Encontrando el Destino - Hielo y Acero

Capítulo 3

El viaje había durado 5 días y en el transcurso del mismo no ocurrió ningún contratiempo, Valerian le estuvo cocinando tal como lo prometió cada uno de esos días, cazando conejos para cuando se le estaba acabando la carne. Sus recetas eran muy variadas y era curioso cómo podía improvisar muchos platos con los mismos ingredientes  a lo que Aurora solo se dejaba sorprender con cada platillo. Para cuando llegaron a la ciudad de Leres, la nieve ya había quedado atrás y los caminos volvían a ser despejados sin nada de nieve que los cubra siendo transitados por viajeros de pueblos cercanos, además de que las señales del camino por fin podían leerse adecuadamente, un alivio para el desorientado del guerrero. La ciudad en esos años había crecido bastante dado que era de las últimas ciudades del norte con tráfico de comercio directo a la capital. Sus murallas aunque no eran tan fortificadas como las de Numbria, eran lo bastante robustas como para imponer cierto respeto. Su principal diferencia era que sus puertas estaban abiertas de par en par con decenas de personas entrando y saliendo, principalmente carruajes mercantes. El bullicio era tal que por poco abrumaron a Aurora que de haber estado tanto tiempo sola se había olvidado de lo ruidosa que es la gente, aunque no le duró mucho el aturdimiento en cuanto sintió los aromas de panes recién horneados y ver frutas coloridas en los puestos ambulantes, lo que le hicieron olvidar esas molestias casi al instante. En su juventud ella solo había visitado contadas veces esta ciudad y desde lo que recordaba ésta sí había crecido en tamaño por lo que sus calles le eran totalmente desconocidas en ese momento.

 

—¿Si que creció bastante no? —le dijo Valerian notando su cara de sorpresa— tienes que probar la tarta de manzanas de la posada Gato Azul, yo aun no consigo que me diga el ingrediente secreto que hace que el caramelo absorba el jugo de la manzana sin humedecer de más la masa.

 

—Antes quisiera ver si puedo encontrar a un viejo amigo de mi padre, tengo algunas preguntas que hacerle, ¿Sabes donde queda la casa de empeño Urigeón? —le preguntó ella.

 

—Si la conozco, pero de verdad ¿No quieres venir a probar la tarta de manzana antes de que nos separemos? ahora mismo antes del mediodía es cuando están bien frescas, hasta quizás alcancemos una de las últimas recién horneadas.

 

—No gracias, almorzaré luego, solo muéstrame dónde es, y te liberaré de tu deuda de vida que dices tener conmigo— le respondió Aurora sonriéndole.

 

—De acuerdo te llevaré —finalizó tristemente Valerian.

 

En cuanto comenzaron a adentrarse en la ciudad las calles de ingreso rebosaban de puestos al aire libre, y a medida que más entraban los locales de edificios aumentaban en elegancia, toda la ciudad tenía un ritmo acelerado, escuchandose regatear precios en idioma enano por un lado mientras en élfico se escuchaban canciones de artistas callejeros en otro. En ese montón de personas un vendedor de a pie se le acercó al guerrero para venderle uno de sus productos.

 

—Vaya veo que tiene buen gusto para la ropa señor, todo su conjunto combina, y hoy está de suerte, pues a sus ropajes le falta un buen sombrero para cerrar su estilo y yo tengo justo el color perfecto— le dijo un humano con la sonrisa falsa de todo vendedor mientras le arrimaba un sombrero de ala ancha con ribetes rojos— para usted solo porque es lo que justo necesita para imponer tendencia en ropas de aventureros se lo puedo dejar en ¡Una pieza de plata!.

 

Aurora notaba a una legua que el vendedor solo le hacía esos cumplidos para venderle el sombrero, pero si era verdad que era bonito.

 

—¿Una moneda de plata? ¡Pero qué buen precio!, a ver dejame revisar si me alcanza —dijo entusiasmado mientras buscaba en su cinturón su bolsa de monedas, y más pronto que tarde su cara se puso angustiada porque no tenía más que siete monedas de cobre, le faltaban tres para la de plata— lo siento, no tengo más que siete de cobre.

 

—Huy que pena señor, bueno en ese caso aun tiene otra oportunidad de completar su vestimenta, mire esta corbata, de seguro le falta una y un hombre educado siempre debe tener una, esta si cuesta siete de cobre y es de seda pura, como es la ultima que me queda por eso la remato a este precio.

 

—Bueno si se ve bien pero no creo que la vaya a usar…

 

—Puede ser un gran regalo para otro caballero no se pierda la oportunidad —le interrumpió el vendedor

 

—Es verdad puede ser un buen regalo, venga la corbata —aceptó Valerian mientras le hacía el pago de sus últimas monedas.

 

—Un placer hacer negocios con usted buen señor —le dijo mientras se iba retirando.

 

En la cara del guerrero había ciertas dudas de cuando conocería a alguien al que le pueda regalar una corbata pero aun así contento le mostró su adquisición a su compañera. Ella en cuanto la tomó con sus manos inmediatamente se dio cuenta que eso no era seda, ni siquiera era una buena imitación. 

 

—Te han estafado, esto no vale ni 2 de cobre deberías detener al vendedor antes que se pierda en la multitud —le dijo ella.

 

—Bueno pero aun así ¿No crees que es una bonita corbata?.

 

—No, es horrible —le respondió al mismo tiempo que se dirigía al vendedor antes que se pierda— ¡Hey tu, esta corbata no es de seda devuelve el dinero!.




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