hija del fuego y posiblemente su nueva Ánapse, si consigue los objetos, se ganará el respeto de mi pueblo. Pero le advierto, nadie, en más de seiscientos años que llevamos intentando reclamar los objetos dejados por los dioses, ha conseguido llegar a la cámara de los dioses, y por ende, salir con vida).
Garath, siempre atento, tradujo las palabras de Zaidan al idioma común de los tres continentes, para que Inísel pudiera entender claramente la advertencia del líder indígena. Inísel frunció el ceño y miró al caballero.
—¿Ánapse? —preguntó.
Garath asintió e informó:
—Ánapse es una palabra antigua en la cultura dýnami. No tiene un significado exclusivo en nuestro idioma, pero podría interpretarse como "la Esperanza de la Luz". Los dýnamis tienen una profecía. Ellos creen que, en algún momento, la Ánapse llegará y con ella Aelorian podrá resurgir de sus cenizas y volver a ser lo que una vez fue...
Inísel asintió, sus ojos brillando con determinación.
—No creo merecer semejante título, pero haré cualquier cosa para ganarme el respeto de los dýnamis —respondió firmemente—. He perdido todo lo que una vez tuve y no quiero que nadie experimente jamás semejante dolor. El mundo es un caos y está gobernado por hombres y mujeres ruines que lo transforman todo en miseria. Quiero cambiar eso, quiero darles a mi pueblo, a toda Erial, la estabilidad, fortaleza, vivacidad, dicha y felicidad que se merecen...
Garath, impresionado por la resolución de Inísel, no pudo evitar sentirse fascinado por su fuerza de voluntad. Sus propias tribulaciones palidecían en comparación con el coraje y la determinación que Inísel demostraba constantemente.
Tras dos días más de arduo viaje, enfrentando el inclemente clima y las adversidades del desierto, finalmente llegaron a la imponente montaña mencionada por Tahiro. La silueta de la montaña se alzaba majestuosa contra el cielo, su cima a menudo envuelta en nubes que sugerían una actividad volcánica subterránea.
Inísel, observando atentamente la estructura de la montaña, frunció el ceño. Sus conocimientos geológicos adquiridos en sus estudios le permitieron reconocer la característica forma cónica del volcán.
—Esto parece un volcán... —anunció con suspicacia, sus ojos recorriendo la imponente estructura. Garath estuvo a punto de traducir las palabras de la joven para que el líder de los guerreros pudiera entender su significado, pero Inísel lo interrumpió.
—No —dijo con resolución. Garath frunció el ceño, pero no contradijo la voluntad de la Valkúr. Inísel se giró sobre su montura para mirar a Zaidan y, con una sonrisa, dijo—: (En dýnami: Aftó to vounó eínai ifaísteio, sostá?) Esa montaña, es un volcán, ¿Verdad?
Zaidan asintió solemnemente, agradecido por el interés de Inísel en querer aprender su idioma.
—En dýnami: Aftó eínai sostó, Valkúr sou. Aftó to vounó, aftó to ifaísteio, eínai ieró gia emás. Eínai to Ílio ifaísteio. Sto esoterikó ypárchei mia polý epikíndyni thálassa apó láva, me pezódromous pou ti diaschízoun apó páno tis. Synistó prosochí (Es correcto, Su Valkúr. Esta montaña, este volcán, es sagrado para nosotros. Es el Ílio ifaísteio. En su interior se encuentra un mar de lava muy peligroso, con pasarelas que lo cruzan por encima. Le recomiendo prudencia).
Inísel, comprendiendo parcialmente lo expresado, lejos de amedrentarse, sintió que su determinación se fortalecía. Miró a sus compañeros, a Isra que le devolvía una mirada llena de confianza, a Garath que ya había demostrado su lealtad y coraje, a Kaelan, siempre dispuesto a protegerla y acompañarla donde ella indicara, y a los guerreros indígenas liderados por Zaidan, quienes estaban listos para guiarla en su odisea.
—En dýnami: Éla, as min chánoume állo chróno (Vamos, no perdamos más tiempo) —Indicó mientras guiaba su camello hacia el volcán.
El grupo avanzó hacia la imponente vista del volcán inactivo, su cima rasgando el cielo con un aura majestuosa y aterradora. Zaidan levantó una mano señalando hacia un conjunto de puertas antiguas incrustadas en la roca volcánica. Con gestos y palabras en su lengua nativa, indicó:
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Editado: 21.02.2025