Trece de abril.
Me dieron el alta en la mañana luego del desayuno. Al llegar a mi habitación, mis padres me entregaron un mapa del búnker para que me pudiese guiar sola a diferentes lugares en caso de ser necesario y me dieron la advertencia de no deambular a altas horas de la noche. También me anotaron el número del cuarto de Frederick en una esquina, pero me prohibieron hacerle cualquier tipo de maldad. ¿Me ven con intenciones de joderle la vida sin dar la cara?
Cambiando de tema, es curioso que todos hayan actuado tan natural el día de hoy, como si la visita de Karina jamás hubiese existido en primer lugar. Incluso Mariana se encontraba muy tranquila cuando me dio el aviso de que podía irme, lo que supongo se trató de una fachada y no quiso levantar sospechas. En tanto al hombre de ojos tierra, no lo he podido encontrar en la enfermería ni de camino a mi habitación, aunque creo haber oído a mis padres diciendo algo sobre que se estaba ocupando de los problemas con las hadas desde la muerte de la Diosa Hada Superiora, tampoco presté demasiada atención al tema.
Me siento sobre la cama mientras seco mi cabello rubio platino con una pequeña toalla azul, la cual me recuerda el color de aquellos ojos que no volví a ver. Miro la hora en el reloj que cuelga en la pared y es bastante temprano aún, tengo todo el día libre así que, ¿por qué no ir a visitarla? Tal vez en este momento se encuentre entrenando o no, quién sabe, pero no pierdo nada con intentar buscarla en la zona de habitaciones primero, ¿no? Y sino está allí, entonces volveré a aburrirme como una ostra dentro de estas cuatro paredes o tal vez podría visitar la biblioteca (a pesar de mi apariencia disfruto mucho leer libros, ¿ok?). Así es como dejo mi cabello húmedo y me coloco una sudadera por encima de la musculosa, dispuesta a salir en busca de la chica de ojos azules. Reviso el mapa apenas cierro la puerta detrás de mí, tomando en cuenta las anotaciones que me dejaron mis padres sobre el lugar: son cuatro pisos de habitaciones para los jóvenes y yo estoy en el segundo, por ende tendría que visitar los dos de abajo y luego subir al que está encima del mío, así continúo hacia arriba hasta llegar al piso donde se encuentran las salas de entrenamiento en caso de no haberla encontrado a Paz antes. Me llama la atención por un momento la estructura del lugar, pero pronto recuerdo que se trata de un búnker bajo tierra en alguna parte del planeta, así que no es de extrañar que se haya construido con un orden específico y sin la oportunidad de dejar espacio para que se hagan otro tipo de edificaciones si las circunstancias lo requirieran. ¿Qué tan confiados son los faireers acerca del mundo y sus peligros? ¿Tendrán idea de todos los estudios que se le hacen a la tierra sobre su estado actual? Es decir, ¿el búnker tiene algún tipo de protección para no ser detectado por aparatos tecno-científicos? Son preguntas tontas que por momentos vienen a mi cabeza, aunque debería ignorarlas, ¿no? Después de todo no me interesa el futuro de los faireers, ni los de este búnker ni los de ningún otro. Entonces, ¿por qué les cuestiono tanto la arquitectura y la seguridad? ¿Así se siente la preocupación por alguien más que no es uno mismo? Agh, creo que estoy empezando a enloquecer.
Continúo deambulando por los pasillos y miro a las personas que se cruzan conmigo en busca de un solo rostro, ¿cómo puede ser que esté tan desesperada en encontrarla? ¿Qué tiene ella diferente con respecto a los demás? ¿Por qué siento curiosidad de conocerla? Ella parece ser mayor que yo, tendrá 16 o 17 años, tal vez 18, y su cabello es verde en la raíz y cae en degradado hasta ser azul con un toque violeta en las puntas. Esos colores fantasía a cualquiera le llamarían la atención, ¡además de combinar su ropa con las mismas tonalidades! Sin embargo siento un aura de misterio en ella que no encaja para nada con su apariencia, tal vez sea eso lo que me atrae a terminar en una situación como esta.
—Ven a mí, Su Majestad...
Miro hacia todos lados a punto de perder la cordura. ¿Lo habré imaginado? Detengo el paso y apoyo mi mano en la pared para no caerme. Estoy pensando tanto que acabo de imaginar que escuché hablar de nuevo a esa voz misteriosa, sí, seguro se trata de eso. Debería descansar un momento, así que mejor me siento en medio del pasillo, total, no parece haber nadie. Me quito la capucha y luego saco el mapa del bolsillo, descubriendo que debí haberme distraído lo suficiente para no ver hacia donde caminaba, ya que el lugar se ve similar al piso de las habitaciones para faireers mayores (profesores, administrativos, seguridad, entre otros). Supongo que ella debe estar entrenando, igual que los demás, por lo que tendré que tomar el ascensor hacia allá o simplemente desistir con la búsqueda y visitar la biblioteca...
—¿Eres vagabunda, Vainilla? —Me pego el susto de la vida al escucharla a mi lado—. ¿Mmm? ¿Viste un fantasma o algo similar?
—¿Qué decís? No, no, solo estaba distraída...
—Oh, sí, lo que tú digas —suelta una risita pícara, igual que lo haría una niña, y mis labios forman una extraña curva hacia arriba—. De cualquier manera, te prometí que nos volveríamos a ver, ¿no? Y aquí estamos, Vainilla.
—Primero, dejá de llamarme Vainilla, sino te voy a empezar a decir... ehh... ¡Pasto! Sí, Pasto, por tu nombre y por tu pelo verde.
Ella estalla en carcajadas y me siento algo descolocada. ¿Le causó gracia algo tan tonto como eso?
—¡Creí que serías más creativa que... Ja, ja, ja! ¡Pasto! ¿¡En serio!? ¡Es tan...! —Sigue riéndose y diciendo cosas, aunque no logro entenderlas del todo. Y tanto, tanto continúa con esa reacción, que termino contagiándome, riendo por ningún motivo. ¿Desde hace cuánto no me pasaba algo así? Cuando nos tranquilizamos un poco, cruzamos miradas y volvemos a enloquecer, ¡parecemos realmente dos tontas! ¡Es tan agradable esta sensación! No recuerdo la última vez que la viví, tal vez meses o años. No sé, se siente tan lejano, pero por alguna razón me gusta y quisiera que pudiese pasarme con más frecuencia; lástima que yo soy un monstruo y los monstruos no pueden ser felices...