Encontrando el Destino - Hielo y Acero

Capítulo 2

El camino a Leres era claro de seguir y aunque rara vez dejaba de nevar, las farolas siempre eran visibles al borde del camino incluso durante la noche cuando la luna dejaba caer su luz en la blancura de las praderas. Por esto mismo Valerian rara vez se alejaba de los caminos, ya que para él todos los árboles eran iguales, todas las piedras tenían el mismo tamaño, además siempre que se alejaba de los caminos un animal hambriento le veía cara de su cena, lo que que hacia que no pudiera dormir bien por estar en alerta. Él prefería lidiar más con los bandidos de los caminos, ya que ellos al menos hacían más ruido, además estos podían activar las runas trampas en cuanto las tocaban y cómo los animales cuando cazan son más sigilosos por su instinto natural, con ellos no funcionaba. Asi que ahi estaba el guerrero al borde del camino terminando de cocinar un pequeño estofado en la fogata, podrá no saber nada sobre guiarse pero en la comida él era todo un chef, todas sus ganancias eran destinada en su mayoría en buenos ingredientes y conservas, así que siempre que se paraba a comer preparaba sus alimentos de manera magistral. Ese estofado ya empezaba a emitir su aroma a verduras y condimentos con el dulzor de la carne mezclado en ella.

 

No muy lejos de ahí, al otro lado del camino la vista era otra, en su propia fogata Aurora sostenía una rama con una ardilla asándose lentamente en el fuego, donde también había algo de arroz cocinándose. Durante todo el tiempo que ella quedó en la ciudad sola, cuando todos los habitantes habían escapado o caídos víctimas de la maldición, no había panaderos, cocineros ni nadie que prepare o guarde comida por lo que ella tuvo que sobrevivir con las reservas de legumbres y frutos secos de las tabernas. El arroz bien guardado puede durar hasta 30 años en buen estado, pero claro, aun así la mejor comida mejor conservada por más que se mantenga comestible perdería el sabor gradualmente. Aún así Aurora pudo sobrevivir comiendo estas conservas, las conservas de toda una ciudad para ella sola, así que legumbres y frutos secos no le faltaron nunca. Las veces que comía carne fresca era por ardillas que ella atrapaba dentro de la ciudad, porque aunque ella quisiera no podía salir de las murallas de Numbria debido a la maldición que tenía. A veces los aventureros traían consigo sus raciones que después de que el demonio acabara con ellos, la elfa podía saquear buena comida de vez en cuando. Durante 10 años fue así como sobrevivió, pero las ardillas ahumadas ya no le agradaban desde hace mucho. 

 

Aquella noche desde que habían partido de la ciudad, no había más viento ni brisas, casi como si al levantarse la maldición de la ciudad también sus alrededores estaban más bellos y calmos. Así que el aroma que venía del otro lado del camino no tardó mucho en asomarse por la nariz de Aurora. Fue como si la comida con caricias en el mentón le hiciera dirigir su rostro hacia allí. Los sentidos agudos que ella tenía, le permitían distinguir todos los condimentos e ingredientes que había en ese estofado, cada uno desprendía su fragancia como si el plato estuviera enfrente a ella. Pero había dicho desde el principio que deberían viajar cada uno por su lado, y el orgullo le podía más, así que no le pediría que le convide ni siquiera un poco. Así que volvió la mirada a su ardilla algo carbonizada, sus habilidades en la cocina nunca habían sido buenas y menos con comida hecha con ingredientes en mal estado. La última comida buena que había tenido, era el almuerzo del día en que se levantó el golpe de estado, en ese almuerzo lo que más recordaba era a su padre y madre sentados en la mesa riendo y hablando mal de los pretendientes que llegaban a la casa noble Nalrros para casarse con ella. La risa de su padre era contagiosa y el buen humor que siempre llevaba hacía ver que todos los problemas tenían solución. Según su madre, Aurora había sacado la misma sonrisa de su padre, pero ya había pasado cerca de una década que ella no sonreía de felicidad, así que era un recuerdo fugaz que se desvanecía lentamente tapado por recuerdos oscuros de su tiempo atrapada en esa ciudad cuando personas venían a matarla, acusandola de cosas que nunca hizo. Aun así ella se resistía a olvidar, aferrándose de todos esos buenos momentos que tuvo en su infancia para no olvidarse quién era realmente. Nunca entendió porque acusaron a su padre de traición ni porque la ataron a ella a ser custodia de un demonio. Lo único que la mantuvo viva fue que si ella moría, sus recuerdos con su padre morirían con ella y la mancha de su nombre quedaría perpetuo en el tiempo, así que con esa esperanza de que llegase el día en que pueda encontrar a los responsables, hacía que no flaquee. De este modo ella empezaría por averiguar qué información había en las ciudades vecinas sobre lo que pasó en Numbria, y la ciudad más cercana para eso era Leres.

 

Una voz interrumpió los pensamientos profundos de Aurora, para cuando volvió en sí, su ardilla era puro carbón y a su izquierda estaba Valerian con un cuenco de madera rebozando un delicioso estofado de cordero en frente de su cara.

 

—Hey prepare un poco de más por accidente —dijo el guerrero mientras le ofrecía la comida— está recién hecho y no se puede guardar para llevar así que te traje un poco.

 

—Mi comida casi está terminada, gracias pero estoy bien —dijo mientras le daba un mordisco a su carbón de ardilla, y su cara no podía disimular el horrible sabor.

 

—Ya no estás encerrada, ahora puedes volver a probar la buena comida que hay en el mundo, en mis viajes aprendí muchas recetas y pocas veces tenía con quien compartir, así que no sé si del todo cocino bien, ¿Podrías al menos decirme si tiene la sal justa este platillo? es la primera vez que lo preparo —dijo Valerian con total honestidad y con una sonrisa sincera.




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