Entelequia: Ojos de zafiro

Descendiendo la escalera

Hizo acto de presencia en lo alto de la escalera tras despedirse de Bora. Ella decidió bajar por la escalera lateral para no robarle el protagonismo.

- Atención damas y caballeros. El señor de la mansión Aurea, alfa de la manada de los lobos negros, protector del artefacto Nadir, soberano de Entelequia, el Gran maestro Khamsin "Austral" Ébano.

- Madre mía. -susurró para sí mismo y miró a su anunciante casi con desprecio- ¿Era necesario decir todos y cada uno de los títulos, Dana? -se quejó.

- Es la primera vez en dos años que se presenta ante este público, alfa. Era totalmente necesario -sentenció muy firme.

- Menudos betas tengo. A veces me pregunto quien obedece a quien.

- Señor -se inclina ella.

No tiene intención de dar ningún discurso, pero sí sabe que hay personas con las que está obligado a hablar. Con Alisia Ivori, alfa del oeste y futura soberana al heredar su título y la protección del artefacto Nadir en el Lunaticio y con Mistral Okreak, el cuarto alfa, gobernante de la manada del este. No es que tenga nada relevante que hablar con ninguno de ellos dos, pero lo contrario sería visto como un gesto de desprecio.

Por suerte, el solsticio de invierno es importante para todas las criaturas de Entelequia, no sólo para los lobos. Cada uno celebra su fiesta por separado. De no ser así, tendría que agasajar a los soberanos y personas ilustres de otros grupos. Eso sería notablemente más agotador.

Lo primero es buscar aliados. Crisol está ocupado con la intrusa, pero Dana se mantendrá siempre pendiente de él por si necesita algo. Su tercer beta, Firn, debe estar ocupado vigilando por ahí. O puede que haya perdido ya el sentido o que esté con alguna loba de otra manada.

Más aliados. Sus omegas. Se encuentra con la mirada de Umbría y la sonríe. Pero esta parece molesta. No le gustará que haya tardado tanto en bajar y ella haya tenido que dar excusas baratas a los invitados. Se llevará una buena reprimenda por su parte después. Busca más allá y la dulce Aura aparece bajo su mirada y va en su búsqueda discretamente. Su expresión siempre brillante le da fuerzas para enfrentarse a todo mientras baja las escaleras. Es como una la luz que le guía. Pasea la mirada una vez más y se de cuenta de que busca a alguien que ya no está. Su recuerdo es doloroso y todo le recuerda a ella. Saber que no estará ahí abajo esperándole junto a Aura le destroza. Por un instante pierde la orientación. No sabe qué es arriba y qué es abajo, pero clava sus uñas de alfa en la palma de su mano y se mantiene firme. Sólo sus omegas se dan cuenta. Lo sabe por sus miradas.

En lo que Aura le alcanza, se centra en localizar a Edén, su omega más reciente, sólo lleva tres años en la manada. ¿Dónde está? Seguramente ha decidido esconderse en alguna esquina. Khamsin sólo espera que no se haya alejado de las miradas de todos, le preocupa. Edén sufre de debilidad y situaciones como este baile desgastan a cualquiera.

- ¿Bailas? -La voz dulce y cálida de Aura llenan el corazón de Khamsin. Ella se inclina con alegría como saludo mientras espera respuesta a su ofrecimiento.

- Contigo siempre, mi princesa. - Él adelanta la mano para tomar la de su esposa y se percata de que su palma está sangrando-. Maldita sea -sisea. No esperaba haberse clavado las uñas tan profundamente.

- Por la Luna, Khamsin, querido.

- Perdóname, Aura -dice apresurándose a esconder su mano herida y mostrar la otra.

- Pero estás... - Se apresura a traer una servilleta para limpiar la sangre de la forma más discreta posible para que nadie a su alrededor se percatara.

- Curará en pocos minutos. No te preocupes.

Ambos lo saben y, de hecho, mientras limpia la sangre, la herida ya empieza a cerrarse. Igualmente, ella no detiene su tarea y él la observa con gentileza y agradecimiento apartándole un mechón que cae sobre su rostro con la mano buena.

- ¿Qué haría yo sin ti?

- Y sin Umbría, y sin Edén. Y sin toda la manada. -rie ella humildemente.

A pesar de ello, ambos saben que nadie le trata con tanto cariño como ella. Ella parece ser la única que tiene compasión por su corazón herido. El resto ven sólo al alfa y, de algún modo, eso le mantiene aún en pie, pero con Aura se permite mostrar algo de debilidad. Sólo con ella, ahora que Halo ya no estaba.

Levanta la mirada y sigue el sonido de la música buscando al culpable de semejante estruendo. Acaba la canción y le hace un gesto para que la próxima sea más calmada. Toma por sorpresa a Aura cuando la rodea por la cintura y se mece suavemente al son de la nueva música por la que muchos parecen un poco desconcertados, aunque se adaptan rápidamente. Lo mismo hace Aura, que rodea el cuello de su alfa con los brazos y sonríe divertida. Vamos a ser sinceros, Khamsin Ébano no es la criatura más romántica de toda Entelequia, pero ya que su madre era una mujer clásica que le obligó a tomar clases de bailes de salón como parte de la disciplina de su educación, al menos podía aprovecharlo para encandilar a sus omegas. O a Aura, al menos, que era la única dispuesta a seguirle el juego. Quizá si Umbría se relajara un poco... quizá ocurriera si él hiciera las cosas de otra manera.

La música sigue sonando y tomando la mano de Aura, mientras se mueven lentamente al ritmo correcto, esconde por un instante el rostro en el cuello de ella.

- Sé lo que te ha costado bajar esas escalera y sé que toda esta parafernalia te gusta más bien poco-le susurra-. Pero eres el alfa del sur y soberano de Entelequia.

- Estoy aquí, ¿no? -farfulla dolido.

- Y significa mucho -declara ella. Su pelo castaño y ondulado cae por su espalda completamente suelto. Nada que ver con el apretado recogido alto de Umbría. Eran tan diferentes. Desde siempre. Hasta el color de sus vestidos te deja claro que son muy distintas. Radian espíritus completamente distintos, pero Khamsin los necesita a ambos-. Sólo un poco más y tendrás que ceder el Nadir, como deseas. Y podrás hacer lo que quieras por fin. Ser libre.




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