Entre Alas Oscuras [sin editar]

9 - La última muralla

Quince de abril.


En medio de la oscuridad busco a alguien. ¿A quién? No sé. De pronto choco con una persona que reconozco enseguida: Henry.
—Todo estará bien, hermanita —Intento abrazarlo, pero, cual fantasma, desaparece. ¿A dónde...? Un trueno casi parte mis oídos. Y luego otro, y otro, y otro más. Camino sin saber a dónde voy, continuando mi búsqueda.
—¿¡Dónde estás!? —grito, sin recibir respuesta alguna. Siguen los truenos por lo que apenas puedo escuchar mi propia voz tratando de localizar a alguien. De pronto hay un rotundo silencio, uno que me desorienta aún más que cuando había ruido. Piso algo blanduzco que se retuerce bajo mis pies... Un nido de serpientes. En consecuencia, una de ellas me ataca y siento sus colmillos clavándose en mi piel como dos agujas. Duele, arde, siento que el calor de la herida se expande por todo mi cuerpo. Mientras sufro, sin encontrar a la persona que he estado buscando por tanto tiempo en medio de la oscuridad, alguien se ríe de mí. Alguien que sé quién es, ¿por qué me sigue invadiendo así? Esa risa es de la voz misteriosa que me atormenta en los peores momentos. ¿Por qué? ¿Qué hice que le causa tanta risa? ¿Por qué no me deja en paz de una vez? No soporto más esto...


     Despierto agitada, con el cuerpo sudado como si hubiese corrido una maratón. Tanteo el suelo para encontrar mi teléfono y encender su linterna, la oscuridad de la habitación por primera vez me asusta, ¿y si acaso...? Busco con la mirada algo, pero no, no hay nada. Solo se trató de una pesadilla que se sintió demasiado real, ¿y si se trató de una visión, como las que tenía Jev? No, no puede ser posible, ¿o sí? Un sueño casi real, una voz que me persigue a cada segundo... aunque esa voz no suena como la mía, es más profunda, actuada y ni siquiera sabría distinguir el género. Da miedo, al igual que mi habitación en estos instantes, porque incluso con la iluminación de mi teléfono se sigue viendo aterrador.

     Encuentro rápidamente mis pantuflas (revisando que no haya otro nido de serpientes) y me las coloco, para luego levantarme a encender la luz. En eso, noto que el reloj de pared marca las dos y pico de la mañana, por lo que suelto un largo suspiro; en unas horas tengo entrenamiento con Emma, debería volver a dormirme, pero, ¿y si otra vez sueño con lo mismo? Un escalofrío recorre mi cuerpo con tan solo pensarlo. Creo que es mejor tranquilizarme primero, sino no voy a pegar un ojo en el resto de la noche y la pelirroja pensará que es una excusa para no entrenar.

     Tomo el bolso con mis pertenencias y busco mis audífonos, los cuales conecto a mi teléfono para poder callar mi mente con algo de música. Es entonces que, viendo mis archivos, encuentro una canción que resalta por el género al que pertenece. O, mejor dicho, a qué intento de cantante le pertenece.

     —Henry, siempre tan idiota... —sonrío y decido reproducirla, hundiéndome en los recuerdos de mi hermano cantando de manera desafinada, y, en el estribillo, dejando ir su voz a notas demasiado agudas que él jamás podría llegar. Grabó esto para mi cumpleaños número 8, por eso la calidad no es muy buena, y, en un pequeño descuido, comenzó a sonar en medio de la sala donde toda nuestra familia (abuelos, padres y algún que otro primo) se encontraba presente. ¡Nunca me voy a olvidar del rostro avergonzado de Henry! Él se fue a nuestra habitación y yo lo seguí, pidiéndole disculpas una y otra vez, casi como un disco rayado, y él, en vez de enojarse conmigo, se reía de esa manera especial que tenía, por lo que al final terminamos los dos estallando en carcajadas de la situación.

     Me quito los audífonos y permito que una cascada de lágrimas aflore a la superficie. Lo extraño tanto. Él era el mejor hermano del mundo y me lo arrebataron de la peor manera posible, no pude tener tantos momentos compartidos como me hubiese gustado. Mierda, mierda, mierda. Haría lo que fuera con tal de abrazarlo una última vez y decirle todo lo que siento, me gustaría gritarle que lo amo mucho y que lo necesito. También le pediría disculpas por no haber podido hacer nada para salvarlo. Si tan solo él hubiese tenido poderes y no yo, nada de esto estaría pasando; él aún estaría vivo y yo no me estaría convirtiendo en un vil monstruo.

     Perdón Henry, perdón por estar destruyendo a la niña pequeña que amabas. Perdón por permitir que la oscuridad me consuma así... ¿Todavía estoy a tiempo de detenerla? Decime, hermanito, por favor, quiero saber si tengo alguna posibilidad de ser feliz aunque tenga estos poderes y no te tenga a vos...


•••


     —Retomemos desde la clase de ayer. Colocate en posición de ataque mientras termino esto —En medio de la habitación sigo sus órdenes, mientras ella me utiliza como centro para dibujar dos circunferencias, una de color azul y una más grande de color rojo—. A los faireers más jóvenes, como vos, se les explica que la base fundamental para controlar sus poderes es saber controlar sus emociones. Pero también es importante descubrir nuestras capacidades, es decir, necesitamos saber de qué somos capaces de lograr con nuestros poderes para luego elegir de qué forma controlarlos.

     —En otras palabras, aprendo qué tan poderosa soy para después no usar mis poderes a menos que los faireers me necesiten como si yo fuese un arma nuclear, ¿no?

     —Básicamente, sí —responde con sinceridad—. Pero es mejor que sea así y que no se abuse de los poderes de cada integrante. En especial de los más jóvenes, quienes apenas están desarrollando su energía vital.

     —¿Energía vital? —Vuelvo a una posición normal para girarme hacia ella, recordando, por un segundo, que Frederick lo había mencionado cuando "espié" su charla con Mariana—. ¿Qué es la energía vital?

     —¿No te lo explicaron nunca? —Niego con la cabeza. Se acerca a mí luego de terminar los dibujos y utiliza una tonalidad más amable, la cual me descoloca un poco, pero no impide que preste total atención a sus palabras—: la energía vital es como una barra de poder que tienen los faireers con magia. A medida que van entrenando, esta barra aumenta su límite, por lo que la energía vital va a ser mayor en un joven de 17 que en uno de 12. Si esta "barra" llega a vaciarse, el faireer se desmaya y, por supuesto, se destransforma. Por eso hay que utilizar los poderes con responsabilidad en cada transformación, y, obviamente, evitar agotar seguido la energía vital.




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