Encierro y grandeza. Un poderoso destino

Capítulo Veinticuatro: La boda, parte uno

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Enlace al audiolibro: https://youtu.be/Ps9T3J7C92g?si=-7OAQkr-s3SbbHx2

Capítulo Veinticuatro: La boda, parte uno

Los meses transcurrieron y Lyanna se sentía tranquila ante la ausencia de su familia adoptiva. La joven pelirroja caminaba por las mañanas con serenidad por los jardines del castillo, mientras su escolta la vigilaba constantemente. A pesar de la vigilancia, se sentía dichosa de no tener que soportar a los dueños del castillo. Sus días eran simples y pacíficos, llenos del canto de los pájaros y el suave susurro del viento entre las hojas. Los jardines se convirtieron en su refugio, un lugar donde podía perderse en sus pensamientos y soñar con la libertad.

Cada mañana, Lyanna se levantaba temprano, antes de que el sol saliera. Sus doncellas la ayudaban a vestirse con sencillez, eligiendo siempre colores que se mezclaran con la naturaleza que tanto amaba. Caminaba descalza por los senderos de piedra, disfrutando del rocío fresco que acariciaba sus pies. Los guardias la seguían a una distancia respetuosa, conscientes de su deseo de soledad. Aunque estaban allí para vigilarla, no interferían en sus momentos de paz.

Lyanna se deleitaba con la belleza de los jardines, observando cómo las flores cambiaban con las estaciones. Los tulipanes daban paso a las rosas, y las mariposas revoloteaban alrededor de los arbustos de lavanda. La joven aprovechaba su tranquilidad y a veces, cuando no tenía escolta, se escapaba por el pequeño agujero en el muro. Visitaba a su amigo peludo, Lunar, en su rincón favorito del bosque, a veces llevando un libro en sus manos. Allí, con su amigo a su lado, leía en voz alta y ambos se perdían en mundos lejanos, olvidando por un momento las cadenas invisibles que la ataban al castillo.

Sin embargo, todo lo bueno llegó a su fin rápidamente. Con el amanecer de un nuevo día, la tranquilidad que había disfrutado se desvaneció. La noticia del regreso de su familia adoptiva se extendió por el castillo como un fuego incontrolable. Los sirvientes corrían de un lado a otro, preparando todo para recibir a los señores con la pompa y el esplendor que exigían.

Lyanna, obligada por el protocolo, se presentó en el recibidor del castillo para dar la bienvenida a su familia adoptiva. La gran sala, con sus altos techos y sus suelos de mármol, resonaba con el eco de las pisadas y el murmullo de voces excitadas. Lyanna, de pie junto a la puerta, mantenía una expresión serena, aunque por dentro su corazón latía con tristeza.

Cuando la gran puerta se abrió, su padrastro, Aedan Stormride, entró primero. Su imponente presencia llenaba el espacio, y su mirada fría pasó por Lyanna sin detenerse. Detrás de él, su madrastra, Lady Eveline, avanzaba con la elegancia de una reina, sus ojos clavados en el horizonte, ignorando deliberadamente a Lyanna. Finalmente, su hermanastro mayor, Rogan, entró en el recibidor, arrastrando los pies y murmurando con descontento.

El recibidor se llenó con el ruido de sus voces mientras atravesaban la sala y se encaminaban hacia el interior del castillo. Lyanna los siguió con la mirada, su postura firme pero su espíritu cansado. Podía oír fragmentos de su conversación, que giraba en torno a la unión matrimonial concertada entre la princesa Evelina Belmont del oeste y Rogan. Este último expresaba su descontento claramente y sin reservas.

—No quiero quedarme en el castillo de unos viejos malolientes e insulsos. ¿Qué es eso de obligarme a tener una escolta constante a mi lado? ¡No podía ni mear sin la presencia de algún guardia! —decía Rogan con desdén...—No veo por qué tengo que irme a vivir a la Ciudad de Lothoria. Estoy muy bien aquí, padre. Podríamos convertir Stormride en la capital...

Aedan, con su voz autoritaria, negó la petición de su hijo.

—Esta unión es crucial para nuestra alianza, Rogan. Las tradiciones son las que son. Cuando te cases con esa niñata, serás el futuro rey y como tal, tendrás que irte a vivir a la Ciudad de Lothoria para gobernar el oeste...

Lady Eveline asintió con aprobación, su mirada helada recorriendo el entorno como si buscara algo para criticar.

—La princesa Evelina es una chica simple que podrás dominar sin mucho esfuerzo. Ella es sumisa por naturaleza y debes aprovecharte de eso. Cuando te coronen rey del Oeste, asegúrate de honrar a nuestra familia...

Lyanna, quieta en el recibidor, observaba cómo se alejaban. Sentía un peso en el corazón, una mezcla de resignación y tristeza. Sabía que los días tranquilos en los jardines y visitando a Lunar ahora eran un recuerdo, y que debía prepararse para las tormentas que vendrían con el regreso de su familia adoptiva.

Henry, el hermanastro pequeño de Lyanna, notando la congoja en el rostro de su hermana adoptiva, se acercó con una sonrisa compasiva. Siempre había sido el más amable y cercano de sus hermanos adoptivos, y su presencia traía un respiro de calma en medio de la tormenta que había vuelto a ser su vida con el regreso de su familia adoptiva.

—Lyanna, parece que estás un poco desorientada por los berrinches de mi hermano... —dijo Henry con suavidad.

—Déjame explicarte lo que ha estado sucediendo. Meses atrás, llegamos a la capital y allí padre usó su labia para terminar de concertar un acuerdo matrimonial entre Rogan y la princesa Evelina. Aunque a Rogan no le importaba al principio, no le gustó cuando le impusieron una escolta las veinticuatro horas del día. La vigilancia era muy estricta y siempre observaban cada movimiento que hacíamos. Por eso Rogan está tan molesto...




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