Después de aquello, no se volvió a saber nada de Bruno. Había desaparecido.
Varios días más tarde, después de que los soldados hubieran registrado muy a fondo los alrededores y recorrido los pueblos cercanos con fotografías del niño, uno de ellos encontró el montón de ropa y las botas que Bruno había dejado junto a la alambrada. No tocó nada y corrió en busca del comandante. Éste examinó el lugar y miró a derecha e izquierda, tal como había hecho Bruno, pero no logró explicarse qué le había pasado a su hijo. Era como si hubiera desaparecido dejando sólo su ropa.
Madre no regresó a Berlín tan deprisa como había pensado. Se quedó en Auchviz varios meses, esperando noticias de Bruno, hasta que un día, de repente, pensó que quizá su hijo había vuelto a casa solo. Entonces regresó inmediatamente a su antiguo hogar, con la vaga esperanza de encontrarlo sentado en el escalón de la puerta, esperándola.
No estaba allí, por supuesto.
Gretel también regresó a Berlín, y pasaba mucho rato a solas en su habitación, llorando, pero no porque había tirado todas sus muñecas y dejado todos sus mapas en Auchviz, sino porque echaba mucho de menos a Bruno.
Padre se quedó en Auchviz un año más y acabó ganándose la antipatía de los otros soldados, a quienes trataba sin piedad. Todas las noches se acostaba pensando en Bruno y todas las mañanas se despertaba pensando en Bruno. Un día pensó sobre lo que podía haberle ocurrido y volvió al tramo de la alambrada donde un año atrás habían encontrado la ropa de su hijo.
Aquel lugar no tenía nada especial ni diferente, pero Padre exploró un poco y descubrió que la base de la alambrada no estaba bien sujeta al suelo, como en los otros sitios, y que al levantarla dejaba un hueco lo bastante grande para que una persona muy pequeña, quizá un niño, se colara por debajo. Entonces miró a lo lejos y poco a poco fue relacionando todo lo que pudo ocurrir, y notó que las piernas empezaban a fallarle, como si ya no pudieran sostener su cuerpo. Acabó sentándose en el suelo y adoptando casi la misma postura que Bruno había adoptado todas las tardes durante un año.
Unos meses más tarde, llegaron otros soldados a Auchviz y ordenaron a Padre que los acompañara, y él fue sin protestar y se alegró de hacerlo porque ya no le importaba lo que le hicieran.
Y así termina la historia de Bruno y su familia. Todo esto, por supuesto, pasó hace mucho, mucho tiempo, y nunca podría volver a pasar nada parecido.
Hoy en día, NO.