Encierro y grandeza. Un poderoso destino

Capítulo Veintiséis: Negocios en las sombras

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Negocios en las sombras

Meses después, en las vastas tierras de Erial, el caballero Garath se encontraba en una amplia explanada en las llanuras desérticas a las afueras de Sunon, la ciudad capital del sur de Erial. El sol brillaba intensamente en el cielo, reflejándose en las doradas arenas del desierto. Garath, con su armadura reluciente y su porte imponente, estaba en medio de un grupo de guerreros indígenas, los dýnamis, instruyéndolos en las complejidades de las tácticas militares.

La voz de Garath resonaba firme y clara mientras explicaba la importancia de la coordinación en los ataques. Dibujaba con su espada en la arena, ilustrando formaciones y maniobras que podrían otorgarles una ventaja decisiva en el campo de batalla. Los dýnamis, con sus cuerpos ágiles y ojos atentos, seguían cada movimiento del caballero, asimilando el conocimiento con una mezcla de respeto y admiración.

—En dýnami: Mia ischyrí epíthesi apaiteí akríveia kai synchronismó (Un ataque contundente requiere de precisión y sincronización)… — decía Garath, moviendo la espada de un lado a otro. —. En dýnami: Kathénas apó esás échei énan kathoristikó rólo. An kápoios apotýchei, óli i prospátheia chánetai. Óloi prépei na kinithoún apó koinoú (Cada uno de ustedes tiene un papel crucial. Si uno falla, todo el esfuerzo se desvanece. Todos deben moverse al unísono).

Mientras Garath continuaba con su instrucción, de repente, un murmullo de asombro recorrió al grupo. Alzando la vista, vieron dos majestuosas criaturas pequeñas surcando el cielo. Eran los elementales que habían nacido con la ayuda de Inísel. Los guerreros indígenas, que todavía les costaba asimilar que existieran tales criaturas, quedaron hipnotizados por la visión.

Las dos criaturas volaban con la gracia y el poder de pequeños seres en miniatura. Aunque eran del tamaño de un perro mediano, su presencia era imponente. Los dýnamis observaban con asombro mientras las criaturas se desplazaban por el cielo, sus escamas brillando con un poder mágico que irradiaba desde sus cuerpos.

Audax, el elemental de fuego, tenía escamas de un rojo intenso, sus ojos ardían como brasas vivas. A cada aleteo, pequeñas chispas caían de sus alas, disolviéndose en el aire. Su mera presencia irradiaba calor, y los guerreros sentían una ola cálida envolverlos mientras Audax volaba sobre ellos.

Limae, el elemental de agua, era su contraparte perfecta. Sus escamas eran de un azul profundo, cubiertas por una fina capa de escarcha que brillaba a la luz del sol. Sus ojos eran dos orbes helados, reflejando una calma invernal. A su paso, una brisa fresca se extendía por la explanada, aliviando el calor del desierto.

Los dos elementales realizaban elegantes piruetas en el aire, sus movimientos sincronizados como si estuvieran danzando. Era un espectáculo hipnótico que capturó la atención de todos los presentes. Los dýnamis no podían apartar la vista, maravillados por la majestuosidad de las criaturas.

Garath, deteniendo su lección momentáneamente, levantó la mirada y sonrió.

—En dýnami: Sóste tous Aíma apó tin ánopsí tous (Salve a los Aíma de su Ánapse) — dijo, su voz llena de admiración, causando que todos los indígenas a su alrededor repitieran las mismas palabras.

—En dýnami: Sóste tous Aímas apó tin ánopsí tous (Salve a los Aímas de su Ánapse).

—En dýnami: Aíma Audax kai Aíma Limae, ta stoicheiódi tis fotiás kai tou neroú. Antiprosopévoun tin isorropía ton antípalon dynámeon, mia ypenthýmisi tou ti boreí na kánei o syntonismós (Aíma Audax y Aíma Limae, los elementales de fuego y agua. Representan el equilibrio de fuerzas opuestas, un recordatorio de lo que la coordinación puede hacer).

Los guerreros asintieron, comprendiendo la lección implícita en la aparición de las criaturas. La presencia de Audax y Limae no solo era una manifestación del poder elemental, sino también un símbolo de la armonía que debían alcanzar en sus estrategias.

Los elementales desaparecieron lentamente en el horizonte, sus siluetas se desvanecieron en el cielo mientras los guerreros dýnamis y Garath los observaban en silencio, llenos de asombro y admiración. El aire parecía cargado de una energía renovada, y aunque los majestuosos seres ya no estaban allí, su impacto seguía vivo en los corazones de todos los presentes.

Garath se quedó contemplando el horizonte por unos segundos más, dejándose embargar por la magia del momento. Luego, sacudió ligeramente la cabeza y retomó su postura de liderazgo. Con una voz firme, continuó con el entrenamiento, consciente de que la preparación era crucial para el próximo asalto a la ciudad de Sabla Urbo.

El entrenamiento se extendió por varias horas, durante las cuales los dýnamis aprendieron a perfeccionar sus formaciones y tácticas de ataque. Garath les enseñó a moverse en silencio, a coordinarse en pequeños grupos y a usar el terreno desértico a su favor. Con cada ejercicio, los guerreros ganaban confianza y destreza, transformándose en una fuerza formidable.

Cuando el sol comenzó a descender, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados, Garath finalmente concluyó la sesión de entrenamiento. Los dýnamis, aunque exhaustos, estaban llenos de determinación…




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