¿Puede una fiebre causar la muerte?
Mientras estaba recostado en mi cama, miraba el techo de mi habitación con el teléfono sobre mi pecho escuchando la voz de Ari que se escuchaba con interferencia al otro lado de la línea, pero conociéndola, probablemente tenía una bolsa plástica frotándola en la bocina del teléfono para hacerme sentir miedo, como siempre lo hacía.
Era una buena amiga, era la mejor amiga de todo el mundo, pero tenía que admitir que sus historias de terror a altas horas de la noche no le gustaban para nada. Muchas veces me dormía a las seis de la mañana porque en la noche no podía dormir pensando que alguien agarraría mis piernas y me entraría debajo de la cama llevándome al más allá. Pero su compañía era agradable y como vivía sola, no tenía el valor para colgarle la llamada, solemos dormirnos ambos en llamada para de algún modo pensar que estamos junto.
—¿Crees que la fiebre puede matar a una persona, Thiago?
Su voz al otro lado del teléfono rompió el silencio que había en mi habitación la cual solo estaba alumbrada por la lampara de la mesa de noche al lado de mi cama.
Un escalofrió invadió mi cuerpo de tan solo escuchar aquella palabra: Muerte. De inmediato sentí como el corazón se me comenzaba a acelerar y no tuve más opción que responder porque, aunque me hiciera el dormido contaría la historia que estaba reteniendo desde que comenzamos a hablar.
—No lo creo, las fiebres no pueden matar a nadie. Además, te dan solo cuando tienes un resfriado.
—¡Te equivocas! —exclamo con entusiasmo porque había respondido.
Su voz fue tan fuerte que tuve que alejar el teléfono dos centímetros de mi oreja, sentía que me explotaría el tímpano.
—La fiebre si puede matar a una persona. Te contare esta historia, presta mucha atención.
Puse los ojos en blanco y deje salir un resoplido molesto el cual asegure que no le importaría en lo absoluto a Ari, a pesar de que la intención del resoplido fue darle a entender lo cansado que estaba.
Cuando escuche que se aclaró la garganta, me acomode en la cama y doble la almohada que estaba debajo de mi cabeza para de ese modo tenerla más alta.
—Mi abuela una vez me conto que en la finca en donde trabajaba una vez, en un campo, hubo un niño que tuvo una fiebre muy alta, su boca estaba cuarteada como si no bebiera agua en mucho tiempo, sus temblores hacían que la cama en donde estaba acostado se moviera y su cuerpo sudaba, aunque la madre lo secara con un pedazo de tela de sus poros seguía manando el sudor —ella tomo aire. —Al día siguiente cuando la fiebre disminuyo, el niño dejaba salir unos gritos intensos, como si lo estuvieran torturando, decía que sentía que alguien cortaba su cuerpo en trocitos y cuando salieron de la casa para llevarlo al hospital, el niño en el camino le dijo a su madre que no veía nada. El niño en cuestión de segundos quedo ciego y los escalofríos volvieron a hacer presencia. El niño emitía unos sonidos verdaderamente aterradores...
—¿Qué tipo de sonidos? — pregunte interrumpiéndola.
—Sonidos como los que hacen los zombis de la serie de estamos muertos que te obligue a ver.
—¡Ay Ari! Ya entiendo, esta es la historia de una de tus películas de zombis.
—¡No lo es!
—Me parecen películas horribles y más horrible me parece la historia que me cuentas, es tan ficticia.
—Claro porque como no es una película o serie gay de esas que tanto ves, la crees horrible, pero si te dijera que veamos una película de zombis donde la pareja principal son dos hombres o dos mujeres, te animarías más a verla —escuche el resoplido molesto que dejo salir del otro lado del teléfono.
—Me gustan esas series, ya deja de meterte en mis cosas y dime como eran los sonidos en realidad.
—Gruu gRuUuuu HaaAhh...
Por un momento pensé que la llamada se había trabado, pero luego escuché su risa y supe que había imitado los sonidos que hacia el niño.
—Bueno, continuo —hablo cuando termino de reír. —Cuando la madre lo vio, sus ojos eran completamente negros y la piel de la cara se le estaba cayendo como si se hubiese puesto barro. Si Thiago, la fiebre le había hecho todo eso.
Hubo un silencio en la habitación y al otro lado del teléfono, en ese momento me encontraba mirando de lado a lado para asegurarme de que no había nadie vigilándome.
De inmediato, entre mis pies por debajo de la cobija, y ella volvió a hablar haciéndome dar un salto en la cama.
—¿Entonces sigues creyendo que la fiebre no puede matar a nadie?
Después de escuchar aquella pregunta cerré mis ojos e inmediatamente los volví a abrir porque veía a un niño que se le caía la piel de la cara a trozos, tal y como lo había dicho Ari, y aunque me esforzaba por creer que todo lo que había dicho era mentira, mi mente no dejaba de pensar en aquella historia.
—¿No crees que el niño podría haber tenido un virus o algo?
Ella carcajeo al otro lado del teléfono.
—No existe un virus que haga ese efecto en las personas. No hay nada que haga que las personas se queden ciegas, se les caiga la piel y hagan sonidos extraños.
Me quede pensando un momento, a diferencia de las otras historias que Ari me había contado, esta era la primera que me daba tanta curiosidad.
—¿Te cuento más?
—¡No! —exclame con fuerza antes de que dijera algo más. —Estoy solo en casa porque mi madre está trabajando, no me cuentes cosas de terror o no voy a poder dormir.
—Eres un miedoso.
—¡No lo soy!
Ella no contuvo las ganas de reír y su risa me provocó que en medio del miedo que sentía en ese momento, dejara salir algunas carcajadas. Cuando todo quedo en silencio escuche la puerta crujir. Me tense. Mire en dirección a la puerta de mi habitación y estaba cerrada, el miedo comenzaba a hacer aquel efecto que no me dejaba dormir porque la más mínima figura de mi habitación, la veía como un monstruo dispuesto a devorarme.