Entre Amor y Razón, Ambas Son Posibles

14

—Qué Nick... —dije molesta mientras respondía mi celular.

—Entiendo tu posición —respondió desde el otro lado de la línea—. Y creo que es más justo repartirnos cuatro días cada uno, sin importar en qué día caigan. ¿Te parece?

Su cambio de decisión fue tan repentino que me dejó completamente sorprendida.

—Mañana te veré con mi abogado para firmar este acuerdo —dije aún con el enojo en la voz.

—Bien —aceptó él con firmeza—. Te enviaré la dirección de mi nueva casa para que vengas. ¿Te parece a las diez?

—¿Por qué tan tarde? —pregunté frunciendo el ceño—. Que sea a las ocho. Y si vamos a hacer este acuerdo, mis hijos deben quedarse conmigo veinticinco días, porque desde que nacieron han estado solamente contigo —le recalqué, tratando de contener mi frustración.

—¡Eso es demasiado! —contraatacó—. Si ese es el caso, como mucho deberían quedarse contigo catorce días... exagerando.

—Veinticinco días, Nick. ¿Por qué crees? —le dije, fingiendo sorpresa y con un tono cargado de sarcasmo—. ¡Mis hijos ni siquiera reconocen el rostro de su madre! Lo mínimo que puedes hacer es dejar que me reconozcan durante esos días —solté, visiblemente molesta.

Se quedo callado por varios segundos al parecer debatiendo con el mismo pero yo ya sabia su respuesta

—Esta bien —suspiro y acepto finalmente.

Cuando escuché esas palabras, sentí como si me quitaran un enorme peso de encima. Fue instantáneo. No pude evitar sonreír, como si todo el aire que no había respirado en días, por fin volviera a mí.

—Mañana a las ocho —repetí con firmeza antes de colgar la llamada.

Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero esta vez no eran de tristeza. Estaba tan feliz que, al parecer, esa alegría se le contagiaba a Aisha, quien me miraba regalándome una dulce sonrisa.

—Amor —me llamó Mike, su voz suave pero seria, atrayendo mi atención—. Acaba de llamar mi abuelo. Mañana mismo se presentará el caso ante la corte —me avisó.

—No —dije rápidamente, dejando a mi esposo completamente sorprendido.

Vi cómo su expresión se transformaba, y mientras marcaba el número de su abuelo, le hablé con prisa:

—Ya te explico. Primero debo hablar con tu abuelo.

Al otro lado de la línea, el abuelo de Mike respondió, aunque se notaba algo incrédulo con respecto al trato que, según yo, firmaría al día siguiente. Aun así, dijo que esperaría mi llamada para saber qué había sucedido exactamente.

Me recalcó que, si decidía llevar todo el caso al tribunal, el escándalo sería casi inevitable. Me aseguró que teníamos un caso sólido para obtener la custodia total de los niños, especialmente si lográbamos demostrar que Nick no estaba en condiciones estables. Más aún, si se sacaba a la luz que detrás de toda esta locura estaba su propio padre. Sin embargo —añadió con seriedad—, el proceso sería muy largo.

Después de despedirme del abuelo de mi esposo, colgué la llamada y levanté la mirada. Ahí estaba Mike. Solo quería que me abrazara, porque me sentía completamente agotada, física y mentalmente. Necesitaba que me reconfortara... aunque entre nosotros también existían heridas que aún no cerraban.

—Nick está dispuesto a darme a mis hijos —le comenté mientras él me escuchaba con atención—, pero quiere que nos dividamos en turnos de cuatro días y cuatro días, sin importar qué día de la semana sea.

—Entiendo —dijo con tono reflexivo—, pero tú eres su madre, te necesitan. Podríamos negociar con él: hasta que cumplan cinco años, que se queden contigo cinco días seguidos. Creo que sería lo ideal. Y cuando estén más grandes, preguntarles a ellos. Si en algún momento lo desean, podríamos considerar dividirlos cuatro días y cuatro días.

Me quedé sorprendida. A veces se me olvidaba que Mike también era un gran negociador.

—Sé que Nick se va a aferrar a que no quieres exponerlos —continuó—, pero debería considerar que si insiste por ese camino, podría perder no solo su confiabilidad, sino también su carrera... y a sus propios hijos —me miró con firmeza, haciéndome caer en cuenta de algo que no quería aceptar.

—¡Ese desgraciado! —dije sin poder contenerme—. Ha estado jugando conmigo... usando a mis hijos —casi grité, aunque al mirar a Aisha, me contuve. No quería asustarla.

—Amor, no tengo la certeza de eso —dijo Mike con voz serena—. Pero sé que quieres proteger a los niños, y créeme, ahora que hablamos... recién empiezo a ver todo más claro. Permíteme ir contigo mañana. Entre los dos lograremos una buena negociación —me pidió, sonriendo levemente—. Ambos somos buenos negociadores, pero juntos... somos imparables —agregó con una nostalgia que me tocó el corazón.

—Está bien —acepté, y al parecer eso lo hizo muy feliz.

—Pero esto no significa que estemos bien —le recalqué con seriedad.

No sé por qué dije esas últimas palabras. Tal vez por orgullo, tal vez por miedo. Aun así, la sonrisa no se borró de sus labios.

—Está bien —respondió con calma, como si comprendiera más de lo que decía.

Todo el día estuve ansiosa. Por la noche, apenas pude dormir unas dos o tres horas. La ansiedad me tenía atrapada, como si el cuerpo descansara, pero la mente no pudiera desconectarse.

Al día siguiente, nos dirigimos hacia la dirección que me había enviado Nick. Dejé a Aisha con mi suegro, quien había llegado temprano tras haber sido informado por el abuelo de Mike. Mis hermanas también vinieron por la mañana; querían ver a Aisha, la extrañaban muchísimo.

Mike les resumió brevemente todo lo que estaba ocurriendo, y aunque intentaron mantenerse serenas, noté en sus rostros una pequeña chispa de esperanza... Tal vez, ese mismo día, podrían conocer a sus otros sobrinos.

Llegamos a una enorme mansión. Bajamos del auto junto con nuestro abogado. Apenas cruzamos la puerta, mi instinto de madre me llevó a buscar a mis hijos. No tardé mucho en encontrarlos: estaban con la madre de Nick y una mujer desconocida. Me acerqué rápidamente a ellos, con el corazón desbocado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.