Engaño 3. Cómplices sobre el escenario

Capítulo I. Coleccionistas de desdichas

¿Quién dijo que los problemas se habían acabado? Cuando todo parecía despejarse, un nubarrón de proporciones épicas se apoderó del horizonte y amenazaba con desatar un vendaval que no tendría piedad en arrasar con todo a su paso. Por mucho que lo intentara, Silvana no lograba salir de esa espiral de problemas en la que se había embarcado semanas atrás y ahora, con su vida patas arriba, peleando en mil flancos abiertos, se encontraba de nuevo inmersa en una batalla que prometía dejar varios heridos dispersos por el desolado y triste camino de la agonía.

Mónica otra vez involucrada en su vida sentimental, Esteban aferrado a la mano cálida del enemigo, Jorge revoloteando como buitre al asecho y Bruno, el infame y desconcertante vecino, siempre dispuesto a enervar sus nervios y desnudarle el alma, conformaban algo bastante parecido a un coctel explosivo que más temprano que tarde, sabía, detonaría para poner punto final a todo su mundo.

—Lamento llegar tarde, perdí por completo la noción del tiempo —se excusó Silvana ni bien arribó a la mesa de aquel restaurante sobre la avenida Wilmor.

—Descuida, ya ordené lo mismo de siempre —replicó Irina acostumbrada a comer a las apuradas.

—No creo que pueda quedarme, debo mostrar una casa en menos de dos horas y tengo un viaje largo.

—¿Ni siquiera desayunaste, cierto?

—Mi vida está de cabeza —lamentó—, apenas si tengo tiempo para respirar.

—Por eso mismo no dejaré que te vayas sin probar bocado.

—Sabes que en mi negocio la puntualidad lo es todo.

—¿Acaso quieres desmayarte en la vía pública o frente a tus clientes?

—Voy a participar.

—¿Disculpa? —preguntó frunciendo el ceño, desconcertada.

—En realidad, vamos a participar.

—Si no estoy equivocada, el idioma de nuestro país sigue siendo el castellano.

—Esteban y Mónica son pareja y en un arrebato de locura, en un impulso ajeno a toda racionalidad, decidí desafiarlos.

—¿Qué significa que Esteban y Mónica son pareja? —indagó abriendo enormes sus ojos negros.

—En un par de días va a desarrollarse un certamen de danza y…

—¿Ellos bailan juntos? —inquirió con las manos en su corazón, exhalando aliviada.

—A esa bruja la tengo hasta en la sopa.

—Pero yo sigo sin entender.

—Cuando él mencionó que participaría de la competencia junto a ella me enceguecí, me nublé y no tuve mejor idea que redoblar la apuesta.

—Adivinaré —sonrió—, arrastraste a tu vecino contigo.

—Esa es la peor parte —asintió desganada.

—¿Dijo que no?

—Dijo que sí.

—¿Entonces?

—Con Bruno nada es sencillo, siempre tiene condiciones para ayudar a las personas —despotricó.

—¿A las personas o a ti?

—Me aterra pensar lo que puede hacerme.

—Quiero escuchar los detalles.

—No lo hará gratis.

—Pero no quiere dinero.

—Supongo que quiere humillarme, otra vez —reflexionó.

—Amo a tu vecino y todavía no me lo presentas.

—Ni lo haré.

—¿Por qué lo ocultas del mundo? —preguntó saliéndose de la vaina por conocer la respuesta.

—Porque si te lo presentara, a ti o a mi madre, estaría dándole una relevancia que no tiene, colocándolo en un sitio que no le corresponde, asumiendo que existe en el mundo real y concreto una fantasía que solo mora en sus mentes enfermizas y fantasiosas —contestó sin rodeos, haciendo añicos las especulaciones.

—Escucha lo que voy a decirte y abre bien tus hermosas orejas —retrucó Irina devolviéndole una mirada desafiante—: deja de dilatar u obstaculizar lo que sientes o más temprano que tarde te arrepentirás.

—¿Sabes que estoy iniciando una relación con Esteban, verdad? —preguntó con marcado sarcasmo.

—Jamás lo entenderé.

—Pues, cambiarás de opinión cuando lo conozcas.

—Ya elegí a Bruno —enfatizó.

—¿Dices que prefieres a un hombre que solo vive para sacarme de mis casillas y tenerme de rodillas o postrada a sus pies?

—Cada vez que pienso en eso se me eriza la piel —replicó fuera de sí, embelesada.

—Eres tan sádica como él, harían una excelente pareja.

—Por lo visto será tu pareja…

—Tiene experiencia en la pista de baile, por eso golpeé su puerta —se excusó de inmediato.

—¿Segura que estar entre sus brazos no influenció la decisión? —presionó mientras el mesero se acercaba con la orden.

—Puedes pensar lo que quieras, pero mi único objetivo es vencer a Mónica y hacerle ver a Esteban que la próxima vez debe elegir mejor a su partenaire.




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