Encontrando el Destino - Hielo y Acero

Capítulo 6

En el cadalso, la situación seguía igual, aunque a las preocupaciones de Valerian ahora se sumaba la seguridad de Aurora, pues él sabía que los Doppelganger eran los mejores asesinos en las artes de venenos que podían haber, y hasta el día de hoy nadie había podido crear antídotos a las enfermedades que provocaban las toxinas de los mismos. Él sabía que Aurora era de reflejos rápidos y bastante hábil con la espada, pero solo bastaba un arañazo de una daga envenenada para que su muerte este sellada y eso era lo que más miedo le daba. Pero no podía hacer nada, no en esa situación, ¿Y si algo le pasaba a ella por su culpa?, no podría perdonarse a sí mismo jamás. Tenía que hacer algo y rápido, incluso si eso conllevaba a que se convirtiera en un prófugo real. Aunque fue en ese momento cuando una mujer embarazada a esas horas de la noche, se le acercó directamente.

 

—¡Fudo, estás aquí!, por fin te encontramos —dijo alegremente mientras que el perro que hacía compañía al guerrero se fue enérgicamente hacia la mujer.

 

—¿Rigoberto? —se preguntó extrañado Valerian— ¿A dónde vas?.

 

Fudo feliz de encontrarse con su verdadera dueña saltaba de alegría ladrando y girando en torno a la señora, mientras a lo lejos un hombre de fino traje terminaba de bajarse de un carruaje lujoso que venía escoltado por seis jinetes de armaduras reales, quien después también se acercó al cadalso.

 

—Querida aléjate de este hombre, es un criminal peligroso.

 

—¿Pero de qué hablas cariño?, él es Valerian de quien te conté y parece que ahora también encontró a Fudo por nosotros —sonrió la dama.

 

Valerian super confundido de que supieran su nombre se quedó en completo silencio tratando de entender lo qué estaba pasando. Mientras el noble caballero a su lado comenzó a acercarse para verle la cara con más detalle.

 

—Realmente si te pareces a la descripción —dijo el esposo mientras comenzaba a sonreírle y al tiempo le hacía una reverencia de respeto— es un placer conocerlo al fin. Mi nombre es Lord Juliano Graham, Ministro de seguridad del reino de Strigart. Y yo le estoy eternamente agradecido por haber salvado a mi esposa e hija por nacer tiempo atrás de un asalto en el camino. De no haber sido por usted, yo no hubiese vuelto a ver a mi familia, por usted es que ellas salieron sanas de ese ataque. 

 

—Parece que Fudo se escapó para que hoy nosotros podamos ayudar a Valerian —dijo amablemente la mujer.

 

Valerian algo confundido aún, comenzó a hacer memoria y efectivamente recordó haberse encargado de unos asaltantes que habían emboscado a un carruaje en el bosque de Liuvana. 

 

—Si ya la recuerdo, pero ¿Qué hace aquí a estas horas y en esta ciudad?.

 

—Bueno es que mi esposo tenía asuntos de estado en esta ciudad y en el paseo nocturno que le dan a Fudo se le escapó a mis ayudantes. Desde entonces estuvimos recorriendo la ciudad todo este tiempo para encontrarlo. No es un perro de raza así que sabíamos que nadie se lo llevaría pero al parecer lo encontró a usted —le respondió la mujer.

 

—Efectivamente mi estimado, y por lo que veo usted está necesitando ayuda hoy. Pero dígame ¿Por qué está encerrado? —continuó Juliano.

 

—Bueno es que es un mal entendido, me acusan de robos que no hice en esta ciudad en la que ni siquiera estuve cuando ocurrieron. Mañana es el juicio en mi contra y hay muchos testimonios de los que no tengo forma de salvarme a menos que mi amiga encuentre al verdadero culpable, un sujeto extremadamente peligroso, por eso si no es mucha molestia por favor le pido que me libere para poder ir a ayudar a mi amiga antes que sea demasiado tarde.

 

—Me temo que eso excede mi autoridad, a pesar de mi puesto no puedo doblar la ley a mi favor de esa manera —se disculpó el ministro.

 

—Querido, este hombre salvó la vida de tu hija y esposa, debemos ayudarlo de cualquier forma, debe haber algo que podamos hacer. Si dice que es inocente yo le creo, esa vez que me ayudó le ofrecí mis joyas como recompensa y las rechazó, yo veo la bondad en su corazón —insistió la mujer.

 

El lord se puso a pensar detenidamente, y viendo a su esposa ahí a su lado se dió cuenta que le debía todo a ese hombre, así que después de meditarlo llegó a una conclusión.

 

—Si bien no puedo liberarlo así sin más, lo que sí puedo hacer es solicitar un mejor trato para usted en una celda común en la comisaría, y tal vez ahí usted de alguna forma se nos “pierda” en el camino si es que me entiende. Solo prometame que regresará a entregarse después de que ayude a su amiga.

 

—Si mi lord, tiene mi palabra que regresare a penas mi amiga esté a salvo, que con su ayuda tendré las pruebas suficientes para demostrar mi inocencia. 

 

—Muy bien, iré por los guardias que están a cargo de ti para explicarles mi solicitud, ya se me ocurrirá como convencerlos de manera creíble, me pareció verlos en esa posada de allí —señaló lord Juliano.

 

—Gracias mi lord, tiene mi eterna gratitud. 

 

—No señor Valerian, usted tiene mi eterna gratitud. Lo veo mañana en el juicio —le dijo el ministro mientras se giraba para apoyar su mano en el hombro de su esposa para luego irse hacia la posada cercana.

 

—Bien Valerian, hoy el universo te sonríe a ti, nunca cambies ese corazón que tienes. ¡Vamos Fudo despídete! —le ordenó a su perro el cual con unos ladridos obedeció antes de subirse al carruaje.

 

Entonces ahí Valerian solo esperó hasta que vio salir a los guardias de aquella posada junto con el ministro que se alejó de la zona con disimulo. Cuando los guardias llegaron hasta él, solo les escuchó quejarse aunque también empezaron a quitarle las esposas para escoltarlo hasta la comisaría central.

 




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