—¿Estás feliz, cariño? —preguntó mi madre acariciando mi rostro.
—Sí, mamá. Estoy más que feliz. Me voy a casar con la mujer que amo. —le respondí con una sonrisa radiante.
—Cariño, no me opongo a nada de lo que decidas, pero esa chica no es solo un capricho. Podrías tenerla y después casarte con alguien mejor. —dijo mi madre, haciéndome enojar.
—¿De qué hablas, mamá? Yo la amo y no permitiré que la menosprecies. —le advertí, sintiéndome frustrado.
—Está bien, cariño. Solo era una sugerencia. —comentó ella, de manera más tranquila.
—No me gustan esas sugerencias, sobre todo cuando se trata de mi futura esposa. —le avisé con firmeza.
—Ya, cariño, no te molestes. —dijo mi madre, tratando de tranquilizarme.
Vi cómo mi prometida llegaba junto a mi padre. Estaba tan feliz y desesperado por tener a Natalia entre mis brazos que no podía dejar de sonreír.
Tomé su mano y la llevé al hotel.
Me quité la ropa y la besé. Ella seguía estática, sin moverse.
—No quiero estar contigo. —dijo, mirándome con enojo.
—¿Es por ese idiota? —pregunté, enfadado—. ¿Qué tiene él que no tenga yo?
—Él no me está obligando a casarme con él como tú lo estás haciendo. Él no pidió a su padre que me cobrara un favor, no organizó una fiesta de compromiso y, sobre todo, él no hace nada sin mi consentimiento.
—No hubiera hecho nada de esto si tan solo me hubieras aceptado de nuevo. —apreté mis puños, tratando de calmarme.
—¿Acaso piensas que con estas acciones yo te volveré a aceptar, Nick? Lo único que quiero es estar alejada de ti, lo más que pueda. —dijo fríamente.
—No. Tú me amas. —la tomé de la cara para que me mirara.
Estaba intentando contener mis lágrimas, pero se estaba volviendo tan difícil.
—Solo dime que me amas. —musité, casi en forma de súplica.
Ella no respondió, y eso fue suficiente para mí. Sabía que tenía que hacer algo para recuperarla.
La extrañaba tanto que no quería dejarla salir de la cama.
—Necesito ir al baño. —dijo, intentando levantarse.
Su indiferencia me dolía. Sabía que estaba más que enojada, pero la dejé ir. Cuando volvió, estaba en bata, buscando su ropa para ponérsela.
—¿Qué haces? —pregunté, desconcertado.
—Debo irme. —respondió, sin ningún tipo de emoción en su rostro.
—¿Por qué? No tienes que volver a trabajar si eso te preocupa. Yo me haré cargo de todo. —le dije, intentando tranquilizarla.
—¿No te basta con que tenga que casarme contigo? ¿También quieres mantenerme en una jaula de oro? —dijo molesta.
—No me estás malinterpretando, solo te lo dije para que te relajaras. —me defendí.
Ese día, ella se fue sin más. Tuve que ir tras ella, y logré alcanzarla. Le dije que se viniera a vivir conmigo el día que llegamos a la ciudad.
Me inquietaba que no se opusiera, aunque sí lo hizo cuando le pedí que dejara su trabajo. Esa fue la única cosa que me pidió que no le quitara.
No sabía por qué pensaba que le estaba quitando todo. Solo quería que estuviera junto a mí.
Aunque me pidió que no la obligara a dejar su trabajo, no pude acceder a su petición, ya que estaba el imbécil de Mike en esa empresa.
Le ofrecí trabajar con mi padre, pero ella se negó rotundamente.
¿Por qué se negaba? ¿Acaso quería estar cerca de ese idiota? Me moría de celos al pensar que se negaba solo por ver a Mike.
Si ella se negaba a trabajar con mi padre, entonces iba a prohibirle que trabajara en cualquier otro lugar. No quería que nadie la viera.
En menos de un mes, me casé con ella. Organizamos la boda muy rápido, aunque ella no estaba ilusionada, yo sí lo estaba.
En la boda, conocí a sus hermanas y a mi suegro. Jamás olvidaré las palabras de amenaza de su hermana mayor. Creí que las recibiría por parte de su padre, pero no fue así.
Estaba terminando de colocarme mi traje cuando entró la hermana de mi futura esposa.
—¡Cuñada! —saludé, feliz.
—Nick, necesito hablar contigo. —dijo, mirando a quienes estaban en la habitación.
—Por supuesto, madre. Hablaré un momento con mi cuñada. —le respondí, para que saliera junto con los demás.
Cuando observé a la última persona salir, me acerqué a mi cuñada.
—¿De qué querías hablar, cuñada? —dije, aún sonriendo.
—No sé qué hiciste para que mi hermana quisiera casarse contigo. —dijo, molesta.
—¿Disculpa? —pregunté, confundido.
—Creí que se casaría con su jefe, Mike, a quien me presentó. Pero qué sorpresa, ahora se casa contigo, a quien jamás ha nombrado en ningún momento.
Un ardor de celos comenzó a invadirme. ¿Cómo era posible que le hubiera presentado a su hermana al idiota de Mike, mientras que a mí ni siquiera me había mencionado?
—Mi hermana jamás fue una persona que anhelara casarse. Es una persona reacia al matrimonio. Sin embargo, Mike estaba tan decidido en hacerla feliz que aceptó mis peticiones. Pero tú... tú ni siquiera te conocemos. No sé por qué mi hermana quiere casarse contigo. Debes saber algo sobre ella para que haya aceptado...
—No, ella me ama. —la interrumpí, contradiciéndola.
—Escúchame bien, Nick, y jamás lo olvides. Si llego a enterarme de que obligaste a mi hermana a casarse contigo, te mataré con mis propias manos. Averiguaré la verdad, aunque mi hermana no quiera decírmelo. Me importará una mierda que seas famoso, que tu familia tenga millones, porque cuando estés muerto, todo eso no servirá de nada. —me amenazó.
Me dejó sin palabras, pero no tuve mucho tiempo para procesar todo. De inmediato, seguridad me informó que tenían a Mike Scott retenido en una habitación.
Este maldito infeliz no se rendía, pero era hora de poner todo en su lugar.
Me dirigí a la habitación, y allí estaba, golpeado, mientras mis guardias lo retenían, ya que se estaba resistiendo.
—Es un placer tenerlo el día de mi boda, Sr. Scott. Sin embargo, no recuerdo haberle enviado una invitación. —dije molesto, parándome frente a él.
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Editado: 02.05.2025