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La Calma que Precede a la Tormenta
Los meses transcurrieron rápidamente y, con el paso del tiempo, los elementales de Inísel crecieron y se transformaron en criaturas enormes y formidables. Unos años después de su nacimiento, Inísel, con sus veinticuatro años recién cumplidos, observaba con afecto cómo aquellos seres que consideraba sus propios hijos habían crecido y se habían convertido en majestuosos protectores de su reino. Audax, el elemental de fuego, se había transformado en una criatura imponente con escamas incandescentes que parecían contener el mismo corazón de un volcán. Limae, hábil en el elemento del agua, tenía un cuerpo elegante y fluido, con escamas que brillaban como el hielo bajo la luz del sol. Ambos eran ahora mucho más grandes, inspirando tanto temor como admiración.
Inísel estaba de pie, a las afueras de la capital, observando cómo sus dos elementales aterrizaban majestuosamente frente a ella. Inísel sonrió y con afecto levantó sus manos para acariciar los rostros de sus Aímas. Los dos elementales esbozaron gruñidos de satisfacción al sentir a su Aíma Mater tocarlos. Inísel podía percibir bajo su palma el calor que emitía Audax en una mano, mientras que en la otra, el hielo se acentuaba, denotando así el poder del agua que poseía Limae.
—Mis Aímas... —susurró, mientras se acercaba y posicionaba su rostro entre las cabezas de sus elementales—. Pronto llegará el momento de reclamar Sabla Urbo y todas las demás ciudades de la kvin urboj...
Ambas criaturas esbozaron gruñidos bajos, anunciando su disposición de apoyar a su protectora, guía y Aíma Mater en la batalla. Permanecieron así durante minutos, con los ojos cerrados, disfrutando del contacto mutuo.
Limae, siempre actuando con circunspección, produjo un suave sonido con su garganta y prontamente se apartó de su Aíma Mater. Batiendo sus alas elegantemente, se elevó en el cielo, su figura imponente recortándose contra los rayos del sol del mediodía.
Inísel miró la partida de su elemental de agua. Limae era reservada por naturaleza y muy pocas veces la Ánapse tenía la ocasión de acariciarla y permanecer junto a ella. Inísel, durante estos últimos cuatro años, había descubierto que Limae realmente era hembra. En los informes que obtuvo del Afentikó, se exponía que las elementales de género femenino solían ser más retraídas y se ausentaban por tiempos prolongados de su familia.
Audax acercó más su rostro al de Inísel y con suavidad liberó una pequeña brisa de aire procedente de sus fosas nasales que meció suavemente el cabello de la mujer. Inísel se rió, su melodía clara y hermosa aligerando el ambiente tenso que se había formado luego de la partida de Limae.
—Me gustaría que Limae estuviera más tiempo conmigo... —mencionó, confiando en su Aíma de fuego para expresar sus verdaderos sentimientos. Audax gruñó suavemente, pareciendo concordar con la declaración de Inísel. La Ánapse acarició con ternura el rostro de Audax. Durante esos últimos cuatro años, se había sentido en completa sintonía con su elemental de fuego. Él era su protector, su confidente y su Aíma de fuego. Inísel siempre había sentido sosiego y dicha cuando estaba junto a sus dos elementales, pero sobre todo, debido a la constante ausencia de Limae, se sentía más conectada con Audax.
Desde una muralla cercana, Garath observaba en silencio la escena.
Durante esos tres años, la vida en Sunon había cambiado significativamente. Garath había comenzado siguiendo las órdenes de aquellos mercaderes misteriosos, envenenando a Inísel con un veneno lento pero letal. Sin embargo, luego de confesarle a Inísel su tumultuoso pasado y de escuchar las palabras alentadoras de ella, Garath comenzó a ver algo diferente en Su Ánapse. La nobleza de su carácter y su incansable deseo de traer paz a Erial lo conmovieron profundamente. Poco a poco, sus sentimientos de traición e insensibilidad se transformaron en afecto y lealtad. Garath empezó a ver a Inísel como la hija que había perdido, y la decisión de continuar con el envenenamiento se volvió insoportable.
Finalmente, Garath dejó de envenenar a Inísel y comenzó a protegerla con más fervor que nunca. Aunque los efectos del veneno parecían no dejar secuelas en Inísel, Garath buscó formas, con ayuda de textos que sutilmente le pidió a Tahiro, de contrarrestar la ponzoña que le había estado suministrando durante un tiempo prolongado.
Volviendo al presente, Inísel ordenó a los oficiales Dýnamis que comenzaran a organizar un ejército de cincuenta mil soldados para marchar hacia Sabla Urbo. La noticia de la movilización se extendió rápidamente, llenando a los habitantes de Sunon con una mezcla de esperanza y temor. Sabían que la batalla que se avecinaba sería crucial para el futuro de Erial.
En la noche del último día en Sunon, Inísel se encontraba en un comedor lujoso, cenando con sus más allegados. La sala estaba decorada con ricas tapicerías y candelabros de oro, creando un ambiente cálido y acogedor. La mesa estaba llena de exquisitos manjares y vinos finos, y la conversación fluía libremente entre los comensales.
Inísel estaba rodeada de aquellos en quienes más confiaba: su consejera y más cercana amiga, Isra, cuyo carácter afable y habilidades para empatizar con los demás habían sido su soporte en esos cuatro años; Garath, el caballero que había dejado de lado su oscuro pasado para convertirse en su más leal comandante supremo y entrenador de su ejército; Zaidan, el valiente comandante y líder guerrero Dýnami cuya fuerza y lealtad eran admiradas por todos; Kaelan, su guardián y protector, dispuesto a velar por su seguridad, sus intereses y secretamente, aquel con el que compartía momentos fugaces de pasión por las noches para deshacerse de la carga pesada que significaba llevar la corona; y Cassian, el bohemio, cuya alegría y astucia habían sido una fuente constante de inspiración y entretenimiento.
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Editado: 21.02.2025