Enséñame: La adicción de Adrián

1| Regalo.

Ashley Wood.

¿No han sentido el sentimiento de querer desaparecer del mundo o simplemente querer tener la habilidad de teletransportarse? ¿No? Pues a mi me pasa en situaciones específicas, justo como estas.

No hay mejor descripción. Quiero desaparecer por la presión ejercida sobre mis hombros y una prueba verídica de mis pensamientos es la gota de sudor se deslizándose por mi mandíbula.

«Respira, Ashley, tranquilízate»

Mis nervios son mortales, un poco exagerado, lo sé, pero tengo la sensación de que en cualquier momento puedo desmayarme. Procuro no pensar en la multitud gritando "Vamos chicas" "Ustedes pueden" "A destrozarlas", trato que los nervios no me dominen más de lo que ya lo hacen. La debilidad no es aceptada y menos ahora que podemos ganar. Las yemas de mis manos sudan al igual que mi cuerpo entero, la adrenalina se mezcla con el pavor en todo mi ser y espero ansiosa por una movida eficaz, una jugada contundente que nos de la victoria.

Lo lograremos, confío en nosotras, somos capaces. Nuestro instituto no ha tenido un equipo tan excelente como nosotras en décadas, de hecho el plantel no se destaca en ninguna área deportiva que no sea voleibol. Llegué a esta institución hace tres años y a partir de ahí, todo cambio, el voleibol empezó a interesar más que el equipo de fútbol lleno de ineptos, y nos volvimos imparables.

Actualmente el equipo es conformado por: Leslie, Tatiana, Mery, Cristina, Gabriela, Tamara, Karla, Maria y yo. El grupo es el mejor, tenemos varias copas y mentiría si dijera que alguna de nosotras es reemplazable. Nos complementamos a la perfección, siempre estamos variando, hasta las suplentes tienen su momento de brillo.

De nuevo, clavo mi vista en el balón y sigo su trayectoria sin distracciones, lo vigilo como una leona que ve a un venado indefenso. De pronto mi compañera de equipo y amiga de la vida se agacha un poco para después saltar y darle un contundente golpe al balón. La tribuna salta anunciando nuestro punto a favor, observo como el balón rebota en terreno enemigo y solo entonces mis nervios se calman un poco

Hemos anotado otro punto, no falta nada para ganar.

«Por ti Jeremy, esto es por ti»

El público festeja con nosotras y nos gritan lo muy felices que están "Así se juega" "Si sé puede" "Las adoramos" Son algunas cosas que puedo escuchar. Su efusividad se desborda y logran que las comisuras de mis labios se eleven convirtiéndose en una enorme sonrisa.

Estamos yendo por buen camino, si seguimos así ganaremos el partido. Admito que nuestras rivales no son lo que esperábamos, nos dijeron que eran nuevas y supusimos que ganar iba ser pan comido, pero cuando empezó el juego nos dimos cuenta que no, ellas eran buenas, no tanto como nosotras pero lo suficiente para darnos una buena pelea.

Camino hasta el centro de nuestra área de cancha encontrándome con el resto de mi equipo. Tamara, quien anoto el punto, esta que se soba la palma de su mano. Definitivamente le ha dolido, ese punto muy bien podría haber sonado de aquí hasta mi casa e incluso creo que su eco sumba en lo oído.

—Muy buen remate —elogia una de las voleibolistas llamada Mery.

Tamara sonríe tímida, pero su postura se mantiene fuerte como una roca. Ella es una de las chicas que recién se ha integrado al equipo este año y si bien al principio no se relacionaba mucho, ahora no para de demostrar su talento cada que tiene oportunidad. Tiene talento, como cada una del equipo, pero dudo que quiera seguir con el voleibol profesionalmente.

—Solo nos queda un punto, solo uno y ganamos —digo recordando el marcador.

—¡Si sé puede! —Cristina, nuestra capitana no oficial, nos alienta con su exclamo acertado y lleno de garra.

Sonrío mientras miro al resto que se encuentra con el mismo gesto; nos juntamos en un pequeño círculo y juntamos nuestra manos a la par que soltamos un grito conjunto.

—¡Vamos equipo! —nos alejamos y cada una vuelve a su posición.

Vamos a ganar.

Tomo una respiración profunda para concentrarme y dar lo mejor, todo de mí. Enderezo mi postura y espero a que el árbitro haga chillar su silbato. Cuando lo haces el juego se reinicia automáticamente.

Visualizo como el balón blanco pasa por encima de mí cabeza con dirrección al campo enemigo. Una rival achina sus ojos y responde el ataque con efectividad, el balón se devuelve a nuestro territorio y entonces me concentro más, si es que se puede lograr ya que desde que el primer pitazo del árbitro sonó, no he tenido más mente que para el juego.

Esto es usual, debería estar acostumbrada a la sensación de cada partido, pero siempre juego como si fuera mi primera vez. Las emociones son exactamente iguales, idénticas a las de hace más de tres años

El balón viene a mí.

El público ovaciona mi apellido "Wood, Wood, Wood". La tensión aumente, la presión incrementa y solo me ayuda a ser mejor. Trabajar bajo presión no es lo mío, pero con el voleibol hay tantas excepciones que ni siquiera puedo enumerarlas.

Por el rabillo de mi ojo veo a mi compañera Mery, la noto desesperada y angustiada. No me ayuda. Todo esta en mis manos. Todos me miran, todos los ojos están puestos en mí y en mi próxima acción. Todo depende de mí y solo de mí. Si anoto ganamos, pero si no lo hago el equipo rival tendrá otra oportunidad de vencernos y el colectivo se decepcionará.

No pienso defraudar a mi gente. Hemos hecho y sacrificado muchas cosas para llegar hasta donde estamos, no tirare todo a la borda.

Inclino más mis piernas y cuando la pelota llega hasta mí, lo lanzo con todas las fuerzas que tengo hacía una de las enemigas. Lo sigo y no puedo evitar sonreír burlonamente cuando observo que la rival no puede resistir mi lanzamiento. La pelota se le escapa de las manos por la potencia. La he vencido.




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