Encierro y grandeza. Un poderoso destino

Capítulo Veinticinco: La boda, parte dos

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Enlace al audiolibro: https://youtu.be/1LkMQJ8dKes?si=swClK6yZgf3vFbVx

Capítulo veinticinco: La boda, parte dos

Lyanna yacía en su cama, sumida en el más profundo de los sueños. Sus párpados se movían frenéticamente, indicando que su mente estaba atrapada en una pesadilla tormentosa.

En la primera parte de su pesadilla, Lyanna se encontraba de pie en un vasto y desolado paisaje, rodeada de un fuego devorador. Las llamas danzaban a su alrededor, consumiendo todo a su paso con una voracidad implacable. El calor era insoportable; sentía cómo su piel ardía y se enrojecía, como si fuera una extensión más del fuego que la envolvía. Intentó gritar, pero el sonido se ahogaba en su garganta. Podía ver cómo el fuego se reflejaba en sus ojos, llenándolos de un brillo aterrador. A cada momento, las llamas se acercaban más, cerrando el círculo a su alrededor, hasta que no había escapatoria. La angustia y el dolor eran tales que parecía que su corazón se derretiría junto con su cuerpo.

De repente, el fuego desapareció, y Lyanna se encontró inmersa en un mar de agua. La transición fue tan brusca que apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentirse arrastrada por las corrientes profundas y traicioneras. El agua fría y opresiva la rodeaba, impidiéndole respirar. Luchaba desesperadamente por subir a la superficie, pero cada movimiento solo hacía que se hundiera más. Las olas se alzaban y caían con fuerza, llevándola en una vorágine sin fin. Sentía cómo se asfixiaba por la falta de aire, y una sensación de impotencia y desesperación la invadía por completo. El agua, en su inmensidad, parecía burlarse de sus esfuerzos, reteniéndola en sus frías profundidades.

Cuando creyó que ya no podía más, el mar se disipó y Lyanna se halló en un río de lava, o al menos eso parecía. La lava fluía lentamente, con una letalidad apabullante, brillando con un resplandor rojo anaranjado que iluminaba el oscuro horizonte. El calor era aún más intenso que el del fuego, una fuerza brutal y despiadada que amenazaba con consumirla por completo. A pesar del miedo y la confusión, no podía moverse, sus pies parecían clavados en el suelo de arena, inmovilizados por un terror primigenio. El aire caliente y denso se hacía cada vez más irrespirable, y la sensación de estar atrapada en una prisión ardiente la envolvía.

Justo cuando la desesperación estaba a punto de vencerla, dos sombras gigantescas aparecieron en el cielo. Al principio, Lyanna no pudo distinguir lo que eran, pero pronto se hicieron más claras: dos poderosas criaturas con enormes alas y un porte majestuoso, descendieron desde las alturas. Sus escamas brillaban como joyas bajo el resplandor de la lava, y sus ojos, inteligentes y penetrantes, se fijaron en ella. Los seres emitieron un rugido profundo que reverberó por todo el paisaje, y en ese momento, el terror de la pesadilla alcanzó su clímax.

De repente, Lyanna se despertó, sobresaltada, su cuerpo empapado en sudor frío. Su corazón latía con una fuerza frenética, y su respiración era agitada. Las imágenes de la pesadilla todavía danzaban en su mente, y la sensación de fuego, agua y lava parecía real en su piel. Miró a su alrededor, tratando de orientarse, y se dio cuenta de que estaba segura en la cama de la habitación que le habían asignado en la capital del Oeste. Pero el recuerdo de las criaturas y la intensidad de su mirada seguían grabados en su memoria, dejándola con una sensación de inquietud que tardaría en desvanecerse.

Pronto el nuevo día despertó sobre la Ciudad de Lothoria, capital del Oeste, con un sol resplandeciente que bañaba las torres del castillo en un dorado brillante. Ese día se celebraba la boda entre Rogan, el hermanastro de Lyanna, y la princesa Evelina Belmont. Lyanna caminaba por los pasillos lujosos del interior del castillo, escoltada por unos guardias. Su vestido, un delicado atuendo adecuado para la ceremonia, se balanceaba suavemente con cada paso. Sin embargo, en sus pensamientos todavía estaba presente la sensación agonizante de su pesadilla. Se había despertado en medio de la noche y no pudo volver a conciliar el sueño hasta que tuvo que levantarse. Sus pasos la llevaron hacia una habitación con la puerta entreabierta, donde muchas doncellas salían y entraban con claras prisas, preparando a la mujer que se encontraba dentro para un momento especial.

Lyanna identificó que esa habitación pertenecía a la princesa Evelina, quien estaba a punto de desposarse con su hermanastro. Curiosa y con la intención de no estorbar, Lyanna se acercó lentamente y se colocó al lado del marco de la puerta. Desde allí, pudo escuchar la conversación que se desarrollaba en el interior entre la princesa y su madre, la reina Elara Belmont.

La voz de Evelina, cargada de ansiedad y desesperación, se elevaba en el aire.

—Madre, no quiero contraer nupcias con el hijo del señor Stormride… — decía la princesa. —No puedo gobernar. Soy especial, tengo un talento mágico. Yo… soy probablemente una de las últimas arcontes. No tengo que centrarme en gobernar ningún reino, sino en aprender mi talento…

La reina Elara, con una voz tranquila pero firme, trataba de calmar a su hija.

—Evelina, este matrimonio es crucial para la paz entre nuestros reinos. Es tu deber como princesa. Tus talentos únicos y peculiares, no tienen que sobreponerse a tus obligaciones como princesa. Además, los arcontes son leyendas, mitos de cuentos infantiles, por favor, no te identifiques con una fábula…

Pero Evelina parecía tener una preocupación arraigada en su corazón...




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