Aquí los muertos son extraños
Tan escalofriante como lo pensé.
De los pocos lugares que no me gustan visitar, está la morgue, cuando entré, me di cuenta de que alguien estaba controlando todo mi ser. Pudo a ver sido producto de mi nerviosismo, incluso eso pensé. Pero al entrar a este cuarto frio, caminando por en medio de las puertas que quedaban en las paredes, reconocí que en verdad había algo mal y que no era el miedo que me hacía pensar en eso.
Lo único que quería era ver que no era mi madre que estaba ahí e irme a mi casa, y que cuando llegara ella estuviera en la cocina, frente a la estufa, preparándome la sopa de camarones que tanto me gusta.
Pero eso solo iba a ser posible si me daba rápido en lo que iba a hacer, y haciendo de lado que las manos me sudaban y al mismo tiempo me temblaban. Camine sin mirar atrás y llegue a la gran puerta que estaba al fondo de esta fría y enorme habitación.
Cuando estuve frente a ella, agarre la perilla, y la gire. Un chillido hizo presencia cuando empuje la puerta, aquel chillido solo hizo que mi cuerpo se erizara a la misma velocidad que la puerta se estaba abriendo.
Pensando que lo escalofriante era el pasillo con puertas que acabe de cruzar, me lleve la sorpresa de mi vida, cuando la puerta se abrió por completo, entre a otra habitación en donde el frio era mayor, por instinto frote mis brazos y aunque estaba un tanto oscuro podía ver el humo salir por cada orificio de las pequeñas puertas en las paredes y como un cuerpo estaba en una camilla. Pensé que me iba a orinar en los pantalones, estaba solo en este lugar terrorífico y no entendía porque la mujer que me dio las indicaciones no entro conmigo para guiarme.
¿Porque todo esto me parece tan extraño?
Decidí no ser tan curioso y no ver el cadáver que estaba sobre la camilla a un extremo de la habitación.
Cuando estaba dispuesto a ir a la puerta en donde supuestamente estaba el cuerpo de mi madre, o el cuerpo que tenía que reconocer, me di cuenta de que no tenía ni idea de cuál era la puerta, de que no me dieron ni una tarjeta, ni siquiera la mujer que me dio las instrucciones me dijo en cual puerta era que tena que reconocer el cadáver.
Pero, después de unos minutos en los que pensé seriamente en devolverme, algo me pisco en el muslo derecho y cuando intente llevar mi mano en esta zona, de la nada sentí una tarjeta que de la nada estaba en la palma de mi mano derecha siendo agarrada con mis dedos para que no se fuera a caer. Un hecho que me puso los nervios de punta, algo más que me hacía pensar que realmente estaba pasando algo extraño, y que debía salir de aquí lo antes posible.
La tarjeta tenía el numero diecisiete escritos en un tamaño medianamente grande, que casi ocupaba todo el espacio de la tarjeta. Levante la cabeza y me di cuenta de que las pequeñas puertas de metal tenían escritos números en su delantera, la primera puerta tenía el numero cero y así ascendían, me di una media vuelta y la puerta que estaba frente a la que tenía el cero en la otra pared, tenía el numero cien.
Busque la que tenía el numero diecisiete y me acerque, respire hondo, estaba rogando porque en esa puerta hubiese alguien que no supiera quien sea. Tome valor y agarre la cerradura, la hale hacia mi dirección y cuando se abrió, un humo blanco salió de todo el interior de esta. La puerta traía consigo una camilla y en ella había un cuerpo cubierto con una sábana de color blanco. Todo lo que estaba pasando, el lugar y el temor era idéntico a las películas que Ari me obligaba a ver, pero a diferencia de que esa noche podía dormir con ella y olvidarme de todo, hoy era una película que la estaba viviendo en carne propia.
Entre la tarjeta a mi bolsillo nuevamente y sujete los bordes de la sabana, no estaba listo para ver el rostro de aquel cadáver, pero algo me decía que no debía de tener miedo de nada, esos pensamientos no me ayudaron en lo absoluto porque mi corazón palpitaba tan rápido que lo podía escuchar en mis oídos, mi garganta estaba seca, tenía mucha sed y ganas de irme a casa.
Cuando por fin encontré fuerzas de donde no tenia, quité la sabana y un grito de terror ahogado en la resequedad de mi garganta salieron de mi boca, cualquier persona que estuviera cerca y que hubiese escuchado mi grito, se estaría cagando en los pantalones, porque para ser sincero, no es el lugar en el que quieres escuchar un grito.
No era mi madre.
No era nadie conocido.
No era un cadáver ¿o sí?
No sabía mucho de cadáveres. Ari si sabía de ellos, pero ahora no estaba aquí. Sin embargo, podía asegurar que este era muy diferente a los demás, su cuerpo estaba intacto, sin rasguños, sin sangre, sin señales de golpes, pero su cara decía lo contrario. Su rostro estaba pálido, de su nariz y de su boca salía sangre, su labio inferior estaba destrozado, tanto que se le podía ver la mandíbula. No tenía nariz, estaba como si alguien le hubiese quitado la nariz de una mordida y las cuencas de sus ojos estaba hundidas.
Me quede estático agarrando la sabana porque a pesar del miedo que sentía en ese momento, aquel cadáver me llamaba a la atención, su rostro era el único que estaba desfigurado, porque su cuerpo estaba intacto.
El hecho de que no era mi madre me llenó de valor, por eso considere estudiar más de cerca el cuerpo. Al estar fijo viendo cada parte arrancada de su cara, sentía la impresión de que en cualquier momento abriría los ojos, así que volví a ponerle la sabana por encima y empuje la puerta ocultando el cadáver a su paso, no obstante, cuando la puerta casi chocaba con la pared metálica, escuche un gruñido. Fue entonces que me llego el recuerdo de aquella historia que Ari me conto del niño que la fiebre lo dejo ciego y que después se le caía la piel del rostro a trozos.
¿Podía ser el caso del niño, el mismo caso del cadáver?
¿Y si en realidad no estaba muerto como los de la morgue creían?