—Mike, serás un padre fabuloso, de eso no me cabe duda —intentó tranquilizarme mi esposa.
Sus palabras me reconfortaban más de lo que quería admitir. A pesar de que me había comportado como un idiota, ella seguía confiando en mí. Confiaba en que, si ella no estaba en el futuro, yo cuidaría de nuestra hija. El día que nos dijeron que íbamos a tener una niña, lloré de la emoción. Sin embargo, la maldita culpa me consumió, y esa noche lloré sin consuelo. Si soy sincero, mi corazón se rompió cuando finalmente acepté que deseaba tener a mi bebé.
Flashback
Llevaba una semana sin que mi esposa me dirigiera la palabra. Ni siquiera en la empresa lo hacía, y el ambiente entre nosotros se había vuelto insoportablemente tenso. Por supuesto, todos lo notaron, y mi padre no fue la excepción. Ahora mismo estaba frente a mí, furioso, exigiendo respuestas.
—Mike, sigo esperando a que me expliques por qué tu esposa está furiosa contigo —su voz destilaba enojo contenido.
—Está embarazada —respondí sin más.
En ese momento, mi padre lo entendió todo.
—Y no quiere perder al bebé —dijo, más como una afirmación que como una pregunta.
—No —contesté, molesto, apretando los puños.
—Entiendo... ¿Y tú quieres que lo haga? —su tono ahora era más grave.
—Sí —admití, desesperado.
Mi padre avanzó con paso firme hacia mí. Antes de que pudiera reaccionar o siquiera descifrar lo que iba a hacer, sentí su puño impactar con fuerza en mi rostro. El golpe me tomó completamente desprevenido, y caí al suelo sin entender el porqué de su reacción.
—¡Pero qué demonios! —grité furioso, tratando de levantarme.
—¿Acaso te das cuenta, estúpido, de lo que le estás pidiendo a tu esposa? —me espetó con furia—. ¿Piensas que tener una vida creciendo dentro de ti no significa nada? —me gritó con el rostro encendido de ira—. Si bien no fui yo quien te crió, Mike, al menos deberías saber que pedirle eso a una mujer que desea tener hijos es lo peor que puedes hacer —rugió con indignación—. Para ti, tal vez, solo signifique un hijo que perdiste, pero para ellas no. A ellas les quitas una parte de su vida, ¡estúpido!... ¿Sabes cómo se está sintiendo ahora tu esposa? Se siente culpable, porque piensa que es su culpa estar en esta situación. Mike, por si no lo recuerdas, la que no puede llevar un bebé en su vientre es ella... —me miró con furia contenida.
Me quedé inmóvil, procesando sus palabras. Jamás lo había pensado de esa manera. Para mí, ese bebé solo significaba que iba a perder a mi esposa.
—Sé que es difícil para ti, Mike, porque eso significa que podrías perderla, pero también existe la posibilidad de que ambos sobrevivan. Dime, ¿qué harás para reparar el tiempo que pasaste alejado de tu esposa y de tu hijo? Y si no es así, dime, Mike, ¿alejarás a tu esposa el tiempo que les queda juntos? Y, sobre todo, ¿también alejarás a tu hijo, como lo hice yo contigo? —sus palabras golpearon directo en mi conciencia.
En ese momento, la realidad me sacudió con fuerza, y lo único que quería, lo único que iba a hacer, era salir corriendo a buscar a mi esposa.
—Ahora, lárgate de mi vista y ve a disculparte con tu esposa por tu comportamiento —me ordenó.
No discutí con mi padre. Salí casi corriendo hacia la puerta, pero antes de que pudiera atravesarla, su voz me detuvo una vez más.
—Y, Mike... dale la reacción que hubieras tenido si ella no tuviera ese problema en su vientre —dijo con firmeza.
Asentí, con el corazón latiendo con tanta fuerza que parecía querer salirse de mi pecho.
Fui a buscarla a su oficina, pero no estaba. Al parecer, se había ido a casa. Llamé a su celular, pero no contestó. Un miedo recorrió todo mi cuerpo, y me dirigí rápidamente a nuestra casa. Cuando llegué, Luli, nuestra ama de llaves, me avisó que había salido porque quería comprar unas cosas. Volví a llamarla hasta que, finalmente, me respondió.
—Dime, Mike, ¿qué necesitas? —respondió con voz molesta.
—¿Dónde estás, amor? —dije, casi dejándome llevar por las lágrimas.
—Estoy comparando unas cosas para el bebé, pero creo que a ti eso no te importa —respondió con su voz cansada—. Si eso era lo que tenías que preguntarme, voy a colgar. —me advirtió antes de cortar la llamada.
El maldito nudo en la garganta me impidió decirle que solo quería estar con ella, viendo las cosas para nuestro bebé.
Devastado, me fui a nuestra habitación a esperarla. Después de una hora de espera, me sentía aún peor. Deberíamos estar juntos, viendo todo lo relacionado con el bebé. Solo para aumentar mi culpa, mi padre me envió unos videos con un mensaje al final: "Eso es lo que sentía tu madre por ti y lo que sentirá tu esposa por tu hijo."
Hice clic para reproducir el primer video. Ahí estaba yo, un bebé en los brazos de mi madre. Podía ver cómo sonreía mientras me tenía entre sus brazos.
—Hueles a bebé —decía mi madre, colocando su frente sobre la mía—. Qué hermoso eres, mi príncipe. Sabes, desde que estabas en mi pancita, te amé, y siempre lo haré. —decía con tanta dulzura que me dolía.
Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro, y el video terminó.
Hice clic en el segundo video y vi a mi madre consolándome por haberme caído, mientras mi padre me regañaba por no quedarme quieto.
—Ya, mi amor, no pasa nada —me tranquilizaba mi madre.
—Te dije que te quedaras quieto —regañó mi padre.
—¡Nike! —mi madre lo reprendió, pidiéndole que dejara de regañarme—. Ten más cuidado, mi príncipe. Además, tú eres fuerte, y ese pequeño golpe no es más fuerte que tú, ¿verdad? —decía, pellizcándome las mejillas y sacándome una sonrisa.
El video terminó. Después, vi el último mensaje que mi padre me había enviado:
¨Ahora imagínate que sea al revés, Mike, y quien esté en tu lugar sea tu hijo o hija. Y que el lugar de tu madre lo ocupas tú¨
Ese mensaje rompió mi corazón y lloré amargamente hasta que escuché que mi esposa ya había llegado y hablaba con Luli. Me limpié las lágrimas rápidamente y me dirigí hacia donde ella estaba.
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Editado: 02.05.2025