Encierro y grandeza. Un poderoso destino

Capítulo Veintisiete: Abro mi corazón y dejo que la oscuridad se disipe de él

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Enlace al audiolibro: https://youtu.be/jhh9W65omO4?si=bhtQ4ZqvPyIawvGc

Abro mi corazón y dejo que la oscuridad se disipe de él

Inísel se encontraba de pie a las afueras de Sunon, con sus dos elementales cerca de ella, firmes en el suelo, observándola con ojos mágicos. Las dos criaturas, a pesar de su juventud, parecían comprender el torbellino de pensamientos que sacudía el corazón y la mente de Inísel. Las pesadillas que habían atormentado sus noches cesaron tras la eclosión de los huevos de los elementales, pero el significado que había descubierto en ellas la dejaba sintiendo un destino incierto. La inseguridad de usar a los dýnamis y a los elementales para reclamar su ciudad pesaba enormemente en su corazón. Sentía que lo único que traería a su gente sería dolor y sufrimiento.

Audax, el elemental de fuego, saltó ágilmente y se posó sobre el brazo de Inísel, como un halcón que encuentra descanso en su percha. Las escamas rojizas del pequeño ser brillaban intensamente bajo el sol, emitiendo un calor reconfortante que hacía eco del fuego interior de Inísel. Ella acarició suavemente el rostro de Audax, sintiendo la conexión profunda que compartían.

—Mi Aíma, estoy consternada. No quiero utilizar vuestra fuerza, vuestro ímpetu en beneficio propio. No quiero ser como los demás líderes: déspotas, ruines y sin corazón, almas carentes de empatía... —susurró, mientras Limae, el elemental de agua, se acercaba a ella y rozaba su rostro en la pierna de su Aíma Mater, sus escamas azules y plateadas reflejando la luz de la mañana mientras observaba a su hermano de fuego con curiosidad.

Mientras Inísel acariciaba a Audax, sumida en sus pensamientos, Garath se acercó a ella con tranquilidad y se detuvo a una distancia respetuosa. Su figura imponente contrastaba con la suavidad del momento.

—Su Ánapse, parece que sus elementales han crecido significativamente en estos últimos meses... —comentó Garath, admirando la majestuosidad de las criaturas—. Ya los veo más grandes y fuertes...

Inísel asintió, mirando a Garath con una leve sonrisa en los labios.

—Así parece... —respondió—. Mis pequeños están creciendo con rapidez... —comentó, mientras acariciaba el rostro de Audax. Limae gruñó con viveza, pareciendo exigir la atención de su Aíma Mater. Inísel formó una sonrisa en sus labios y le susurró a su pequeño elemental de agua:

—Lo siento, mi vida, pero ambos pesan demasiado para que pueda sujetarlos a la vez... —Limae volvió a gruñir y con fuerza batió sus alas, elevando una bruma de polvo con su movimiento. Inísel contempló a su pequeño elemental. Limae siempre había sido el más introvertido y no le gustaba cuando su Aíma Mater solo atendía a Audax. Inísel interpretó el comportamiento de su pequeño elemental no como celos, sino como una necesidad de hacer la situación más equitativa, de hacer que todos recibieran el mismo afecto por igual.

Inísel inclinó con lentitud su cuerpo y acarició con afecto el rostro de Limae. El amor se reflejaba en sus ojos mientras atendía a sus pequeños elementales.

—Por lo que encontró Tahiro en textos antiguos de Sunon, los elementales parecen tener un proceso de crecimiento de unos cuatro años para alcanzar su edad adulta. Cada día que pasa, siento cómo se fortalecen, tanto en cuerpo como en espíritu... —comentó en un susurro, sus manos surcando el rostro de Limae.

Garath observó a los elementales, sintiendo una mezcla de asombro y respeto.

—Son impresionantes... —dijo con sinceridad—. Y, sin duda, serán de gran ayuda cuando llegue el momento de reclamar su ciudad.

Inísel bajó la mirada, sus pensamientos tumultuosos, revueltos entre su instinto protector y su deber como soberana...

—Lo sé. Sé que serán invaluables en la batalla... —murmuró—. Pero no quiero usarlos como una herramienta. Una arma de destrucción y caos. Mis Aímas son seres con emociones y pensamientos propios. No quiero imponerme a ellos, quiero concederles la libertad que se merecen... pero también tengo que velar por los intereses de mi gente. Debo liberarlos de la tiranía de la garra del tigre. Debo protegerlos...

Garath asintió, comprendiendo el dilema de Inísel.

—Ama mucho a sus elementales y a su pueblo... —dijo—. Y así es como debe ser un líder justo. Debe valorar las vidas de los demás y velar por sus intereses. Un buen líder sabe que, a veces, el camino hacia la paz y la justicia está pavimentado con decisiones difíciles...

Inísel suspiró, incorporándose y volviendo a acariciar las escamas cálidas de Audax.

—Lo sé, Garath. Lo sé. Pero me duele usarlos en beneficio propio como un método de destrucción y control...

El viento soplaba suavemente, llevándose consigo las palabras no dichas y los miedos ocultos. Los elementales, sensibles a las emociones de Inísel, se movieron más cerca de ella, ofreciendo su silencioso apoyo. Limae, con su aura serena y tranquilizadora, emitió un suave murmullo acuático que resonó como una melodía calmante.

—Tendrán cuatro años para crecer y partir hacia la batalla. Recomiendo esperar a que sus elementales estén en su edad adulta para conquistar Sabla Urbo y toda la Kvin Urboj.

El caballero, tras una profunda reflexión, afirmó que lo más prudente sería esperar unos cuatro años antes de atacar Sabla Urbo. Inísel, consciente de la importancia de esa estrategia, asintió lentamente y le indicó al caballero que se acercara a ella.

—Ven, caminemos juntos…

Audax y Limae observaban firmemente al hombre mientras éste se acercaba, sus ojos brillando con una intensidad sobrenatural.




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